LIBRO DE TEATRO 2017
Las obras de Teatro que presento a mis amigos, estoy seguro, agradarán por su importancia.
lunes, 22 de octubre de 2018
FANTASÍAS DEL ALMA: MI GRAN SANTANDER (lista de reproducción)
FANTASÍAS DEL ALMA: MI GRAN SANTANDER (lista de reproducción)FANTASÍAS DEL ALMA
PENSIONADO, ME AGRADA LA LECTURA, ESCRIBO POESÍA, TEATRO, NOVELA, HISTORIAS Y OTROS.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
LIBRO DE TEATRO 2016: OBRAS DE TEATRO 2016
LIBRO DE TEATRO 2016: OBRAS DE TEATRO 2016: LIBRO DE TEATRO 2017 OBRA TEATRAL A LA DIESTRA DE DIOS PADRE Adaptada por: Prof. Miguel M. Bedoya C. Explicación de la o...
PENSIONADO, ME AGRADA LA LECTURA, ESCRIBO POESÍA, TEATRO, NOVELA, HISTORIAS Y OTROS.
lunes, 7 de noviembre de 2016
OBRAS DE TEATRO 2016
LIBRO DE TEATRO 2017
GENIALIDADES DEL TEATRO COLOMBIANO
MIGUEL MARÍA BEDOYA CARVAJAL
“El arte más importante
Es provocar la alegría
En la acción creadora
Y el conocimiento”
Albert Einstein
INTRODUCCIÓN
Las obras de teatro que presento en
este libro titulado “GENIALIDADES DEL TEATRO COLOMBIANO”, las escribí pensando
en acciones de la vida real que se suceden en el tiempo y a través del tiempo.
Los temas son sencillos pero de gran contenido moral y social, que nos conducen
a analizar el comportamiento de nuestros semejantes en muchos aspectos de la
vida humana.
El lector de este libro, no encontrará
dificultad para interpretar el mensaje de cada obra. Traté de escribirlas, con
el propósito de ser puestas en escena por Profesores de Español y Literatura,
Estudiantes de Planteles de secundaria y por Directores de Grupos de Teatro de
las diversas Instituciones Culturales que existen en Colombia y que llevan el
arte y el folclor a los rincones más apartados de nuestra geografía colombiana,
para levantar el ánimo y la alegría de sus gentes.
Para mí, es importante presentar al
lector, un bosquejo de cada obra, con el que se formará una clara idea de
ellas, sin llegar a exageraciones de mi parte.
OBRA TEATRAL
PERDÓN Y OLVIDO
EXPLICACIÓN DE LA OBRA
“Perdón y Olvido” es una obra tierna,
apasionante y llena de matices cotidianos. Es muy fácil de representar.
Esta obra fue estrenada en el
Instituto Técnico Industrial “Aquileo Parra” de Barichara-Santander, en el año
1991, siendo ganadora del concurso. También se llevó el primer puesto con el
mejor actor, Carlos. La escenografía y los efectos de sonido e iluminación, son
muy importantes en esta obra; no se pueden descartar. Como sugerencia, el
tercer acto, puede suprimirse, a criterio del grupo, pero se recomienda nombrar
un Presentador para que al final de la obra, haga un comentario de lo que
sucederá a los personajes en dicho acto y puede quedar así:
Presentador: (Entra) Un mes después, Elvira muere,
y Carlos profundamente conmovido por esta irreparable pérdida y por una
petición especial que le hiciera Elvira y el Alma de Julián, decide aceptar a
Almita y a Daguito como sus verdaderos hijos. Carlos vende la finca y se
traslada al pueblo para costear el estudio de los niños. Carlos juró ante la
tumba de Elvira que nunca dejaría de velar por ellos. Así lo hizo y ahora
Almita y Daguito son unos excelentes profesionales de la medicina y del
derecho. Carlos se casó con un modelo de mujer, de buenos sentimientos y entre
ambos, brindaron calor humano a los niños. Esta pareja vive muy feliz y ya se
ganó un lugar privilegiado en el cielo.
PERSONAJES
CARLOS: Injustamente
sentenciado a prisión.
CAZADOR: Amigo de Carlos.
JULIÁN: Víctima.
ELVIRA: Esposa de Julián.
ALMA: Hija de Julián
y Elvira.
DAGOBERTO: Hijo de Julián y Elvira.
ADRIÁN: Asesino de Julián.
CORO: (Seis
personas).
CARGUEROS: Amigos de Carlos
ACTO PRIMERO
Escena I
(Carlos se encuentra entre la cueva:
unas veces, camina preocupado; otras, se encuentra o se sienta a pelar y
masticar caña).
CARLOS: Ya voy a cumplir cinco años de
estar oculto en estas abruptas tierras, por huir de la justicia y por salir
involucrado, según la policía, en un vil asesinato que jamás cometí. Me parece
ver al desgraciado ese del Adrián, empuñando el cuchillo con el que mató de un
certero golpe, al más querido y apreciado de mis amigos, Julián. Recuerdo que
era una noche estrellada, y, en menos que canta un gallo, el velo dorado de la
tierra, se manchó con la abundante y espesa sangre que manaba del cuerpo de esa
inocente criatura, que no conoció el mal y menos la traición amorosa de que se
le acusaba y que le hizo cegar la vida para siempre. No pude evitar aquel
horrendo crimen: luché como un león embravecido para defenderlo, pero todo fue
inútil. Afortunadamente, logré escapar con vida, porque el desalmado del
Adrián, lanzaba el arma a diestra y siniestra. Estuve a punto de ser cruelmente
degollado. Huí como loco, pero pronto muy pronto, llegó la fuerza del orden y
me llevaron preso, soportando toda clase de vituperios. Me procesaron; fui
declarado culpable y condenado a veinticinco años de prisión; entre tanto, el
propio criminal se encontraba disfrutando de su libertad; todavía sigue libre y
cometiendo toda clase de fechorías. Así me lo imagino. Yo tengo que encontrarlo
para vengar la muerte de mi predilecto amigo. De esto estoy seguro, lo vengaré,
sí, lo vengaré.
Estuve de buenas; con la ayuda de un
guardián cuyo nombre me reservo, logré fugarme de ese intolerable infierno, en
horas bien entradas de la noche; fue una verdadera hazaña porque la cárcel
estaba muy bien custodiada. Pero la noche, esa noche negra y fantasmal igual
que el alma de Adrián, fue la que me protegió y me condujo por las diferentes
partes de la Geografía Colombiana, pasando miles de calamidades hasta que por
fin, decidí quedarme aquí. Ahora me siento sin fuerzas, enfermo y deseoso más
bien, que el Dios de dioses se acuerde de mí. No puedo seguir metido aquí en
esta puta cueva que huele a barro podrido, comiendo de todo aquello que la
madre naturaleza me brinda y alejado por completo de la sociedad, piensa. Ya
veo que me estoy convirtiendo en un animal. Recuerdo igualmente a mis padres
como si los estuviera viendo y tocando; Mi madre, esa extraordinaria y bella
mujer, humilde y trabajadora, entregada sólo al servicio de la familia, ¡Qué
buena mujer!
Mi padre, ¡pobre viejo!, luchador
infatigable hasta la saciedad, dueño de una pequeña y destartalada fábrica de
velas, donde ha agotado todo su escaso potencial para satisfacer las
necesidades de mi hogar. ¡Oh, mi hogar, mi dulce hogar! ¡Cómo lo voy a olvidar
si fue allí donde nací y me crié como potro sin brida! Ahora, ¿Qué será de la
vida buena y sana de mis dos hermanitas? ¿Ya se habrá casado la lunática esa de
Alicia con el vago del Conrado? porque, eso sí, las ganas que le tenían a mi
hermana, eran de pura concupiscencia, no sólo por el apetito carnal, sino por
el deseo desmedido de quedarse con la parte de los bienes terrenos de mi padre;
de eso estoy seguro, sí, muy seguro, porque también lo conozco como la palma de
mis manos. Es ambicioso en exceso y de malas pulgas ese carajo. Y, ahora, me
pregunto por Helena, mi consentida y tierna hermanita, la que me inspiraba
confianza y a quien le confesaba todas mis andanzas; porque eso sí, era de muy
buenos sentimientos igual que mi madre. ¡Quiera Dios que no haya cambiado
mucho!, la llevo aquí encerradita dentro de mi corazón y estoy convencido que
algún día la volveré a ver, o en la tierra o en el infinito cielo porque es un
alma pura y noble como yo. (Se escucha música estilizada.)
(Carlos se sienta, pela una caña y
comienza a masticarla.) Sé que no me encontrarán jamás, eso lo presiento; sí,
eso lo presiento. (Se oye un tropel) pero escucho algo, ¡Dios mío, no me
abandones! ¿Qué hago? Me protegeré con este palo, ¿sí, o no?, bueno; ¡sí! Pero…
¿dónde me meto ahora? ¡Carajo! ¡Me llevó el verdadero putas! No debo correr, ni
retroceder, mucho menos esconderme. Haré frente al enemigo. (Le tiemblan las
manos) debo ser como mi padre, ¡todo un corajudo! (Sigue temblando y dando
muestras de miedo)
Escena II
Aparece el ánima de Julián en persona,
vestida de blanco que dice:
JULIÁN: No tema Carlos, Soy su amigo
entrañable, que vengo protegiéndolo desde que huyó. Usted mi querido amigo, es
inocente, porque no fue el que me quitó la vida.
CARLOS: (Sorprendido) Escucho una voz
conocida y parece ser la de Julián; sí, es la de él ¿Dónde diablos está
escondido que no lo veo, Julián? Ven acá por favor, no me deje solo. Pero… ¿Qué
me sucede? ¿Es que estoy soñando? No, no puede ser, si es la voz de Julián, de
eso estoy seguro.
CORO: Nosotros los inmortales también
estamos con usted, porque es bueno; sí, usted es una persona buena y merece la
gloria. Le protegeremos; sí, le protegeremos. Cuente con nosotros… cuente con
nosotros. No le pasará nada… no le pasará nada…
JULIÁN: Sí, usted no está equivocado,
soy yo, Julián. Cuente conmigo que siempre le acompañaré en los momentos
difíciles. (Desaparece. Nuevamente se escucha un tropel, esta vez con mayor
intensidad)
CARLOS: Ahora estoy más tranquilo
porque con la ayuda de Julián, mi vida cambiará; no me pasará nada.
Escena III
CAZADOR: (Aparece) ¡Veo huellas
frescas…! Deben ser pisadas de una sola persona porque son de características
muy exactas. (Sigue buscando más huellas. De pronto se tropieza con Carlos y
ambos caen del violento impacto. El cazador se levanta rápido y encañona a
Carlos) ¡Quieto no intente moverse porque le descargo la carabina! (Carlos
trata de ponerse de pie)
CAZADOR: No se mueva, se lo dije, ¿es
que no entiende? ¡O es, que se hace el pendejo!
CARLOS: Ni lo uno, ni lo otro;
permítame que le explique; retira esa atrevida arma, no me haga daño. (El
cazador la retira) Mira señor; le voy a contar: Soy un humilde campesino que
perdí a mi familia. Teníamos una casita aquí en esta falda, (señala), pero un
maldito derrumbe los sepultó a todos. Quedé desamparado desde muy pequeño, pero
aquí estoy cuidando lo único que me dejaron mis padres. ¡Dios me los conserve!
(se dirige al público) ¡vivo para siempre!
CAZADOR: Pero yo no veo huellas de
derrumbe alguno. Todo parece perfecto. ¿Cuánto hace que sucedió?
CARLOS: Aproximadamente unos quince
años; la tierra durante ese prolongado tiempo, vuelve al estado natural. Ahí
está sepultada mi familia. ¡Créalo, señor! No le estoy mintiendo. (Se observa
miedo en su rostro)
CAZADOR: Lo noto asustado, ¿No es
verdad?
CORO: No le dé miedo que nosotros
estamos con usted, Carlos; no se asuste… no se asuste… no se asuste, Carlos,
nosotros le protegeremos, nosotros le protegeremos.
CAZADOR: Le repito que lo noto muy
asustado, señor.
CARLOS: No, no señor, de ninguna
manera.
CAZADOR: (Se sienta, saca de la bolsa
queso y panela; come y reparte) ¡Umm…! Tome esto, porque usted da la impresión
de estar muy hambriento.
CARLOS: Muchas gracias, señor. (Come
con verdadera ansia) En mi casa nunca falta el queso, señor. Desde que conozco
a mi padre, a él siempre le ha gustado tener una o dos vaquitas de leche para
ayudar al sostenimiento de la familia. ¿No me observa fuerte, señor?
CAZADOR: Pero… ¿Qué dice? (se levanta)
Su actitud me sorprende. ¿No acaba de manifestar que perdió a su familia en
este lugar? Ahora veo que es un gran mentiroso y tengo que deshacerme de usted.
¡Cuánto antes, mejor!
CARLOS: ¡Cálmese amigo!; es que si
hablo así, es porque a mis padres no los he podido olvidar y siempre acostumbro
expresarme en presente. ¿Me entiende?
CAZADOR: Sí, claro. Confío en usted.
Veo que es un buen hombre. Seremos los mejores amigos (se dan palmadas en las
manos) Ahora, quiero descansar para luego emprender el viaje tan pronto como
caiga el sol de la tarde. ¿Acompañarme?
CARLOS: Lo siento señor, pero no puedo
abandonar este pedazo de tierra que tantas veces he arañado con mis propias y
delicadas manos. (Las mira lentamente)
CAZADOR: Entonces salga y vigile mi
caballo. Tome este pedazo de panela y le da para que recupere fuerzas ese
garrapatoso animal.
CARLOS: Está bien señor; lo haré al
pie de la letra (Sale)
CAZADOR: (Se recuesta, deja la
carabina sobre las piernas y se queda dormido)
Escena IV
CARLOS: (Entra. Al verlo dormido,
piensa; luego toma un palo por arma y trata de lanzarse sobre él, pero oye
nuevamente la voz de Julián que le dice:) ¡Un momento, Carlos! Aproveche que
está profundamente dormido y salga de aquí cuanto antes, y no confíe en él.
