lunes, 22 de octubre de 2018

FANTASÍAS DEL ALMA: MI GRAN SANTANDER (lista de reproducción)

FANTASÍAS DEL ALMA: MI GRAN SANTANDER (lista de reproducción)FANTASÍAS DEL ALMA

miércoles, 9 de noviembre de 2016

LIBRO DE TEATRO 2016: OBRAS DE TEATRO 2016

LIBRO DE TEATRO 2016: OBRAS DE TEATRO 2016: LIBRO DE TEATRO 2017 OBRA TEATRAL A LA DIESTRA DE DIOS PADRE Adaptada por: Prof. Miguel M. Bedoya C. Explicación de la o...

lunes, 7 de noviembre de 2016

OBRAS DE TEATRO 2016




LIBRO DE TEATRO 2017

GENIALIDADES DEL TEATRO COLOMBIANO

MIGUEL MARÍA BEDOYA CARVAJAL

“El arte más importante
Es provocar la alegría
En la acción creadora
Y el conocimiento”

Albert Einstein

INTRODUCCIÓN

Las obras de teatro que presento en este libro titulado “GENIALIDADES DEL TEATRO COLOMBIANO”, las escribí pensando en acciones de la vida real que se suceden en el tiempo y a través del tiempo. Los temas son sencillos pero de gran contenido moral y social, que nos conducen a analizar el comportamiento de nuestros semejantes en muchos aspectos de la vida humana.
El lector de este libro, no encontrará dificultad para interpretar el mensaje de cada obra. Traté de escribirlas, con el propósito de ser puestas en escena por Profesores de Español y Literatura, Estudiantes de Planteles de secundaria y por Directores de Grupos de Teatro de las diversas Instituciones Culturales que existen en Colombia y que llevan el arte y el folclor a los rincones más apartados de nuestra geografía colombiana, para levantar el ánimo y la alegría de sus gentes.
Para mí, es importante presentar al lector, un bosquejo de cada obra, con el que se formará una clara idea de ellas, sin llegar a exageraciones de mi parte.





OBRA TEATRAL
PERDÓN Y OLVIDO

EXPLICACIÓN DE LA OBRA

“Perdón y Olvido” es una obra tierna, apasionante y llena de matices cotidianos. Es muy fácil de representar.
Esta obra fue estrenada en el Instituto Técnico Industrial “Aquileo Parra” de Barichara-Santander, en el año 1991, siendo ganadora del concurso. También se llevó el primer puesto con el mejor actor, Carlos. La escenografía y los efectos de sonido e iluminación, son muy importantes en esta obra; no se pueden descartar. Como sugerencia, el tercer acto, puede suprimirse, a criterio del grupo, pero se recomienda nombrar un Presentador para que al final de la obra, haga un comentario de lo que sucederá a los personajes en dicho acto y puede quedar así:
Presentador: (Entra) Un mes después, Elvira muere, y Carlos profundamente conmovido por esta irreparable pérdida y por una petición especial que le hiciera Elvira y el Alma de Julián, decide aceptar a Almita y a Daguito como sus verdaderos hijos. Carlos vende la finca y se traslada al pueblo para costear el estudio de los niños. Carlos juró ante la tumba de Elvira que nunca dejaría de velar por ellos. Así lo hizo y ahora Almita y Daguito son unos excelentes profesionales de la medicina y del derecho. Carlos se casó con un modelo de mujer, de buenos sentimientos y entre ambos, brindaron calor humano a los niños. Esta pareja vive muy feliz y ya se ganó un lugar privilegiado en el cielo.

PERSONAJES

CARLOS:                             Injustamente sentenciado a prisión.
CAZADOR:                          Amigo de Carlos.
JULIÁN:                              Víctima.
ELVIRA:                              Esposa de Julián.
ALMA:                                 Hija de Julián y Elvira.
DAGOBERTO:                      Hijo de Julián y Elvira.
ADRIÁN:                             Asesino de Julián.
CORO:                                 (Seis personas).
CARGUEROS:                       Amigos de Carlos



ACTO PRIMERO
Escena I

(Carlos se encuentra entre la cueva: unas veces, camina preocupado; otras, se encuentra o se sienta a pelar y masticar caña).

CARLOS: Ya voy a cumplir cinco años de estar oculto en estas abruptas tierras, por huir de la justicia y por salir involucrado, según la policía, en un vil asesinato que jamás cometí. Me parece ver al desgraciado ese del Adrián, empuñando el cuchillo con el que mató de un certero golpe, al más querido y apreciado de mis amigos, Julián. Recuerdo que era una noche estrellada, y, en menos que canta un gallo, el velo dorado de la tierra, se manchó con la abundante y espesa sangre que manaba del cuerpo de esa inocente criatura, que no conoció el mal y menos la traición amorosa de que se le acusaba y que le hizo cegar la vida para siempre. No pude evitar aquel horrendo crimen: luché como un león embravecido para defenderlo, pero todo fue inútil. Afortunadamente, logré escapar con vida, porque el desalmado del Adrián, lanzaba el arma a diestra y siniestra. Estuve a punto de ser cruelmente degollado. Huí