Tome el arma y apere el caballo con mucho cuidado, y lléveselos, porque usted
tiene que emprender un viaje muy largo. ¡Hágalo pronto, Carlos! (Julián calla y
desaparece. Pensativo, Carlos suelta el palo lentamente y obedece la orden de
Julián. Sale llevándose todo. Se escucha nuevamente el tropel)
CAZADOR: (Comienza a despertarse y se
da cuenta que le hace falta la carabina) Esto era lo que me faltaba. ¡Maldita
sea! (busca por todas partes la carabina y al no encontrarla, empieza a llamar)
¡Eh, cabrón de mierda!, ¡Qué hizo mi arma? Devuélvamela, (Piensa) Este tipo me
robó. (Lleva las manos a los bolsillos) Menos mal que la plata y los documentos
me los dejó. Ahora falta ver que también se haya llevado mi caballo. Iré a
buscarlo y si no lo encuentro, me pondré a la pata hasta recuperar lo que me
pertenece y que se tenga del trasero porque lo que soy yo, sí se lo daño para
siempre. (Sale)
ACTO SEGUNDO
Escena I
(Todo sucede en una
pieza que da aspecto de alcoba y de cocina a la vez. Aparece una cama sencilla,
una mesa y sobre ella, una cocineta y un molino, loza y ollas ahumadas en el
suelo. Se encuentran dos niñas: Alma y Dagoberto, haciendo oficio y se escucha
una tormenta)
ALMA: Mi señora
mamá se está demorando demasiado y tengo miedo de tanto relámpago y tanto
trueno. ¿Qué hacemos Daguito? ¿Vamos a buscarla? O,…mejor, esperemos. (Pela
papas)
DAGOBERTO: (Pela
yuca) No, querida. Recuerde siempre que mi señora mamá cada vez que sale, nos
recomienda que estemos en casa porque no es conveniente dejarla sola, además,
con tanto ladronzuelo y tanta inseguridad que reina por estos lados, es mejor
quedarnos aquí. Es que la gente mala también ronda los campos. Almita… ¿Me oye?
ALMA: Sí, Daguito,
le escucho, ¡Hable!
DAGOBERTO: Mire
hermanita: Oremos para que esta tempestad pase pronto porque yo me voy a morir
del susto (De rodillas, primero lo hace Dagoberto y cuando se termina un verso,
empieza la niña y así sucesivamente hasta terminar el
último verso)
¡Oh, Dios, no se
quede en silencio!,
No nos persiga con
sus tempestades.
¡Mire que estamos
asustados!
¡Oh, Dios,
Protector nuestro!
El cielo y la
tierra son suyos
Y todo lo que en ella hay por los siglos
De los siglos, amén.
(Se santiguan y se
levantan; a la vez, la tempestad va pasando lentamente)
ALMA: ¡Milagro…!
¡Milagro…! Ha cesado la tormenta. Dios nos escuchó. ¡Bendito sea por siempre
Señor!
DAGOBERTO: ¡Cierto
Almita! Demos gracias de nuevo al Señor (nuevamente se arrodillan y oran) Le
damos gracias, Señor, porque nos ha escuchado y porque es nuestro Salvador.
¡Alabado sea el Señor! (Se santiguan. Se oyen tres goles en la puerta)
ALMA: ¿Quién podrá
ser, y a esta hora? Vaya Daguito y abra la puerta.
DAGOBERTYO: (Abre
la puerta y al ver al forastero, se devuelve para proteger a su hermanita Alma)
Escena II
CARLOS: (Llega
agotado, la carabina le sirve de bastón) ¿Por qué se asusta niño? Yo no soy
malo. Acérquese sin miedo. Si están solos yo los acompañaré. Vengan,
acérquense.
DAGOBERTO: Así es
Daguito. A este señor no le habíamos visto antes y mi señora mamá nos tiene
prohibido que hablemos con forasteros y mucho menos que aceptemos cosas de los
mayores. Así es que no insista. Es mejor que se vaya y nos deje solos, ¿No cree
señor? Mi señora mamá es muy delicada y no permite que nadie entre sin su
autorización. Vemos que está cansado, es cierto; y lo único que le podemos
ofrecer, es un poco de agua para que calme su sed. Daguito, alcáncele agua, por
favor.
DAGOBERTO: En
seguida lo haré.
ALMA: Pero…no nos
ha dicho cómo se llama, señor.
CARLOS: Bien. Me
llamo Carlos, Carlos Altagracia. ¿Satisfecha?
ALMA: (Mueve la cabeza
varias veces y luego sonríe y trata de cogerle la mano, pero se arrepiente) Su
nombre es hermoso, y…
DAGOBERTO: Aquí la
tiene señor. (Deja el vaso en el suelo y lo hace con mucho miedo)
CARLOS: (Toma el
vaso, bebe y pide más) A ver niño, regáleme más agua, si no hay problema. ¿De
acuerdo? Ahora dígame: ¿Cómo se llama, chico?
DAGOBERTO: (Va por
otro vaso de agua) Con gusto, señor. Me llamo Dagoberto Posada, para servirle,
señor.
CARLOS: Y la niña; ¿Cuál es su nombre?
CARLOS: Y la niña; ¿Cuál es su nombre?
ALMA: Mi nombre es
Alma, señor.
CARLOS: Tiene un
nombre muy hermoso, el más hermoso de los que he escuchado en esta comarca y en
toda mi vida; y el apellido me es muy familiar. Sí, me es muy familiar. Posada…
Posada… Ah, y ¿Dónde se encuentra su querida mamá señora?
ALMA: Será, señora
mamá. No lo sabemos, señor. Ella nunca se digna decirnos para donde se va. Es
el gran defecto que ella tiene. Seguramente piensa que la estamos espiando.
¡Pobrecita mi señora mamá! Ella tiene que trabajar muy duro para sostener este
hogar, porque siempre somos un tantico pobres. Esto es lo que tenemos. ¿No es
verdad, Daguito?
DAGOBERTO La purita
verdad, señor. No le estamos mintiendo. Claro que mi señora mamá, no ha dicho
si tiene otras cositas guardadas. Lo cierto es que ella es muy reservada. Eso
pienso yo.
Escena III
ELVIRA: (Entra
sorpresivamente) Pero… y, ¿Esto? ¿Quién es usted, señor? ¿Qué hace en mi casa?
¿Un intruso en mi casa? ¡Cómo se atrevió entrar! (Se dirige a los niños) ¿No
les tengo prohibido que cuando estén solos, no le abran la puerta a nadie? ¿Por
qué lo han hecho? Expliquen, de lo contrario, les castigaré. ¿No saben que es
muy peligroso?
DAGOBERTO: Lo
sabemos, señora mamá, pero el señor cuyo nombre no lo conocíamos sino hasta
hace poco, tocó en la puerta con mucha delicadeza y por ello yo la abrí,
creyendo que era usted, señora mamá. Perdóneme mima (se arrodilla), esto no
volverá a suceder. Se lo prometo mima mía. Por favor se lo ruego que no nos
pegue. El señor ha sido muy bueno con nosotros hasta ahora, y solo le hemos
ofrecido un vaso de agua y eso porque lo pidió, mima mía. Él llegó muy agotado,
y de una vez, se tiró al suelo. Parece viene de un viaje muy largo. Así lo
creemos ¿Cierto Almita?
ALMA: Sí, señora
mamá. Yo también digo que este buen señor es todo un caballero porque nos ha
tratado con mucha cultura; no como otros chicos malos que andan sueltos sin ton
ni son. Perdónenos mima si lo defendemos, pero es la pura, la purita verdad.
(Se le acerca, la acaricia y la besa)
ELVIRA: Está bien.
Ahora dígame: ¿Cómo es que se llama?
CARLOS: Me llamo
Carlos Altagracia.
ELVIRA: (Se pone de
pie, camina y dice:) ¿Carlos Altagracia…? Carlos Altagracia… ¡Ajá…! (Pensativa)
¡Qué bien!
CARLOS: ¿Qué le
sucede, señora? La noto rara, muy rara… ¿Por qué repite mi nombre con tanta
insistencia?
ELVIRA: Por favor,
niños, déjenos solos por unos minutos. Ya los llamaré luego. (Salen los niños)
Mi esposo alma bendita, que en paz descansa, me comentaba mucho acerca de
usted.
CARLOS: ¿Quién era
su esposo? Dígalo pronto, que su demora me desespera.
ELVIRA: Se llama
Julián.
CARLOS: Julián
Posada… (Piensa) pero… ¡Qué sorpresa me causa todo esto! Con razón que Daguito
y la niña se parezcan tanto a Julián. Y cuénteme: ¿Tiene noticias del asesino?
ELVIRA: Sí, y
muchas. Al principio todo el mundo creyó que el propio asesino de Julián era
usted, Carlos, pero… ¡Qué equivocados estábamos quienes creíamos eso! Un año
después que lo condenaron y luego pudo usted salir de la cárcel, aun corriendo
toda clase de riesgos, encontraron pruebas poderosas en contra de Adrián Cortés
y lo apresaron…
CARLOS: Elvira,
perdone que la interrumpa, pero ¿Cómo se dieron cuenta que él había sido?
ELVIRA: Por él
mismo. Como reza esta frase: “Por la boca muere el pez”. Imagínese, Carlos: Una
noche, el idiota ese, se enamoró de una chica detective que se hizo pasar por
prostituta y le desembuchó todo lo que sabía, en medio de los tragos.
CARLOS: Siga
narrando, que esto está muy…interesante, Elvira.
ELVIRA: A la chica
le contó toda la historia del asesinato de mi esposo, alma bendita, y ésta
informó al juzgado; el juez, ordenó la captura de Adrián y le siguieron proceso
hasta llegar a la conclusión de que el verdadero criminal había sido él. Entonces
fue condenado a veinticinco años de cárcel. ¡Ojala que se pudra ese desgraciado
allí! ¡Sí, que se pudra! Porque el que a hierro mata, a hierro o en cárcel ha
de morir y a mí, sí que me sobra voluntad para deseárselo, ¡Sí! Me sobran
ganas. ¡Se limpia las lágrimas.)
CARLOS: Bueno y
¿Qué pasó entonces con mi sentencia?
ELVIRA: Usted fue
sobreseído de toda culpa. Así que no tiene por qué huir más de la justicia; es
libre y ahora goza de todas las garantías ciudadanas. Así quedó escrito en el
fallo a su favor. (Carlos abraza fuertemente a Elvira, la besa en la frente y
luego se sienta.)
CARLOS: ¡No lo puedo
creer! Es imposible que esto me haya sucedido y yo que he perdido todo mi
tiempo devorando la selva y pasando tantas dificultades como usted bien lo
puede ver. Pero ahora, me considero el hombre más feliz del mundo con esta
fantástica noticia que me ha dado (Nuevamente la besa.)
Escena IV
CORO: Eres libre, Carlos… eres libre. Nosotros los inmortales le protegeremos. Nosotros los inmortales le felicitamos. (Carlos asustado, comienza a mirar por todas partes del escenario, luego:)
JULIÁN: (Aparece y habla)
Yo también le felicito mi querido amigo, Carlos. Estaba plenamente enterado de
los acontecimientos y no le había querido comunicar, mi buen amigo.
CARLOS: Gracias,
Julián, he recobrado mi libertad. ¿Usted ayudó para que descubrieran pronto al
verdadero asesino?
ELVIRA: Pero, su
actitud me sorprende. ¿Con quién hablaba? Me pareció oírle pronunciar el nombre
de mi esposo Julián, ¿No es cierto?
CARLOS: ¡No…! ¡No…!
Estaba soñando. No preste atención a mis tontas palabras.
JULIÁN: Una cosa sí
le aconsejo, Carlos. Debe hacer acto de presencia ante las autoridades que
condenaron para que lo absuelvan de toda culpa y el sumario sea archivado
definitivamente para bien suyo.
CARLOS: Hoy mismo
me presentaré, Julián. Aunque me asaltan ciertas dudas, quizás por lo que estoy
tensionado, pero ya verá. Iré, sí, iré.
JULIÁN: ¡Ah…! Y… no
olvide visitar a Adrián.
CARLOS: ¿Cómo…?
¡Qué dice…? ¡Está loco?...¿Por qué tengo que visitar a este malvado que nos ha
hecho tanto daño? ¡Eso sí que no, Julián!
ELVIRA: Pero, ¿Qué
le sucede Carlos? Debe estar enfermo; ¡Por qué habla solo? Explique, Carlos. Es
mejor que descanse. Recuéstese.
JULIÁN: Sí, Carlos,
debe recostarse; es mejor que Elvira no se entere por ahora, que yo soy el que
hablo, hágale caso.
CARLOS: Está bien,
Elvira. Me recostaré un poco mientras recupero mi forma porque lo que viene me
restará fuerzas.
JULIÁN: Ahora,
Carlos: escuche pero en silencio lo que le voy a recomendar; ¿De acuerdo?
(Carlos, en silencio, mueve la cabeza de arriba-abajo) Bien, le suplico que perdona
a Adrián y olvide todo lo que nos ha sucedido con él. El pagará mi muerte ahí
en la cárcel, lo mismo que mis sufrimientos, eso es más que suficiente, ¿No
crees? (Carlos mueve la cabeza indicando afirmación, Julián calla y sale.)
ELVIRA:
(Paseándose, dialoga consigo misma) ¡Qué corazón tan noble y generoso el de
Carlos! En esta patria parece que crecieran todas las virtudes. He aquí, un
buen ejemplo de virtud. ¡Debe ser grato ser amada por él! Pero…¿en qué pienso?
¡Dios mío! Soy viuda, es cierto, pero debo guardarle fidelidad a mi querido
Julián, que todavía me brinda consuelo y es la luz de mi vida. Recuerdo muy
bien el día que salió de nuestra casa… se despidió prometiéndome felicidad
eterna, sin pensar que jamás regresaría.
CARLOS: (Despierta
demostrando pereza) ¡Qué descanso tan maravilloso! (Pronuncia deletreando las
palabras)
ELVIRA: ¿Sí pudo
descansar? Así lo veo. ¿Durmió muy sabroso?
CARLOS: Sí,
querida. Me hacía mucha falta este descanso. Ahora debo prepararme para partir.
¿Queda muy lejos el pueblo de aquí?
ELVIRA: De tres a
cuatro horas, pero con la ayuda de Dios muy pronto llegará.
CARLOS: Hasta la
vista, Elvira (la besa) ¡Ah…! Un abrazo y un beso muy especial para Almita, mi
dulce palomita blanca que nunca olvidaré.
Escena V
ELVIRA:
Adiós, Carlos. ¡Qué Dios lo proteja siempre! (Carlos sale. Dagoberto y Alma
entran)
DAGOBERTO:
Mi quería señora mamá. Vimos salir al señor Carlos, ¿Volverá?
ELVIRA:
Pero… ¡Caramba!, niños ¿Por qué tanta demora? ¿Dónde estaban?
ALMA: Correteando
las gallinas, los pollitos, los cerditos, los gaticos y las vaquitas de los
vecinos, lo mismo que los cabritos y jugando con barro, señora mamá…
DAGOBERTO: Y
aprendimos una hermosa poesía que nos enseñó la ve…ci…na… es cheverísima y la
teníamos para dedicársela al señor Carlos, pero…mima, ¿no la quiere escuchar?
ELVIRA: Sí, niños,
los oigo.
ALMA: (Cuando la
niña termina de pronunciarla, ella demuestra demasiada tristeza y se lanza
sobre el cuerpo de la madre) El título de la poesía es el siguiente:
“A UNOS NIÑOS DEL MUNDO”
¡Dichosos algunos niños del mundo!
Que comparten con su sana alegría,
El afecto, la caricia y los besos,
Con mamá y papá, sus tiernos amigos
Tienen un Dios un poco más benévolo
Los cuida de los males y peligros;
Les da el techo y el abrigo necesarios
Y siempre les protege de los malos.
La madre y la hija a la muñequita
Juegan, y el niño y el padre se
divierten
De lo lindo, correteando el ganado,
O arreando las bestias, o apostando
Al soldado, o pidiendo un consejo.
Pero nosotros…Pobres huerfanitos
Del mundo, que mucha falta nos hacen
Nuestros dulces padres que asesinaran
O partieran con pena y con dolor.
¡Santa Virgen del Carmen!: permita
Que los hombres se comprendan y se
amen.
Que el matrimonio sea una institución
Indisoluble, y los niños tengan
La gran dicha de acariciar sus sienes.
ELVIRA:
¡Qué bien lo hizo, hijita! (La abraza y la besa; lo mismo hace con Daguito, que
también se arroja a su madre y la abraza)
DAGOBERTO:
Señora mamá: y… ¿cuándo regresará el señor Carlos? ¿Se demorará mucho tiempo?
ELVIRA:
Sí, hijo, tendrá que realizar unas cuantas diligencias, pero es posible que al
regreso, lo haga pronto. Sabe qué, hijitos, dirijámonos al patio para ver qué
tiempo gasta Carlos en llega a la fonda. (Ambos niños dicen): Sí, ¡Qué rico!
Salgamos rápido para verlo llegar. (Salen)
ACTO TERCERO
Escena I
Se realiza este acto en el mismo sitio
que el segundo, con algunos pequeños cambios. Todo sucede en horas de la noche
y parte del amanecer; buenos efectos de iluminación y sonido.
ELVIRA: No sé qué me pasó. Una comete muchos
errores en la vida; pero nadie tiene la culpa cuando se obra ciegamente. El amor
es así; y yo quise más a Julián que a Adrián; Adrián no me inspiraba confianza
por su manera de actuar. Más que amarlo, lo odiaba a muerte y no lo podía
aceptar mi corazón. No, no lo podía aceptar. Era despreciado por todo el mundo.
Su temperamento hostil y la forma tan cruel como siempre resolvía los problemas,
era su peor defecto. En cambio, Julián, era un muchacho apuesto, jovial y
gozaba del aprecio de todo. Era virtuoso y de nobles aspiraciones. Por eso fue
que me uní a él y de ahí, nació esa venganza de Adrián para con Julián y no lo
dejó en paz un solo instante. Juró matarlo y ahí están los funestos resultados.
No debí hacer esto, pero insisto; el amor es ciego, sin fronteras, y así, tenía
que acontecer. El otro error que cometí, fue el de internarme en este pedazo de
tierra para alejarme de mi familia. Que me hizo la vida imposible con la muerte
de Julián. Mis hijos, a medida que crecían, se convertían para ellos, día tras
día, en carga pesada. Estaba desesperada y una noche de total angustialismo,
tomé esta loca determinación, pero ahora veo que es necesario volver a la
ciudad para que mis hijos puedan estudiar y se conviertan en personitas útiles
a la patria. ¡Mi patria querida! ¡La patria de todos! ¡No la martiricemos, que
somos sus hijos! ¡Oh, Madre Patria, Colombia!
CORO: No tema Elvira. Usted es buena
como Julián. Salga de aquí para bien de los niños. Prepárese mujer que sus días
están contados. Nosotros la protegeremos; sí, nosotros la protegeremos. (Elvira
se sorprende al escuchar estas voces)
JULIÁN. Mi inolvidable Elvira. Escuché
toda su conversación y me ha dejado exhausto. Prefirió unirse a mí y fue leal
con sus principios. Buena novia, excelente compañera y madre amantísima.
ELVIRA: Julián, amadísimo esposo,
¿Dónde está que no lo veo? Y si de verdad es Usted, deme una pista para
reconocerlo.
JULIÁN: ¿No recuerda los inolvidables
momentos que pasamos juntos, contemplando las hermosas playas caribeñas? Pero
queridísima Elvira, esto no viene al caso.
No se haga ilusiones; yo ya no
pertenezco a este mundo terreno. Vine solo para recomendarle que no es
conveniente que siga en este solitario lugar, en medio de cuatro paredes,
cuando los niños requieren de cuidados especiales, y necesitan acercarse a las
aulas en busca de mejores horizontes. Además, le anuncio con toda sinceridad,
mi inolvidable Elvira, que sus días están contados; he querido que abandone
para siempre nuestra sufrida Colombia y nos reunamos en la bóveda celeste con
todos los ángeles, arcángeles y querubines, para glorificar a Dios. Pronto nos
volveremos a ver, ya como almas inmortales. (Calla y desaparece)
CORO: Sí, nosotros los inmortales le
queremos. No deseamos que sufra más. Pronto, muy pronto, estará con nosotros
para que forme parte de nuestro séquito celestial. (Elvira cae privada) (Los
niños entran en ese mismo momento y se lanzan bruscamente sobre el cuerpo de su
madre)
Escena II
ALMA: Daguito, ¡Mima se nos muere!
¿Qué hacemos? ¡Dios mío bendito! ¡Ayúdanos! (Los niños muestran delirios de
locura y gritan, botan todo… lloran)
DAGOBERTO: Démosle agua para que
vuelva en sí. Beba, señora mamá… ¡Almita, mi vida…! Ve, ya se mueve mima, está
reaccionando. ¿Qué alegría! (Se abrazan)
ELVIRA: ¿Qué sucedió, hijitos? ¿Por
qué me encuentro aquí tirada en el suelo?
DAGOBERTO: Entramos y la encontramos
así, en el suelo ¿Recuerda si alguien le hizo daño?
ELVIRA: (Los niños le ayudan a
levantar) No…no…hijitos, fe un simple desmayo, es pasajero. Ayúdenme a pasar a
la cama. (Los niños con dificultad le ayudan a subir a la cama y la cubren con
la colcha) Súbanse que les voy a comentar cosas muy interesantes; ya verán.
DAGOBERTO: ¡Qué bueno!, señora mamá.
Le escucharé con atención.
ALMA: Yo también estoy impaciente por
saber de qué se trata.
ELVIRA: Bien niños: Quiero que sepan
que acabo de tomar una determinación que es muy favorable para ustedes.
Venderemos esta finca y nos trasladaremos nuevamente a la ciudad.
Allí compraremos una casa puesto que
es mi deseo que terminen la primaria y continúen la secundaria al menos, en
forma ininterrumpida y satisfactoria. La Universidad quedaría condicionada por
los altísimos costos. Además, mis fuerzas, veo que poco a poco se van agotando
y lo mismo digo de mi salud… últimamente me he sentido muy decaída y si algún
día por cosas de la vida, llegare a faltar, ustedes se podrían defender con lo
poco o mucho que les deje.
Escena III
CARLOS: (Entra) ¡Qué sorpresa que les
encuentre todavía despiertos! (Se acerca y besa a Elvira; los niños se lanzan
sobre él)
ALMA: Qué bueno que llegó otra vez,
señor Carlos. Se estaba demorando.
CARLOS: Les traigo dulces y otros
presentes para que los disfruten; ¿Qué les parece? (Los niños contentos) ¡Qué
alegría! Nos ha tomado por sorpresa, señor Carlos.
DAGOBERTO: ¡Cuánto nos alegramos!
¿Cómo le fue en el viaje?
CARLOS: Maravillosamente… (Se acerca a
la mesa y sirve un tinto) No tuve contratiempos y logré concluir todas las
diligencias en forma por demás satisfactoria, y… ¿Qué le sucede a su mamita?
¿Está enferma? Así lo veo. (Se acerca y le acaricia la mano y la frente)
Elvira, ¿Qué tiene? La veo triste, ¿Qué le sucede?
ELVIRA: Estoy un poco decaída, pero pronto mejoraré;
ya lo verá, sí, ya lo verá.
CARLOS: (Insiste en tocarle la frente)
Niños, su mamita está prendida en fiebre. Es necesario que se tome una droga.
Almita, consígame agua. ¿Tome! Ahora le frotaré la espalda con aguardiente para
que se le baje la fiebre. (La frota)
ELVIRA: Es usted muy gentil, Carlos.
Cuánto le agradezco, hijitos, preparen algo para Carlos, pobrecito, debe tener
hambre. (Los niños en coro) Sí, mima, en seguida. (Le pasan un café)
CARLOS: (Pensativo) Elvira no está
bien; es necesario sacarla pronto de aquí. La observo muy demacrada y no
disponemos de los medicamentos adecuados para atenderla. La llevaré al pueblo y
le haré ver de un especialista, sí, le haré ver de un buen especialista si lo
hay.
O, en último caso, de un médico. Ahora
mismo, buscaré aquí en la vereda cargueros para trasladarla rápido porque se
nos muere y eso sí que no. Elvira, dí a los niños alisten un maletín con los
implementos necesarios y que en unos cuantos minutos saldremos. Espero que no
me reproche mi insinuación, se lo suplico, Elvira. Ya vengo, esté preparada
junto con los niños (Sale)
ELVIRA: ¡Dios mío! ¿Qué haremos? Y sin
plata. ¿Con quién dejamos la finca? En fin, primero está mi salud y el
bienestar de mis hijos. Lo demás sobra. Deseo vivir para mis hijos; no los
quiero dejar desamparados. ¡Manos a la obra, niños! No demora en llegar Carlos.
(Los niños se ponen a empacar y a dejar todo ordenado y guardado, mientras
Elvira se baja de la cama y cae bruscamente. Los niños acuden rápido para
auxiliarla)
Escena IV
CARLOS: (Llega con los cargueros y
entran una camilla) ¡Elvira…Elvira…! Pero ¿Qué le ha pasado? ¡Dios mío!
Pasémosla rápido a la camilla, (la recogen y la trasladan a la camilla)
Correcto; ahora salgan cuanto antes; tengan mucho cuidado. Niños, ¿están
listos? Salgan rápido que ya los alcanzo. Revisaré que todo quede en orden y
seguro, (salen) los niños, Carlos demuestra angustia; aparece Julián)
JULIÁN: Carlos mi buen amigo, mi
compañero inseparable. Quiero que sepa una cosa: Elvira llegará sin vida al
pueblo, y antes de pasar por la fonda, ya habrá muerto. Ella viene padeciendo
de una enfermedad crónica y Dios no quiere martirizarla más. Por esta razón, se
lleva su alma al infinito. Ahora mi buen Carlos, le suplico que me cuida los
niños, ellos le verán y le reconocerán como su verdadera madre. Trasládelos al
pueblo y haga de ellos personas probas como usted. Yo nunca los abandonaré.
Ahora alcáncelos y vaya con Dios.
CARLOS: Pero…¡Julián…! ¡Cómo…!
JULIÁN: Haga lo que le digo mi buen
amigo.
CORO: Sí, Carlos, váyase pronto y no
tema; nosotros los inmortales le damos las fuerzas necesarias para que resista
este duro golpe. No desmaye; sea fuerte. (Desaparecen)
CARLOS: Juro que los conduciré por el recto camino de la vida y que Dios nos
proteja a los tres.
FIN
DAMARIS: Sí, mamá, ya voy.
MERCEDES: ¿Qué te pasa Tomasa con la niña? ¡Déjala entrar! Nola tengas ahí plantada.
Escena IV
Escena VII
Escena VIII
Escena XI
PATRICIO: Hija, ¿Qué le sucede? La veo triste.
Escena XIII
Escena XIV
Escena XV
Escena XVI
OBRA TEATRAL
UN GRITO DE AMARGURA
Explicación de la
obra
“Un
grito de amargura”, Es otro drama que apasiona; es muy tierno. Aparece la
pobreza como elemento principal en los primeros dos actos. Los personajes
tienen que pasar por una serie de vicisitudes para sobrevivir. Esto hace que en
ellos haya un cambio de comportamiento; reflexionen y corrijan su manera de
actuar.
Ya
en el tercer acto, la situación para los personajes es totalmente diferente;
ellos, logran amasar la riqueza, gracias al gran sentido de responsabilidad y a
la bondad de uno de los personajes, doña Mercedes, que los acogió como sus
herederos. “No hay mal que por bien no venga”, es la frase que encaja en
sentido estricto, el mensaje de este drama bien sobresaliente de la vida en
general.
PERSONAJES
PATRICIO:
Padre de Damaris, de unos 35 años, amargado y poco comprensivo con su hija.
CARMENZA:
Esposa de Patricio de 38 años, cariñosa y muy buena con su única hija, Damaris.
DAMARIS:
Hija de Patricio y Carmenza, de unos 10 años de edad. Detesta la manera cómo
actúa su progenitor.
DAMIÁN:
Gamín de unos 12 años, amigo inseparable de
Damaris.
MERCEDES:
Dueña de una gran fortuna.
TOMASA:
Criada de doña Mercedes.
MÉDICO:
De doña Mercedes.
ABOGADO:
De doña Mercedes.
TRANSEUNTES:
(Hombres, mujeres y niños)
ACTO
PRIMERO
Escena I
(El
escenario consta de una pieza donde cuelgan costales y material de campo como
azadones, palas, picas y machetes.
Carmenza
muele maíz y Patricio se encuentra amolando una peinilla).
CARMENZA:
Bueno, Patricio, la masa ya está lista para las arepas, pero falta leña para
prender el fogón.
PATRICIO:
No joda tanto mujer, ¿No ve que estoy afilando la peinilla?
CARMENZA:
Perdone, mijo, pero es que si usted no tiene esa panza llena, antes de salir
para el trabajo, comienza a maldecir y eso es lo que yo no quiero. ¡Entienda,
mijo!
PATRICIO:
Está bien. Ahora mismo le aprontaré leña y yo mismo me encargaré de prender el
fogón. No quiero que me dañe el día.
CARMENZA:
Así se hace mi querido Patricio. ¡Cuánto diera porque me comprendiera y me
diera un buen trato!
PATRICIO:
¿Ve? Ya empezó con sus pendejadas. Eso es lo que me ofusca de usted que siempre
me recuerda bobadas para que se me salte la piedra. ¡Déje esa boca cerrada y
coma callada! Todavía la quiero ayudar y no se deja.
CARMENZA:
Perdone viejo; esto no volverá a suceder.
PATRICIO:
Carmenza, ¿Por qué no llama a Damaris para que venga y me acompañe a traer
cosas de la huerta?
CARMENZA:
Sí, en seguida (Se acerca a la puerta y llama) ¡Damaris…Damaris…, hija! Venga
pronto que su papá la necesita.
Escena II
DAMARIS: Sí, mamá, ya voy.
PATRICIO:
¡Cómo que voy!, ¡mocosa indolente! Carmenza, dígale a esa caraja que se apure.
CARMENZA:
¡Mija…! ¡Mija…! Venga rápido.
DAMARIS:
(Entra) Ya llegué, mamá. ¿Para qué me quiere?
PATRICIO:
¡Cómo así que para qué me quiere! (Patricio le da unos coscorrones) ¡Anda, so
majadera! Toma un costal y un lazo de los pequeños, pero ¡muévase! Que ya nos
cogió la tarde.
DAMARIS:
Bueno, papá; (comienza a buscar) pero…yo no encuentro el lazo.
PATRICIO:
¡Carajo! ¡Maldita sea! ¿Es que está ciega? ¿No lo ve ahí colgado?
CARMENZA:
Hija, aquí está. Anda y ayúdele a su papá. (Damaris sale.
Carmenza
queda platicando sola:) ¡Dios mío! Esta niña se nos crece y solo presiento que
no vamos a poderle dar estudio, porque somos muy pobres y, además, queda muy
distante la escuela de aquí. Patricio es un hombre rudo y no comprende a
Damaris. Solo piensa en las cosas materiales como si la muchacha fuera un varón
de aguante; si así continúa, muchas cosas podrían suceder. ¡Dios del cielo!,
deseo todo lo mejor para mi hija.
Escena III
Llega
Patricio, descarga y se sienta a descansar. Carmenza le pasa una totuma de
guarapo.
CARMENZA:
Tenga, mijo, refrésquese y, ¿la niña?
PATRICIO:
Esa mocosa se quedó; no aguantó mi paso y además es muy floja. (En esos
momentos entra Damaris)
Escena IV
CARMENZA:
Pero, ¡Cómo así que floja, Patricio! ¿No ve que no puede con semejante bulto
que usted le dio? No sea tan desconsiderado, mijo.
PATRICIO:
¡No joda, vieja maldita! Entonces, ¡hágalo usted; al diablo con sus malestares!
¡A trabajar se dijo! Y usted Damaris, cuenta cómo es que se va a dejar
influenciar por su mamá, porque yo sí sé para qué es el garrote. A mí sí me
enseñó mi taita a ser un verraco en la vida ¿Entiende?
DAMARIS:
Pues lo que soy yo, no vuelvo a salir con usted, papá, porque me hace pasar
muchos sustos por ese camino que atraviesa el cementerio, sobre todo, cuando me
refiere historias violentas y de espantos; y todavía más: quiere que trabaje
como una persona grande sin tener fuerzas para ello.
PATRICIO:
¡Ah! ¡Con que se revela la condená de mi hija! Pues ha de saber que ahora
mismo, se ha ganado una soberana paliza para que respete a su padre. (La coge
de una mano y le da varios correazos. La niña se suelta y sale corriendo.
Patricio corre tras ella, pero es inútil, la niña le ha tomado ventaja)
Carmenza:
(Llora y desesperada llama a la niña) ¡Damaris, hija, no corra que es peor!
Regrese a la casa que su papá no le hará daño.
Escena V
PATRICIO:
(Entra) Ella tiene que regresar y entones será a otro precio. ¿Quién dijo que
un hijo se burla de su padre? Pero, ¿Quién? (Le da un puñetazo a la pared o a
la mesa y, luego, se siena cabizbajo)
CARMENZA:
(Se acerca y acaricia a Patricio) Mijo, comprenda que la muchachita está muy
pequeña y que el trabajo material es muy pesado para la mujer. Entienda a la
niña; no me la castigue de esa manera. ¡Hágalo por amor a Dios! (lo sigue
acariciando)
PATRICIO:
Sí, Carmenza, tal vez he sido demasiado duro con Damaris y con usted. Lo
reconozco. Tengo que reparar la falta. Ahora mismo iré a buscarla. Perdóneme
mija, pero es que vivo muy angustiado de ver esta situación económica que
tenemos.
Ya
no se consigue trabajo. El suelo nada produce sino es con abonos químicos y tan
caros que están. Además, cualquier cosa que brote de la tierra, se la roban.
¿Sabe qué? Debo salir en busca de la muchareja. Siento un remordimiento muy
grande.
CARMENZA:
Patricio, no se vaya solo; yo le acompañaré y, entre los dos, es muy posible
que la encontremos rápido. Demostremos a la niña, amor, mucho amor, para que
ella comprenda que de verdad le queremos, que no le castigaremos más y que le
acogeremos de nuevo en nuestro hogar.
PATRICIO:
De acuerdo, Carmenza. (Se cogen de la mano y salen)
ACTO SEGUNDO
Escena I
(Todo
se desarrolla en una calle cualquiera de la ciudad de Santafé de
Bogotá. Se encuentran unos niños representando el papel de gamines y les
acompaña Damaris. Ellos caminan de un lado para otro, tratan de robar a la gente, piden
limosna, venden periódico, imitan a las personas en su forma de andar, etc.)
DAMARIS:
(Un rato después, Damaris se sienta en una esquina del escenario y comienza a
hablar mientras para la gente): Quisiera regresar a mi casa, pero ya es tarde,
no puedo, ni lo debo hacer. Mi papá es capaz de que me mata.
Esta
situación que se vive sola, es aterradora. Nadie se puede imaginar cómo es,
hasta que no se está una metida en ella; es como una llama que calcina y que
mata. ¿Cómo zafarme? ¿Qué debo hacer? (En ese momento se le acerca Damián y le
interrumpe su monólogo.)
DAMIÁN:
¿Qué le pasa Damaris, que la veo meditabunda?
DAMARIS:
No, nada.
DAMIÁN:
Usted me hace pensar que recuerda como algo me a mí, también me sucede; ¿No es
verdad? (La calle va quedando sola y se escucha música de fondo) Mira: (Se
sienta al lado de Damaris) Yo era un niño consentido y muy súper protegido por
mis padres. Nada me hacía falta; pero un día de tantos por una simpleza de mi
parte, me cansé de mis padres y de mis hermanos, actitud que ahora repudio; yo
creí, hacer lo mejor. Robé a papá una buena cantidad de dinero y con él, viajé
y me divertí mucho. Se me acabó la plata y ya llevo unos años en esta situación
como usted bien lo sabe. Ahora, yo también me arrepiento y quisiera volver a mi
hogar, pero no; lo haré el día que deje de ser un gamín. Debo convertirme en un
muchacho serio y responsable de mis actos, reconocer la falta y ayudar más bien
a mis padres. ¿No le parece?
DAMARIS:
¿y sus padres no lo han buscado?
DAMIÁN:
Como al quinto mes vi mi foto que lo recuerdo tanto; salió por la tele, pero yo
ya era irreconocible, me dejé crecer el pelo y mi rostro estaba totalmente
transformado.
DAMARIS:
Ahora Damián, yo también pienso en algo que nos puede beneficiar.
DAMIÁN:
¡Dígame!, ¿Cómo qué?
DAMARIS: Mira:
No sigamos esta vida de perros; pensemos que a nuestra edad ya nos podemos
desempeñar ocupándonos en otra cosa que no sea esta ridiculez.
DAMIÁN:
¿En qué nos podemos ocupar si no sabemos nada?
DAMARIS:
Yo podría por ejemplo emplearme de niñera, de jovencita del servicio, de
mandadera; pero hagamos otra cosa que nos de plata y que no sigamos así como
gamines, cansando a la gente, aguantando las inclemencias del tiempo, abusando
de nuestra salud y convirtiéndonos en carga pesada para la sociedad y nuestras
familias.
DAMIÁN:
¡Qué bien, hable, Damaris! ¿Sabe? Usted me sorprende. Le cuento que voy a
cambiar y propongámonos desde ahora a buscar trabajo. Estoy seguro que lo
obtendremos.
DAMARIS:
De acuerdo Damián, pero juremos que lo haremos y o descansaremos hasta que no
se cumplan nuestros deseos.
DAMIÁN:
¡No, Damaris! No hay necesidad de poner a Dios or testigo. Eso es malo, mejor
propongámonos a cambiar nuestras vidas.
DAMARIS:
Bueno, usted por su lado, y yo, por el mío; y éste, será el sitio ideal de
reunión para saber cuál de los dos corre primero con mejor suerte; ¿De acuerdo?
DAMIÁN:
Bien, despidámonos. (Se golpean las manos en señal de felicidad. Salen
brincando)
ACTO TERCERO
Escena I
(Todo
sucede en una sala bien presentada. Suena el timbre, y Tomás, que se encuentra
limpiando los muebles se apura para abrir la puerta).
DAMARIS:
Buenos días señora. Me llamo Damaris Vega.
TOMASA:
¿Qué desea, mocosa indolente?
DAMARIS:
Señora, busco trabajo.
TOMASA:
¿Usted, buscando trabajo en esta casa, donde solo entra lo más granado de la
sociedad? ¡Al diablo con su impertinencia! (Tomasa trata de sacarla a
empujones, pero de repente aparee Mercedes, la dueña de la casa)
Escena II
MERCEDES: ¿Qué te pasa Tomasa con la niña? ¡Déjala entrar! Nola tengas ahí plantada.
TOMASA:
Pero…señora, ¿no ve que es una muchacha de la calle? Además está muy sucia,
señora Merceditas. (Sigue haciendo aseo)
MERCEDES:
Ya te ordené que le permita entrar. Ven, hija, acércate y cuéntame qué deseas.
DAMARIS:
Mi señora, busco trabajo. Ya me cansé de pedir limosna y de andar pululando las
calles, ahora deseo cambiar y ser otra persona diferente.
MERCEDES:
¡Qué bien piensas, hija! Tomasa, trae a la niña una buena porción de leche y
unos bizcochitos.
TOMASA:
En seguida, señora (Pasa a la cocina).
MERCEDES:
¿Cómo fue que dijo que se llamabas?
DAMARIS:
Damaris Vega, hija de Patricio Vega y Carmenza Lugo, señora. Ellos viven muy
lejos de aquí, no sabría explicarle por ahora.
MERCEDES:
¡Qué hermoso nombre! (La acaricia y se queda mirándola fijamente)
Escena III
(Tomasa
entra) Mire: aquí tiene su leche y bizcochitos, como dice la señora Mercedes.
¡Mmm!
MERCEDES:
Bueno Tomasa. ¡Déjate de bromas y vete a trabajar; a seguir ordenando la casa.
Tienes mucho que hacer.
TOMASA:
Como usted diga, señora (Se retira pero haciendo gestos de mal gusto)
MERCEDES:
Niña eres tan linda que me haces recordar a mi hija.
DAMARIS:
¿Qué le hago recordar a su hija? Luego, ¿dónde está ella?
MERCEDES;
Espera, hija, te cuento con detalles. Mira: mi esposo Nicolás, alma bendita,
era muy aficionado al fútbol, y un domingo le dio por salir acompañado de mi
hija Damaris, coincidiendo con tu mismo nombre que es lo que más me llena de
alegría. Como Nicolasito estaba retardado, tomó el carro le imprimió mucha
velocidad y chocó violentamente contra un carro-mula acabando con su vida y la
de mi hija. (Le señora llora inconsolablemente, pero Damaris la consuela)
DAMARIS:
No llore, señora, se lo ruego. Cúbrase de resignación (Le sigue acariciando la
mano)
MERCEDES;
Eso es lo que trato de hacer, pero no puedo, cariño. ¿Sabes qué? Quiero que te
midas un vestido y unos zapatos que dejó mi hija. Si te sirve la ropa, bueno;
si no, saldremos de compras. ¿De acuerdo?
DAMARIS:
Sí, señora; y ¿Dónde está la ropa?
MERCEDES:
Ven, te enseño primero el baño para que te duches y luego iremos al cuarto de
mi hija, que si te quedas conmigo, ese será también tu cuarto hasta que Dios lo
disponga. ¿Me entiendes, hija?
DAMARIS:
Sí, señora, comprendo. Muchas gracias por depositar en mí su confianza. ¡Qué
bella es usted, señora Mercedita!
MERCEDES:
Camina pues, métete al baño. Aquí te espero. (Mercedes quedó sola diciendo):
Damaris es idéntica a mi hija; se parece en todo: en su forma de hablar; en sus
facciones; ¡qué perfección! Si Dios permitiera que ella se quedara conmigo, lo
juro que le daré toda mi fortuna.
DAMARIS:
(Llama a Mercedes) Señora Mercedes, ya estoy lista.
MERCEDES:
Ya voy, hija (Sale)
Escena IV
TOMASA:
(Entra rápido) Pero ¡qué se ha creído esa majadera! ¿Acaso estará pensando que
se va a salir con la suya?, eso sí que no lo voy a permitir. Le haré la vida
imposible para que se marche y se pierda de mi vista. (Mercedes escucha con
atención lo que dice Tomasa)
Escena V
MERCEDES:
Tomasa, mira: ¡Cómo quedó de linda la niña ¡dime! ¿no se parece a mi hija?
Ahora, hija; siéntate aquí. Bien Tomasa; escucha lo que te voy a decir: Recibes
mis instrucciones al pie de la letra. De no ser así, es mejor que aprontes tus
cosas y se marches de esta casa para siempre. Ni una mala palabra, ni una mala
acción para Damaris. Me la atiendes muy bien como lo hacías con mi hija.
TOMASA:
Sí mi señora; yo creo que ha llegado el momento de confesarle que nunca le
faltaré al respeto; que cumpliré todo al pie de la letra como me lo acaba de
sugerir.
DAMARIS:
Muchas gracias, señora Tomasa. Trataré de comprenderla y hacerle caso en todo.
(Se pone a ordenar las cosas)
TOMASA:
(Se dirige al público; se frota las manos en señal de venganza) A la niñita
ésta, no sabe lo que le espera conmigo; no tiene ni la menor idea. ¡Pobrecita!
¡Mmm!
MERECEDES:
(Se le acerca a Damaris) No, hija, tú no harás nada en esta casa: Tomasa es la
que debe responder, ¿Me oyes, Tomasa?
TOMASA:
Sí, sumercé. (Al público) ¡Qué se habrá creído la recogida esa!
MERCEDES:
Ahora, debo salir y no volveré pronto hasta que no cumpla con mis compromisos
religiosos y de negocios. (Le da un beso a la niña y sale)
TOMASA:
Bueno Damaris: Coja la escoba y se pone a barrer, pero anda, ¡muévase…, so
pendeja! (le pega)
DAMARIS:
Sí, señora. (Barre)
Tomasa:
Ahora, trapee y limpie bien los muebles. (Tomasa se sienta; coloca los pes
sobre la mesita y comienza a comer banano y mira a la niña con desprecio) Así
no, ¡so mugre! (Le pega) Haga las cosas bien.
DAMARIS:
(Se pone a llorar. Justo en ese momento entra Mercedes)
Escena VI
MERCEDES:
¿Qué sucede, hija? ¿Por qué lloras? ¿Por qué tienes el trapero en la mano?
TOMASA:
Mi señora, es que Damaris tiene… un fuerte dolor de cabeza.
MERCEDES:
Nada, Tomasa. No te creo. Dime hija, ¿Qué te sucede?
DAMARIS:
Doña Mercedes, es que…
MERCEDES:
Di pronto, hija.
DAMARIS:
Es que desde que la señora salió, Tomasa no ha hecho más que ponerme oficio y
pegarme, diga que no. (Llora)
MERCEDES:
No llores, hija; (se dirige a Tomasa) Tomasa, has de saber que quedas
despedida. (Saca plata de la cartera y se la pasa) Toma esto, que te pertenece
y lárgate de mi casa. Quise probarte, dejándote sola con Damaris, porque hace
un rato me di cuenta de tus malas intenciones para con la niña. No te permito
un día más. Te doy solo unos minutos para empaque tus cosas.
DAMARIS:
No, señora, no haga eso con doña Tomasa; deje que se quede. Ella cambiará.
MERCEDES:
No, hija, esa es mi voluntad. De ahora en adelante, te quedarás en mi casa
acompañándome ¿De acuerdo?
DAMARIS:
Sí, señora, pero…
MERCEDES:
(Lleva los dedos a los labios de la niña) A ti, no te faltará nada. Ya verás.
TOMASA:
Señora, ya me voy. Quiera Dios que no se vaya a arrepentir.
MERCEDES:
(Le abre la puerta) Adiós Tomasa (Tomasa sale llorando. Doña Mercedes se dirige
a Damaris): Hija, ven acá. Yo esperaba este momento. Tomasa, últimamente se
estaba manejando muy mal, pero ahora soy yo la mujer más feliz del mundo. Tú
estarás a mi lado, entrarás por ahora a la escuela y te pondrás a estudiar bien
juiciosa. ¿De acuerdo?
DAMARIS:
Sí, mamá. (Se cubre la boca con las manos en señal e vergüenza)
MERCEDES:
¿Cómo fue que dijiste? ¿Mamá? (Doña Mercedes, la coge; la abraza, la besa y de
alegría, llora; pero Damaris la consuela)
DAMARIS:
No llore mamá, no recuerde cosas pasadas que a mí también me afligen. (Se
consuelan. De pronto suena el timbre. Damaris abre la puerta: apareció
Patricio, su padre)
Escena VII
DAMARIS:
(Lo reconoce), trata de retroceder, pero su padre se lanza sobre ella y la
acaricia) Y mi madre ¿cómo está? ¿Ella vino con usted?
PATRICIO:
No tema, hija de mi alma. Doy gracias a Dios que por fin la encontré bien. Eso
me imaginaba y de su mamá… (Mercedes interrumpe)
MERCEDES:
Pero…Señor, ¿Por qué entra de esa manera a mi casa? Debe ser más respetuoso,
señor.
PATRICIO:
Perdone, señora, pero fue que no resistí la tentación de abrazar a mi hija.
MERCEDES:
Ahora dime: ¿Cómo hiciste para dar con el paradero de Damaris? ¿Quién te
informó que la niña se encontraba en esta casa?
PATRICIO:
Mire, señora: Todo sucedió por un milagro de Dios. Mi esposa, alma pura, murió.
DAMARIS:
¿Cómo? ¿Qué dijo? ¿Qué mi madre murió? (La niña estalló en llanto y se desmayó.
De inmediato Mercedes se lanza sobre ella se dedica a volverla en sí. Damaris
se confundió mucho; en medio de esa horrible pesadilla, la niña le ordenó a su
padre que siguiera contando) Continúe papá, ya estoy bien.
PATRICIO:
Hija, estuvimos buscándola por todas partes. Agotamos todos nuestros recursos;
tuvimos miles de vicisitudes: viajamos de un lugar a otro; pasamos comunicados
por la radio, la prensa, y, nada.
Así
pasó un tiempo, hasta que apareció un muchacho como de unos 12 años que dijo
llamarse Damián.
DAMARIS:
(Le interrumpe) ¿Damián? El cómo está. Era mi gran compañero, vivíamos en la
calle, éramos gamines y dormíamos donde nos cogiera la noche. Cuidaba de mí y
jamás me trató mal; lo considero siempre como un buen hermano ¡Quiero verlo,
papá!, pero mejor siga su charla, no lo volveré a interrumpir.
PATRICIO:
Sí, hija. El me dio la dirección dónde encontrarla y le dije que me acompañara
hasta aquí y justo, afuera me espera, señora Mercedes.
MERCEDES:
Hazle seguir, ¡Que entre!
PATRICIO:
Sí, señora, gracias.
Escena VIII
DAMARIS:
(Se levanta de la silla y abre la puerta) ¡Damián! ¡Damián…! Venga, entre. Soy
yo, Damaris, ¿Me recuerda?
DAMIÁN:
(Entra y al verle, la abraza; luego se dirige a la señora) Señora, mucho gusto.
MERCEDES:
Hola, Joven, ¿Cómo estás? Siéntate.
DAMIÁN:
Gracias, señora, muy amable.
PATRICIO:
Bueno, señora. Solo deseo darle las gracias por todo lo que usted ha hecho en
bien de mi hija, Damaris.
MERCEDES:
Pero... Es que...
PATRICIO:
No, señora. No crea que vine a llevarme a la niña. Sé que le pertenece porque
le dio este techo, le brindó calor humano, y yo, en cambio, solo tengo un hogar
desolado y triste, donde falta lo más sagrado que es mi pobre vieja que está en
el cielo y que desde allá velará por nosotros. (Se pone a llorar)
DAMARIS:
Papá, no llore; usted se quedará conmigo; ¿no es cierto mamá, Mercedes? Pero no
me haga sufrir. Yo lo quiero mucho y no lo abandonaré jamás. Es lo único que me
queda, igual que mamá Mercedes.
MERCEDES:
Sí, hija; él se quedará en esta casa si así lo desea tu padre. El no sufrirá
los rigores de la pobreza y más bien, nos va a acompañar porque hasta hace
falta un varón en la casa.
PATRICIO:
Señora, cuánto le agradezco su amabilidad, pero ¡cómo voy a dejar mis
pertenencias por allá botadas!
DAMIÁN:
Tranquilo don Patricio, Por ahora, yo creo que nos podemos ir, y allá en su
finca, puede refrescar su mente y pensar entonces, qué hacer con lo que tiene.
MERCEDES:
Sí, Patricio, es lo mejor que puedes hacer. Ya sabes que ésta es tu casa y yo
te tengo una gran sorpresa; para cuando regrese, lo sabrás. Por ahora, te ruego
que vendas o dejes arrendados. Luego te vienes. ¿De acuerdo?
PATRICIO:
Asi lo haré, señora Mercedes, muchas gracias por todo. Adiós, señora. (Se
dirige a hija Damaris) Damaris, hija del alma, aquí en presencia de la señora
Mercedes y Damián, quiero solicitarle me perdone, porque fui un hombre muy
cruel con usted. Y cuando traté de reparar la falta ya fue totalmente imposible
porque no la pudimos encontrar a tiempo; solo Dios sabe, por qué sucedió todo
esto. Discúlpeme, hija. (Acaricia y besa sus manos)
DAMARIS:
No se afane papá que desde hace tiempo ya estaba perdonado.
Lo
quiero mucho, papá. (Lo abraza y acaricia)
PATRICIO:
Gracias, hija. (La besa) Adiós; ya regresaré.
DAMARIS:
Adiós, papá. (Le da un beso en la frente. Salen)
MERCEDES:
Tengo los días contados y debo visitar al abogado para que haga el traslado de
mis bienes a Damaris, a Patricio, a Tomasa e incluso a Damián que me cayó en
gracia y según Damaris, lo quiere como a un hermano. Deseo lo mejor para ellos.
(Llama a Damaris) hija, ven acá.
Escena IX
DAMARIS:
(Entra) Sí, mamá.
MERCEDES:
Te portas bien mientras regreso, Tengo que hacer unas diligencias, para tu bien
y el de los tuyos (Le da un beso y sale)
DAMARIS:
(Camina y al rato dice) Me siento muy afligida con la muerte de mi madre,
Carmenza. Tan buena que era ella. Jamás se me borrará su imagen. Quiera Dios
que desde el cielo me vigile y aparte de mí, las malas acciones. ¡Paz en su
tumba, madre! Bueno, ahora que quedé sola, debo aprovechar para entrar al
cuarto de Damaris, ver qué dejó y saber qué me llama la atención. (Sale; luego
entra rápido con una caja en sus manos, llena de muñecas) Pero… ¡Qué hermosura!
¡Cómo me voy a divertir con todas ellas! A cada una le haré un vestido bien
bonito; mejor, varios, para estarlas cambiando. (Coge una de tantas, le
arrulla, le hable y le acaricia)
Duerme
mi niña, mi pedazo de cielo, pero ¡Qué ojitos tan pequeñitos, Dios mío! Debe
tener hambrecita, ya le prepararé teterito para… (Entra Mercedes)
Escena X
MERCEDES:
¡Hija mía, pedazo de mi corazón! ¡Qué cuadro más hermoso el que admiro! Sigue
jugando con las muñecas. Pareces toda una mamá; (se acerca y la acaricia)
diviértete mi vida, que ahora te acompañaré (En ese momento doña Mercedes se
lleva la mano al corazón, cierra los ojos y se queda como dormida) Damaris,
hija, tú ya sabes ¿Dónde queda el consultorio del doctor Andrade, mi médico de cabecera?
Sal rápido y dile que venga; ojalá, lo más pronto posible.
DAMARIS:
Sí, mamá (Sale)
Mercedes:
Bueno, llegó mi hora; afortunadamente pude hablar con el abogado y ya Damaris y
sus familiares, son los dueños de mi fortuna. Serán ricos, muy ricos. Claro
está, que a Tomasa, también le dejé una casa porque mal o bien, ella siempre me
acompañó durante mucho tiempo y tenía que premiarle. (Se queja; entra el
médico)
Escena XI
MÉDICO:
¿Qué te sucede Merceditas? No te preocupes que no es nada grave. Tranquilízate.
Voy a examinarte. (Saca el Estetoscopio) Es cierto; estás muy delicada de
salud, pero ya te mejorarás. Tengo que remitirte de urgencia a la Clínica. No
puedo demorarte aquí. Es mejor prevenir, de todas maneras. A ver, Merceditas;
yo, personalmente me hago cargo de todo. Niña, aquí te dejo el número
telefónico y la dirección de la clínica. (Le entrega el papel) Salgamos pronto.
(Salen)
DAMARIS:
(Queda en casa; se pone a caminar en forma desesperada y luego dice): ¡Dios
mío! Salve a mi protegida; a mi Ángel de la Guarda, la quiero mucho; que Dios
no me la vaya a quitar. (De pronto, aparecen Patricio y Damián. Ten unas tulas)
Escena XII
PATRICIO: Hija, ¿Qué le sucede? La veo triste.
DAMARIS:
(Nerviosa) Papá, mamá se fue con el médico a la clínica. ¿Ustedes no pueden ir
a esta dirección?
DAMIÁN:
(Toma el papel lee y dice): Sí, yo sé dónde queda la clínica. Vamos don
Patricio (Salen)
DAMARIS:
(Se pone a empacar las muñecas y arregla la sala; se nota muy abatida, de
pronto, tocan en la puerta: (aparecen Patricio y Damián, se ven inmensamente
tristes; siguen a la sala y se sientan; se notan muy pensativos)
Escena XIII
DAMARIS:
Los noto muy raros: murió mamá? Dime papá ¿Qué sucedió?
PATRICIO:
Sí, hija, lamentablemente la noticia es mala.
Damián:
Cuando nosotros llegamos a la clínica, ya sacaban el cuerpo sin vida de Doña
Mercedes. La llevaron a la funeraria “Los Olivos”, y esta misma tarde será el
entierro. (Suena el timbre, Damaris abre la puerta. Es Tomasa)
Escena XIV
DAMARIS:
¡Hola, Tomasa! Siga y tome asiento.
TOMASA:
Gracias, niña Damaris. ¿Por qué está tan deprimida? Y… ¿Doña Mercedes? (Mira
por todas partes)
DAMARIS:
Por lo visto usted no está enterada de lo que sucedió.
TOMASA:
No, Damaris, ¡Cuenta!
DAMARIS:
Cuéntele, papá. Yo no puedo hacerlo. (Sale a cambiarse de ropa para ir al
entierro)
PATRICIO:
Bien, hija; lo haré. Mira señora: Doña Mercedes murió de un infarto y nos ha
dejado solos. Creo que usted la siente como nosotros; es un golpe muy duro: Y
yo, pregunto ¿Qué vendrá para nosotros de ahora en adelante? No quiero ni
pensar. Pero bueno, alistémonos para ir al entierro. Alguien debe quedarse
cuidando la casa.
DAMIÁN:
(Interrumpe) Tranquilo, don Patricio que yo me puedo quedar. Mejor salgan
rápido, porque les puede coger la tarde.
TOMASA:
Salgamos pronto, Damaris, ¡apúrese, mija!
DAMARIS:
Ya voy, pueden salir que ya los alcanzo. (Damaris, sale del cuarto y se arregla
el cabello; Patricio y Tomasa salen)
DAMIÁN:
(Damián se le acerca a Damaris y le dice): ¡Qué hermosa se ve mi vida! pero
Damaris, no estamos para aventuras amorosas, tiempo nos quedará. ¡Salga pronto
que le esperan! (Le da un beso en la frente- Damaris sale.
Damián
se queda comentando y recordando el pasado): Es increíble todo esto; después
del pacto que hice con Damaris, todo ha cambiado para los dos. Yo también me
considero afortunado porque logré salir de ese marasmo de incomprensión y de
sufrimientos en que estuvimos sumidos; es que no debo recordar aquellos tristes
momentos que pasamos los dos. Pero ahora, solo pienso en grande; deseo volver
al lado de mis padres, ayudarlos y forjarme mi propio futuro. (Llegan Damaris,
Patricio y Tomasa. Se notan muy abatidos, cansados; toman asiento. Damián les
pasa un refresco)
Escena XV
DAMIÁN:
¿Cómo le fue?
TOMASA:
Bien, jovencito. Muy triste, ¡Qué podemos hacer! Todo está consumado. (Suena el
timbre, Damaris abre la puerta)
Escena XVI
ABOGADO:
Buenas tardes. Soy el doctor Andrés Martínez, el abogado de la finada Mercedes.
¿Puedo seguir?
DAMARIS:
Siga usted. Tome asiente.
ABOGADO:
Gracias; ahora ¿Puedo saber quiénes son ustedes?
TOMASA:
Sí, Señor. Éste es don Patricio Vega, padre de Damaris; Damián, amigo de
Merceditas, y yo, Tomasa, para servirle a su merced.
ABOGADO:
Bien, el objetivo de mi visita, está encaminado a enterarlos de lo siguiente:
Ustedes han sido afortunados, diría yo, porque la señora Mercedes, y fue su
voluntad, que todos sus bienes fueran repartidos entre ustedes los cuatro. Así
que me acompañan ahora mismo a mi despacho para firmar documentos y hacer el
traslado en forma rigurosa, tal como está estipulado en el testamento firmado y
dejado por Merceditas, y que está bajo mi tutela. Les agradezco que me
acompañen (Salen, quedando Damaris)
DAMARIS:
(Asombrada) Pero, no puede ser, ¡No…! ¡Qué felicidad! Lo primero que haré, es
mandarle a construir una tumba bien elegante, donde reposen en paz, los restos
de mamá Mercedes, y para siempre, como también ordenaré la celebración de misas
y “Cabo de años”.
Daré
mercados a los pobres de solemnidad con alguna periodicidad; lo juro que así lo
haré.
También
en primerísimo orden trasladaré los restos de mi madre amantísima, que hoy
quisiera tenerla viva y a mi lado; pero Dios lo dispuso así, en fin, ya nada se
puede hacer. (Deja todo en orden y sale).
FIN
LIBRO DE TEATRO 2017
OBRA TEATRAL
A LA DIESTRA DE DIOS PADRE
Adaptada por: Prof. Miguel M. Bedoya
C.
Explicación de la obra:
Esta obra teatral
es tomada del cuento del escritor antioqueño Tomás Carrasquilla, que busca
mostrar nuestra idiosincrasia a través de personajes cotidianos. Durante el
espectáculo se busca constantemente integrar a los espectadores a la historia,
a la fiesta, a la danza, a la música para formar parte de la coreografía. Todo
dominado por un ambiente burlesco. Seremos partícipes de las aventuras de
Peralta, un hombre que gracias a su bondad, recibe como obsequio “divino” cinco
deseos para hacer con ellos lo que se quiera, pero en medio de la picardía del
personaje estos deseos en principio un poco “salidos de los sesos locos del
Peralta” serán la mejor forma para ayudar al prójimo ante todas las cosas y con
la complicidad de su hermana la Peraltona, le gana al diablo y a sus trampas,
engaña a la muerte, y logra su cometido; estar a la diestra de Dios Padre.
Es una obra para
toda la familia, con un lenguaje que retrata nuestro folclor y que busca
divertir a través de un humor picaresco y actual.
ACTO ÚNICO
Escena I
Presentadora
Presentadora:
Peralta vivía en un paraje muy grande y muy viejo, en el propio camino real muy cerca de un pueblo donde vivía el Rey. No era casado y vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida.
No había en el
pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas Caridades:
El lavaba a los
llaguientos; él asistía a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba
el pan de la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y, por
eso, era que estaba en la pura inopia; y a la hermana, se la llevaba el diablo
con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenía en la casa. Los invito
a que disfrutemos de esta maravillosa obra.
Escena II
Limosneros – Peraltona – Peralta –
Maruchenga
(Peraltona, Peralta y Maruchenga, entran y cada uno se posesione de sus actividades)
Limosneros: (Entra
de uno en uno, pidiendo limosna en voz alta): Una limosnita, por amor a Dios,
Peraltica. (Extienden las manos) Sí, una limosnita o si tiene comidita, mucho
mejor, Don Peraltica.
Peraltona: ¿Qué te
ganás hombre de Dios con trabajar como un macho, si todo lo que conseguís lo
botás jartando y vistiendo, a tanto perezoso y holgazán? ¡Cásate hombre,
cásate! pa que tengás hijos a quiénes mantener. Maruchenga, ¿Ya tenés todo
listo? Si así es, entonces ya podés
salir.
Maruchenga: Sí, su
mercé. Todo está listo. Ya salgo, su mercé. (Sale)
Peralta:(Espera que
salga Maruchenga y luego dice:) ¡Cálle la boca hermanita…! y, no diga
disparates. Yo no necesito de hijos, ni de mujer, ni de nadie, tengo a mi
prójimo a quién servir.
Peraltona: Y ¿Qué
importa si ellos no te van a mantener?
Peralta: Mi familia
son los prójimos.
Peraltona: ¡Tus
prójimos! Será por tanto que te lo agradecen, viejo de los demonios.
Peralta: No
importa. Ellos son mi felicidad.
Peraltona: Así te
veo siempre: más hilachento, zarrapastroso y más infeliz que los limosneros que
socorrés, hermano caprichoso, rellena embutida de mal olor.
Peralta: Ah, no se
meta en mi vida lastimera. Vieja inmunda, asquerosa y con alma de vampiresa.
Peraltona: So
arrastrado, mequetrefe, gusano embutido; ¡Jálele al respetico don Peralta que
yo no estoy sola! Escucha: bien podrías comprarte una muda y comprármela a yo,
que harto la necesitamos; o tan siquiera traer comida alguna vez para que
llenáramos nuestras panzas, ya que pasamos tantas hambres, pero vos no te
afanás por lo tuyo; tenés sangre de
gusano como los del alto gobierno. (En silencio, Peralta dialoga con los
limosneros y luego todos salen detrás de Peraltona).
Escena III
Presentadora
Presentadora: (Entra y dice): Esta era siempre la cantaleta de la hermana; pero como si predicara en desierto frío, Peralta seguía peor; siempre hilachento y zarrapastroso y el bolsillo lámparo, lámparo, con el fogón encendido de vez en cuando; la despensa en las puras tablas y una pobreza de amor dormido. Los Peralta siempre vivían acompañados de lisiados, limosneros y leprosos y a la hermana esto no le gustaba. De repente llegan dos desconocidos. (La Presentadora sale.)
Escena IV
Peregrinos – Peralta
Peralta: (Entra silbando y arreglando
su sombrero).
Peregrinos: (Llegan
sin pasar de la puerta y en coro dicen:) Nuestro amigo Peralta: venimos a
pedirle una limosnita por lo que más quiera y de paso, posada, por si su Mercé
tiene a bien ayudarnos.
Peralta: Con todo
corazón se las doy, buenos señores (Les dijo Peralta muy atencioso) pero lo van
a pasar muy mal, porque en esta casa no hay ni un grano de sal ni una tabla de
cacao con qué hacerles una comidita. Pero prosigan pa dentro, que la buena voluntad
es lo que vale. (Los peregrinos entran; La hermana de Peralta, llega con un
candil y pudo desanimarlos como quiso.)
Escena V
Peraltona – Peregrinos – Peralta
Peraltona: ¿Quién
los iluminó para que aparecieran por este lugar?
Peregrinos: (En coro)
No, señora, nadie nos indicó.
Peraltona: Bueno se
van sentando en esa banca y no crean que aquí la van a pasar de rechupete, no
señores; no tenemos nada qué comer, ¡qué tal…! Y ahora sí tenemos para otros.
¡Cómo les parece…!
Peregrinos: (Se
sientan y se ponen a dialogar en forma silenciosa, mientras la mujer los insulta, ellos con disimulo,
echan un aroma que ambientan el lugar; y
los Peralta, estaban
muy embelesados
tratando de escuchar a los visitantes y percibiendo los agradables olores)
Peralta: (Se dirige
a la hermana) Hija, dáte una asomadita por la despensa, desculca por la cocina,
a ver si encontrás alguito qué darles a estos señores. Míralos, ¡qué cansados
están!; se les ve la fatiga.
Peraltona: (Sale
diciendo: ¿y busté sí creés, que voy a encontrar algo en ese peladero de
cocina?
Peralta: ¡Tengás
fe, hermana! (Peralta camina por todas partes, percibiendo los agradables
olores sin dejar de mirar a los raros peregrinos.)
Escena VI
Peraltona – Peralta - Peregrinos
Peraltona: (Regresa
y dice): No hallé más que media arepa tiesa y requemada por allá en el asiento
de una olla de barro; tuvo que haber sido alguna gallina forastera que la dejó
ahí. Sólo vi corotos y porquerías de una montonera que había en la dichosa despensa
hasta pa tirar pa lo alto, pero de comida, ni… ¡hebra!
Peralta: No te
desanimés mujer, volvés a la cocina y revisés bien.
Peraltona: (Sumisa,
regresa a la cocina. Abre la puerta de la despensa y ¡qué sorpresa! (Dice en
voz alta) ¡Sorpresa….! ¡Sorpresa…! Esto tiene que ser un milagro; Gracias
Diosito Lindo que nos mandó comida hasta pa regalar y botar pa lo alto.
Peralta: Hijita,
¿Qué le sucedió? ¿Por qué tanta demora?
¡Dios mío, ven rápido!
Peraltona: Ya voy
hermanito querido de mi alma. (Entra) Encontré
muchos alimentos en la despensa, que usted no se imagina. Es un
verdadero milagro. Demos gracias a Dios, hermanito.
Peralta: ¡Cómo!
¿Verdad? (Los peregrinos aplauden, se miran y sonríen).
Peraltona: Sí, esto
tuvo que ser mi Dios, para premiarle sus buenas obras. Peralta: (Se arrodilla,
luego dice:) No sé como pagarle, Padre Santo, por haberme escuchado. (Se
levanta y se dirige a los peregrinos; los invitó muy amablemente a dormir y les dijo): ¡Cómo
les parece que ha ocurrido un milagróte! Ahora tenemos comida para
regalarle a todos los que la necesiten. (Peralta saltó de lo contento y todos se pusieron a bailar por unos segundos; luego, todos se acostaron; al rato, uno de ellos roncaba)
Escena VII
Peralta - Peraltona
Peralta: (Al rato, se levanta bostezando y haciendo estiramiento de manos; encuentra una mochila llena de oro, olvidada por los peregrinos y regresa a su lecho para contarle a su hermana pero ésta ya salía muy contenta y tarareando la canción titulada la Cucaracha:) ¡Hermanita, hermanita! Los peregrinos se fueron, dejando esta bolsa llena de oro; ¡mira…! ¿Qué hacemos con esto?
Peraltona:
¡Muestre, pa ver que contiene! Pero…
¡Dios mío! ¿Qué es esto? Piensa y luego
dice: No, Hermanito: Así estemos jodidos, hay que devolverla cuanto antes.
(Salen)
Escena VIII
Presentadora
Presentadora:
(Camina por el escenario diciendo:) Peralta se levantó en plena oscuridad y no
encontró ni rastro alguno de los huéspedes, pero sí halló una mochila repleta
de onzas del Rey en la propia cabecera del peregrino más joven. Corrió muy
asustado a contarle a la hermana, que al momento, se levantó de muy buen humor,
tarareando la canción “La cucaracha”.
Ahora sólo esperemos para saber cómo se va desenvolviendo esta loca pasión. (La
Presentadora sale, luego entran Peralta
y los limosneros)
Escena XIV
Peralta - Limosneros – peregrinos
Peralta:
(Se acerca a los limosneros y dice:) Esperen un momento que ya los atiendo.
(Desde un lado del escenario, empieza a llamar a grito entero a los
peregrinos:) ¡Amigos de Dios!, ¡Amigos míos!
¡Bajen rápido porque- dejaron algo muy importante y valioso! ¿Entienden?
Peregrinos: (Le
contestan en coro) Sí, ya le escuchamos
y enseguida bajamos. Tranquilo, mi buen hombre, que ya sabemos qué es.
Peralta (Se acerca
a los limosneros; les muestra algo; los
peregrinos llegan en ese momento y enseguida les dijo): “Caramba que el pobre
siempre jiede”. Miren que dejaron este
oral por el afán de irse de mi casa. Cuenten y verán que no les falta ni
un medio.
Peregrinos: Sentáte
, amigo Peralta, en ese banco, que tenemos que hablarle (Peralta se sentó) Nosotros, (dijo el joven con una calma y una
cosa allá muy preciosa) no somos tales peregrinos; no lo creas. (Éste señaló al
viejo) Es Pedro, mi discípulo el que maneja las llaves del Cielo; y yo, Jesús
Nazareno. No hemos venido a la tierra más que a probarte, y en verdad te digo,
Peralta, que te luciste en la prueba. Otro que no fuera tan cristiano como
que guarda las onzas y se habría quedado
muy orondo. Voy a premiarte: Los dineros son tuyos: Llévatelos, y voy a darte
de encima las cinco cosas que me querrás pedir. Con que pedí
pues, por esa boca. ¡Anda, que te queremos oír!
Escena X
Almas – El Señor - San Pedro – Peralta
Almas: (Entran con
una bandeja que contiene el vestuario de los ilustres visitantes; el Señor y
San Pedro se cambian mientras las almas en coro, cantan: Gloria a Dios en el cielo y en la
tierra paz a los hombres que aman al Señor. (Luego dicen:) Señor Dios, que
inspiras y realizas todos los buenos deseos, dirige a tus hijos por el camino
de la salvación, y haz que cuantos se entregaron a Ti, abandonándolo todo,
sigan a Cristo, renuncien al poder del mundo y te sirvan a Ti y a sus hermanos
con espíritu de pobreza y humildad de corazón. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén. (Salen)
San Pedro: Hombre
Peralta, fíjate bien en lo que deseas
pedir, no vas a salir con una buena bobada.
Peralta: En eso
estoy pensando, Su Mercé (Contestó sin modo de susto)
San Pedro: Es que
si pedís cosa mala, va y el Maestro te lo concede y, una
vez concedida, te
jodiste porque la palabra del Maestro no puede faltar.
Peralta: Déjeme
pensar bien la cosa, su Mercé. (Y sigue pensando, mirando a todos lados. (San
Pedro le tosía y éste no lo volteaba a ver) Bueno, su Divina Majestá: lo
primero que le pido es que yo gane el juego siempre que me dé la gana.
Señor: Concedido.
Peralta: Lo segundo
(siguió Peralta) es que cuando me vaya a morir me mande la muerte por delante y
no a la traición.
Señor: Concedido.
Peralta: (San Pedro
entre tanto, tosía y se rascaba la cabeza; no hallaba qué hacer, le señalaba el
Cielo pero Peralta no se daba por enterado; luego dijo): Pues bueno, su Divina
Majestá. Pues… de mucho pensar, pues… bueno. Su Divina Majestá, lo tercero que
me ha de conceder es que yo pueda detener al que quiera en el puesto que yo le
señale y por el tiempo que a yo me
parezca.
Señor: Rara es tu
petición, amigo Peralta. (Lo mira con gran compasión) En Verdad te digo que una
petición como la tuya jamás había oído; pero que sea lo que vos querás.
San Pedro:
(Acercándose a Peralta le dijo al oído muy sofocado) ¡El Cielo, hombre! ¡Pide
el Cielo! ¡No seas bestia!, ni an por eso. (Peralta no aflojó ni un pite y el
Señor dijo:
Señor: Concedido.
Peralta: La Cuarta
cosa, (dijo Peralta sumamente fresco) es que Su Divina Majestá me dé la virtud
de achiquitarme a como yo me dé la gana hasta volverme tan chirringo como una
hormiga.
Señor: Ja…Ja…Ja…
(Muy risueño dijo): Hombre, Peralta, otro como vos, no nace, y si nace, no se
cría. Todos me piden grandor y vos con ser un recorte de hombre, me pide
pequeñez. Pues bueno, será…. Hombre de Dios.
San Pedro: (Le
arrebató la palabra al Señor y dijo en tono muy bravo:) ¿Pero no ve que este
hombre está loco?
Peralta: Pues no me
arrepiento de lo que he pedido (muy resuelto) Lo dicho, dicho y a lo pecho,
pecho, Su Mercé.
Señor: Concedido.
San Pedro: (Muy
ofuscado e inquieto) Mira, hombre, no has pedido lo principal y no te faltó
sino una sola cosa.
Peralta: Por eso lo
estoy pensando; no se apure su Mercé. (Se volvió a quedar callado otro rato;
por allá a las mil quinientas, salió Peralta con esto): Bueno Su Divina
Majestá, antes de pedirle lo último, le quiero preguntar una cosa, y usted me
despense, Su Divina Majestá, por si fuera mal preguntado; pero eso sí me va a
dar una constesta bien clara y bien patente.
San Pedro: ¡Loco de
amarra! ...¡Bendito Dios! (Juntando las manos y mirando al Cielo gritó): Va a
salir con un disparate bien gordo. ¡Padre mío, ilumínalo!
Señor: (Muy sereno
dijo): Pregunta hijo, lo que quieras, que todo te lo responderé a tu gusto.
Peralta: Dios se lo
pague, Su Divina Majestá… Yo quería saber si el Patas es el que manda en el
alma de todos los condenados. O es Usted, o es el Padre Eterno.
Señor: Yo, y mi
Padre y el Espíritu Santo, juntos y por separado, mandamos en todas partes;
pero al Diablo le hemos largado el mando del infierno: El es el amo de los
condenados y manda en sus almas como vos en las onzas de oro que te he dado.
Peralta: Pues
bueno, Su Divina Majestá muy contento si asina es, voy a hacerle el último
pido: Yo quiero ultimadamente que Su Divina Majestá me conceda la gracia de que
el Patas no me haga trampa en el juego.
Señor: Concedido.
(Los dos
hombrecitos con mucho disimulo, abandonan el lugar y se cree que se volvieron
humo en la región. Peralta se queda sentado; encendió su tabaco y pensativo, se
metió las onzas de oro debajo del brazo;
se acerca a la mesa, la organiza, toma asiento y procede a lanzar la bolsa
sobre la mesa)
Escena XI
Limosneros – Tullida - Peralta – Hijo
del Rey – Peraltona – Maruchenga
(Empieza a llegar la
gente; Maruchenga se pone sus atuendos, barre, arregla todo y les coloca música suave. Los demás, rodean a Peralta y
alguien observa el bolso y luego dice:)
Limosnero: ¿Ónde te
sacaste ese entierro, hombre Peralta?
Tullida: Este se
robó el correo. Así creo. (Peralta se quedó muy desentendido)
Peralta: ¿Quién
dijo miedo? Vamos a jugar lo que quieran que yo siempre les ganaré. (Todos
empezaron y Peralta era el que recogía el dinero de las apuestas.)
Hijo del rey: Con
esta no nos quedamos. A nosotros no nos come este embutido hombre. Desgraciado
vejestorio del carajo, ladrón del pueblo. Voy a idear unas suertes y mañana no
le quedará ni una liendra a ese sinvergüenza. (Salió renegando y con él la
gente. Sólo quedan Peralta, Peraltona y Maruchenga)
Escena XII
Peralta – Peraltona – Maruchenga
Peraltona: (Grita,
baila al son de la música, da vueltas en rededor de la mesa donde está Peralta
y luego llama a Maruchenga:) ¡Tréme el
pañuelón de tripilla, que voy a visitar a la reina….! Maruchenga, ¡tréme los
frascos del perfume pa ruciar por aquí que está joliendo mucho! (Si veía pasar
alguna señora, decía): No pueden ver a uno de peinetón ni uso nuevo, porque al
momento, la imitan estas ñapangas asomadas. Maruchenga, ¡saca la sombrilla que
hace sol!; Maruchenga, ¡sácame la Crizneja!; Maruchenga, ¡compóneme el esponje
que se me tuerce!; Maruchenga, Sácame... (No deja en paz a la pobre Maruchenga
con tanto orgullo y tanta jullería. Sale)
Maruchenga: ¡Vieja
inmunda y sin oficio! Siquiera alzó vuelo la muy infeliz. ¡Ja…ja…ja…!
(Maruchenga pone el disco de “Nadie es eterno en el mundo” y pasa a la mesa de
Peralta una botella de aguardiente con sus copitas)
Escena XIII
Cura – Peralta - Maruchenga
Cura: (Llega)
Buenas le dé Dios a su Mercé.
Peralta: A sus pies
mi curita lindo. ¡Qué milagro verlo por aquí onde los verdaderos pobres!
Maruchenga: Póngase cómodo su reverencia y recíbeme con gusto, esta copa.
Cura: (Se sienta,
recibe la copa y toma el aguardiente de una; luego dice:) Le agradezco, niña.
(Se dirige a Peralta) Hombre de Dios. Las malas lenguas o mejor las buenas
lenguas, me dijeron que usted, Peralta, ahora era un hombre de bien y apoyaba
en todo a la comunidad. Bienvenido con una buena ayuda para componer la casa
que se está viniendo a pique por culpa de las goteras y con los ratones y
animales que allí pernotan.
Peralta: ¡Pa qué,
señor! La plata que he de gastar en eso, la gasto mejor en los pobres: Yo no
soy el Rey pa tener palacio.
Cura: Bueno, de
todos modos, ahí te dejo esa inquietud, hombre de Dios. (Lo abraza y sale
cogiendo de la mano a Maruchenga)
Escena XIV
La muerte – Peralta
La muerte:
(Aparece. Peralta estaba solo por casa, contando y haciendo montoncitos de
plata para repartir cuando:) ¡Tun, tun!
Peralta: (Abre la
puerta) ¡Mi amo de mi vida! Pero… ¡Qué escarramán tan horrible, Dios mío! (Se
pone muy nervioso)
La muerte: Vengo
por ti, Peralta.
Peralta: Bueno,
está bien. Pero tenés que darme un placito pa confesarme y hacer el testamento.
(Lo dice con muestras de mucho miedo)
La muerte: Con tal
que no sea mucho (lo dice de mal humor) porque ando de afán.
Peralta: Dáte por
ahí una gueltecita mientras yo me arreglo; o si te parece, entreténete Aquí
viendo el pueblo que tiene muy bonita divisa. Mira aquel aguacatillo tan alto;
trépate a él para que divisés a tu gusto.
La muerte: (Que es
muy ágil salió en estampida) Ya estoy trepada. ¡Qué le parece, amigo Peralta!
Peralta: Dáte
descanso, viejita, hasta que a yo me de la bendita gana que ni Cristo con toda
su pionada de ángeles te baja de esa horqueta. Porque yo sé que ahí estará
atrapada hasta que yo la baje.
Peralta: (De
rodillas, mira al cielo e implora al Señor:) Maestro, toda la vida le he
servido con mucho gusto; pero ahí le
entrego el destino: Esto sí no lo aguanto yo. Póngame algotro oficio qué hacer
o saque algún recurso… (El Señor y San Pedro hacen su aparición. Peralta sigue
de rodillas sin percatarse de la llegada
del Señor)
Escena XV
Peralta – El Señor - San Pedro – Almas
(El Señor y San Pedro, se retiran a un rincón a dialogar; luego regresan)
Señor: Pues, eso tiene que ser. No hay otra causa. Quédate vos y tratá a ese hombre con harta mañita pa ver si no, nos embroma más.
San Pedro: Lo que
Usted mande, Maestro. (Se vistió de peregrino)
El Señor: Yo veré,
Pedro. (Sale acompañado de su séquito)
Peregrino: (viendo
que Peralta no se levanta, se acerca a él y le dice:) Hombre de Dios, levantáte
y descansá.
Peralta: (Se
levantó y dijo:) ¿Otra vez usted molestando a esta hora sólo por robarme unos
cuantos minutos de sueño?
Peregrino: Hombre,
no vengo a que me dés posada tan solamente; Yo soy San Pedro, mandado por el
Maestro a que nos largués la Muerte por unos días, porque vos la tenés de pata
y mano en algún encierro.
Peralta: Lo que
menos su Mercé. La tengo muy bien asegurada, pero no encerrada y se la presto
con mucho gusto, con la condición que a yo no me haga nada. (Salen)
San Pedro: Contá
conmigo. Ya lo alcanzo, su mercé. (Sale)
Escena XVI
Diablo – Peralta – San Pedro
Diablo: (Entra a su celda sin que Peralta lo vea)
Peralta: (Entra y
escucha a San Pedro)
San Pedro: Amigo
Peralta, no hace falta que Usted venga. Ya tengo a la muerte asegurada.
Peralta: ¡Qué
bien!, Buen viaje y trátense con amor. Ahora buscaré al Diablo pa desafiarlo a
jugar; yo sé onde hallarlo. (Lo busca por todos lados y de repente se chocan y
el diablo dijo a Peralta en tono brabucón:)
Diablo: ¿Qué venis
a hacer aquí, culi chupao? Vos no sos de aquí; ¡rúmbale al momento!
Peralta: (Con
temblor) Pes, como nadie me ataja, yo quería invitarlo pa jugar lo que vos
quiera y da la casualidad de que me lo topo en mi propia vivienda. Pero
bienvenido, mi señor.
Diablo: No sabe
usted, ¿que yo soy el dueño de todo el Universo? ¿Quién sos vos?
Peralta: Yo soy un pobrecito
del mundo que ando poaquí ayudando al necesitao. Me dijeron que estaba en mi
carrera de salvación, pero a yo no me han recibido indagatoria ni nadie se ha
metido con yo. ¿Su mercé está como enfermoso?
Diablo: (Le cayó en
gracia este hombre y le dijo): Sí, camarada (contestó como muy aplacado) Se me
han alborotado en estos días los achaques; y lo pior es que nadie me hace
compañía porque el Mayordomo, los agregaos y toda la pionada no tienen tiempo
ni de comer, con todo el trabajo que nos ha caído en estos días.
Peralta: Pues, si
yo le puedo servir de algo, su Mercé (haciéndose el lambón) mándeme lo que
quiera que el gusto mío, es servirle a las personas.
Diablo: Yo lo
pensaré. Por ahora, estoy es muy aburrido y quiero ocuparme en algo o
entretenerme en cosas mucho más. ¿No te parece?
Peralta: Pues si su
Mercé quiere que juguemos alguna cosita, (muy desanimado) yo sé jugar toda
clase de juegos y en prueba de ello, es que mantengamos útiles en el bolsico
(saca la baraja y los dados).
Diablo: Lo malo es
que vos tenés que ganar porque yo no juego vicio.
Peralta: ¡Cómo no
he de tener, si yo tengo un alma como la de todos! Yo la juego con su Mercé
pues, también soy muy vicioso. La juego con cualquier alma de la gente de su
Mercé.
Diablo: Bueno mi
querido Peralta. Vamos a jugar.
Peralta: De
acuerdo, juguemos tute, usted reparte.
Diablo: Está bien,
yo reparto.
Peralta: (Tiende
sus cartas y dice:) Cuarenta, as y tres, no la perdés por mal que la jugués.
Diablo: Así será.
(Dijo bastante picado) Pero sigamos a ver qué resulta. (Con un tonito muy
maluco) ¡Vos sos una culebra echada o qué demonios!
Peralta: Tanto como
culebra, no. Lo que menos, su Mercé. Antes en el mundo decían dizque yo era un
gusano de puro arrastrao y miserable. Pero sigamos, su Mercé, que se disgusta.
(A la otra mano salió Peralta con tute de reyes).
Diablo: ¡Diablos!
(Gritó Lucifer) Sigamos jugando.
Peralta: Doblemos.
Diablo: Ganó,
Peralta. ¡Diablos! (Siguieron jugando y doblando hasta l7 partidas) ¡Ya no más!
(El diablo a gritos o bramidos espantosos, hizo que toda la gente del infierno
llegara a ver que sucedía. El Diablo desapareció)
Escena XVII
Diablito – Peralta - Gente
Diablito: (La gente
y el diablito aparecieron murmurando y éste
dijo con un tonito llorón): ¡Nunca me imaginé que a mi señor le diera
tanta y tan grave pataleta!
Peralta: Pero ¿Por
qué no seguimos jugando su Mercé? (Como suplicando) Es cierto que le he ganado
más de treinta y tres mil millones de almas; pero yo veo que el infierno está
sin tocar. Lo invito a jugar en lugar de su Jefe.
Diablito: Cierto
(Haciendo pucheros) pero esas almas no las arriesgo yo: Son mis almas queridas.
Son mi familia, porque son la que más se parecen a yo. (Llama a uno de los
consentidos y le dice): Andá hombre, sácale, a este bolsón miserable, su gente,
su ganancia, y que se largue de aquí. (Peralta dejó el infierno junto con la
gente hasta llegar al cielo)
Escena XVIII
El Señor - San Pedro - Peralta – Gente
– Monja
Peralta: (Llega con
la gente)
San Pedro: (Tan
pronto vio a Peralta, se le acercó
furioso y le dijo:) ¡Quita de aquí so vagabundo! ¿Te parece que te has portado muy bien y que
nos tenés muy contentos? Si allá en la tierra, no te amasé, fue porque no pude;
pero aquí si chupás. ¡So pendejo de mal gusto!
Peralta: No Se fije
en yo, viejito; fíjese en lo que viene por aquel lao. Vaya a ver cómo acomoda
esa gentecita, y déje de enojarse. (Entró y le hizo una señita al Señor)
Señor: (Bajó de su
Trono y conversó en secreto con San Pedro:) En buena nos ha metido ese Peralta.
Pero no puede de ninguna manera; condenados, condenados se tienen que quedar
por toda la eternidad. Andáte a tu puesto que yo iré a ver cómo arreglamos
esto. No abras la puerta; los que vayan llegando los entrás por el postigo
chiquito. (El Señor regresó a su trono) Toquen bando y que entre Peralta. Éste
se sentó en un rinconcito y el Señor dijo): Pongan harto cuidado para que vean
que la Gloria Celestial no es cualquier cosa (Luego le dijo a la Monjita) Lee
vos el escrito, hijita, que tenés tan linda pronunciación.
Monja: En seguida
su Majestad. (Tomó el escrito y empezó a leer) “Nos, Tomás de Aquino y Teresa
de Jesús, mayores de edad y del vecindario del Cielo, por mandato de Nuestro
Señor, hemos venido a resolver un punto muy trabajoso…” tan trabajoso, tan
sumamente trabajoso, que ni an siquiera se puede contar bien patente las
retajilas tan lindas y tan bien empatadas escritas en la dichosa gaceta. ¡Hasta
ahí mecha la que tenían esos escribanos!
Señor: ¿Y qué
conclusión sacaron de ese escrito?
Monja: Pues mira su
Majestad: Como Peralta le ganó todas las apuestas a Lucifer jugando las almas
del infierno y como éstas ya estaban condenadas en vida, no podían entrar al
Cielo y es que no deben entrar a él; entonces, era preferible dejarlos por
fuera del Cielo, que regresaran al infierno a que se quedaran vagando en
redondo del mismo por sécula, seculorum, amén.
San Pedro: Por todo
esto es que hay en este mundo especialmente en la tierra, gente de malas pulgas
que gozan con el mal de los cristianos porque ya son gente del Patas; y por eso
es que se mantienen tan enjurecidos y
padeciendo tantísimos tormentos sin candela. Estos dizque son los envidiosos. Y
por eso fue que el diablo no quiso
arriesgar las almas aquellas del infierno porque, esas también eran envidiosas
como me imagino que las almas de Peralta que fueron devueltas al infierno, sin ton ni son.
Peralta: Ahora sí
comprendo por qué debemos ser hombres de bien. Mire lo que me pasó con estas
almas que me las rechazaron en el cielo.
San Pedro: En
verdad te digo, Viejo Peralta, que usted fue un gran hombre. Honesto, que ayudó
a todo el mundo y por eso Dios le tiene un sitio preferido en el Cielo.
Peralta: Gracias,
su Mercé. Espero nos podamos comprender muy bien.
Señor: (Que en
todas las bullas de Peralta no había hablado palabra, se paró y dijo de este
modo): Peralta, escogé el puesto que querás. Ninguno lo ha ganado tan alto como
vos, porque vos sos la humildad; porque vos sos la caridad; allá abajo fuiste
un gusano arrastrado por el suelo; aquí sos el alma gloriosa que más ha ganado.
Escogé el puesto. No te humilles más, que ya estás ensalzado. (Se escucharán
coros celestiales)
Escena XIX
Presentadora
Presentadora: De
este modo y pasando por varios estadios, Peralta fue elegido por Dios como un alma
gloriosa por su infinita humildad y caridad y Peralta que no había usado la
virtud de achiquitarse lo fue haciendo hasta quedar un Peraltica de tres
pulgadas, y derechito, con la agilidad que tienen los bienaventurados, se
brincó al mundo que tiene el Padre en su diestra, se acomodó muy bien y se
abrazó con la Cruz. Allí está por toda la eternidad en la Diestra de Dios
Padre.
R e p a r t o:
Presentadora…Maruchenga
Cura…Peralta
La
muerte…Peraltona
Diablo…Diablito
San
Pedro…El Señor (Peregrino)
Limosneros
(Dos)…Tullida
Hijo
del Rey…Gente (Seis)
Monja
Miguel
María Bedoya Carvajal
Autor
FIN
OBRA TEATRAL EN DOS ACTOS
EVENTOS DEL 20 DE JULIO 1810
Por: Miguel María Bedoya Carvajal
ACTO PRIMERO
Escena I
Presentadora
Presentadora: Día
de mercado en la Plaza Mayor de Bogotá. La historia nos dice que todo comenzó
con un florero. Era viernes 20 de Julio cuando un criollo fue a pedir prestado
un florero. En este acto de apariencia efímera, se desató un enfrentamiento
entre criollos que eran indios, blancos, patricios, plebeyos, ricos y pobres y por
supuesto, los españoles; tanto el Virrey, como las autoridades militares,
contemplaban atónitos ese súbito y violento despertar de un pueblo que culminó
en la Independencia de Colombia.
Escena II
Antonio Morales, José Miguel Pey, Luis
de Rubio, Junta y Militares
(Era día de
mercado. Los militares españoles muy atentos a cualquier movimiento irregular
de las personas. La gente estaba gritando vivas en contra del mal gobierno; se
improvisa una reunión de Notables en un sitio visible de la plaza, y entre
ellos estaban: Camilo Torres, José Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo
Lozano, Antonio Morales, Luis Rubio, Francisco José de Caldas y José Miguel Pey)
y, Antonio Morales, dijo:)
Antonio Morales: Distinguidos
compañeros: Espero que me escuchen en estos propicios momentos, para llevar a
cabo nuestros buenos propósitos. Yo opino con todo respeto, que se podría
provocar a Llorente y me ofrezco para dialogar con él.
José Miguel Pey: También
podemos encargar de esta importante misión a Don Luis de Rubio. ¿Ustedes están
de acuerdo?
Junta: (En coro)
Sí, amigo, estamos de acuerdo y esperamos que Don Luis acepte.
Luis de Rubio: Sí,
gustoso acepto, apreciados compañeros.
Escena III
Miembros de la Junta, Pueblo y
Militares
Pueblo: ¡Qué viva
la Junta!... ¡Abajo el mal gobierno!... ¡Abajo los traidores!... ¡Queremos ser
libres!... ¡No más, tanta opresión…!
Junta: ¡Vivan
nuestros hombres, criollos por excelencia!
Escena IV
Don Luis de rubio, Llorente, Morales, Francisco
José de Caldas y Militares
Don Luis de Rubio:
(Se dirige a la tienda de Llorente) Buenos días Llorente.
Llorente: Buenos
días tenga Usted.
Don Luis de Rubio:
Amigo, como queremos ofrecer un banquete a Villavicencio, vengo a solicitarle
un florero o cualquier clase de adorno para tal fin.
Llorente: (Llorente
piensa y luego dice:) He prestado la pieza varias veces, y ésta, se está
maltratando; y por lo tanto, está perdiendo su valor.
Francisco José de
Caldas: (Pasa por el frente de su almacén y saluda:) Hola Llorente, Buenos
días- ¿Cómo estás?
Llorente: Mi buen
amigo, muy bien…, muy bien…; y tú?
Antonio Morales:
(Quien se encontraba en su tienda, al escuchar este saludo, con ironía dice:) ¡Cómo
se atreve usted a saludar a este chapetón de mierda, mentiroso, mafioso y
vulgar y que tanto daño nos han causado estos malditos españoles! (En ese mismo
momento, levantan el florero y lo dejan caer con fuerza, volando en pedazos la
pieza)
Llorente: No,
nosotros sólo hemos traído progreso y bienestar a todos ustedes y ahora, me han
dañado el florero más costoso y valioso que yo guardaba y que para mí era una
reliquia.
Antonio Morales:
(Levanta una mano y le propina a Llorente soberano tiestazo que alcanza a
volarle un diente) y le dijo: Esto, recíbelo con gusto, por mi gente y por
Colombia.
Escena V
Morales, Llorente, Junta, Pueblo,
mujer y Militares
Antonio
Morales (Comienza a gritar dirigiéndose al pueblo:) Compañeros: El comerciante
español dijo a Rubio malas palabras contra Villavicencio y los americanos.
Llorente: No, no…
falso. Yo no he dicho nada contra nadie.
Pueblo: (Unas
personas exclaman:) ¡Que viva el señor Morales! (Otras decían:) ¡Abajo el señor
González.
Mujer: En medio de
la gente, dice:) “¡Mueran todos!… ¡viva mijo, que es el dueño del florero!”
Pueblo: (Al
escuchar esto, le dieron a la mujer, soberana paliza y gritan:) ¡Que mueran los
chapetones! ¡Abajo el mal gobierno!
Escena VI
José Acevedo Gómez, Pueblo y Militares
José Acevedo Gómez:
(Reúne a varios del Cabildo y dice:) Desde este momento me declaro investido
del carácter de “Tribuno del Pueblo” y nombro una Junta de Gobierno en la cual
se sustituye al Virreinato.
Pueblo: Queremos
que hable Acevedo, el Tribuno del Pueblo. ¡Abajo el mal gobierno!... ¡Fuera
Virrey y Virreina!... ¡Que viva la Independencia de Colombia!
Acevedo y Gómez:
(Muy contento dijo:) Compatriotas: “No pierdan estos momentos de efervescencia
y calor…”
Pueblo:
(Interrumpe) ¡Viva el Tribuno… ¡Viva la independencia!
Acevedo y Gómez:
¡Qué bueno que celebráramos!
Morales: ¡Es una
excelente idea, amigo; celebremos!
Pueblo: (Ponen
música de la época y celebran) ¡Viva la fiesta! ¡Viva el Tribuno! ¡Vivan los
hermanos Morales! (Todos alegres bailan, gritan y toman sus bebidas que van
sacando de las mochilas; se acaba el disco y todos salen.)
ACTO SEGUNDO
Escena I
Virrey y Virreina
(Entra el Virrey a
su oficina; se sienta y comienza a buscar documentos para leer y firmar; toma
unos, los arroja con furia al piso y luego dice:)
Virrey: ¡Ya me
siento derrotado por estos imbéciles criollos de mala muerte!... Ya mis días en
estas tierras, están contados. Todo esto me apesta. Mejor, desearía regresar a
mi España querida.
Virreina: (Entra
furiosa) ¿Es que vuestra Merced no tenéis bien puestos los pantalones para que
aplaquéis los ánimos a estas personas indolentes?
Virrey: ¡Qué decís
que no te escucho, amada mía?
Virreina: ¿No veis…
que vuestra Merced, hasta sordo sois? Parad muy bien las orejas… que ya me estáis
aburriendo.
Virrey: ¿Que…
qué?... ¿Qué yo estoy barriendo? ¡Por qué me insultáis amada Francisca!...
¡Jálale al respetico, que soy vuestro rey!
Virreina: ¡Perdonad
si yo os he ofendido!
Virrey: Estáis
perdonada. Pero, ¿Qué decís, por favor?
Virreina: (Le da un
beso y luego dice al oído:) Que pongáis freno a estos criollos. Llevadlos a
prisión.
Virrey: Dejad,
Señora, que estos alaridos de la gente… algún día habrán de pasar. ¡Ya veréis…
amada mía!
Virreina: No me
siento derrotado todavía y si estas refriegas continúan, entonces buscaré ayuda
del Rey.
Virreina: No,
Antonio José, lo mejor es salir de este país, cuanto antes.
Virrey: (Toma a la
Virreina de la mano, van saliendo y luego manifiesta:) ¡No, amada mía… ¡Eso no
lo podemos hacer!
Escena II
Presentadora
Presentadora: (Entra
y dice:) El virrey, ese mismo día constituye la
Junta Suprema de Gobierno
debido a la perturbación del Orden, y ésta, es presidida por el Señor Amar e
integrada por los Regidores de Santafé. Meses después y como Presidente de la
Junta Suprema, José Manuel Pey, muy a su pesar, decretó la prisión del Virrey
Antonio Amar y Borbón, así como de su esposa y un día después de su captura se
les facilitó salir sigilosamente de la capital de donde partieron a Cartagena y
luego a Cuba y de allí pasaron a España con su carrera arruinada.
Escena III
Niña
(Entra una hermosa
niña bien vestida y lleva una canastilla llena de flores que al final de su
intervención, las lanza al público.)
Niña: (La niña declama
el poema “Retiro forzoso”:)
RETIRO FORZOSO
“De Colombia salen
temblando
El Rey y la
Virreina;
Hacen escala en la
gran Cuba
Donde pernoctan un
tiempo;
Luego se van
presurosos
Dejando malos
recuerdos
Y al escapar el
Virrey,
Hay calma en las
ciudades;
Una junta hace otra
ley
Y empieza la
Libertad.
Después de muchas
contiendas,
Fue libre el país
entero,
Colombia ganó la
lucha,
Y España pagó el
Florero.”
Reparto:
Presentadora…Antonio
Morales
José
Miguel Pey…Luis de Rubio
Junta
(9 personas)…Militares (Varios)
Llorente…Francisco
José de Caldas
José
Acevedo Gómez…Mujer
Virrey…Virreina
Niña
FIN
PENSIONADO, ME AGRADA LA LECTURA, ESCRIBO POESÍA, TEATRO, NOVELA, HISTORIAS Y OTROS.
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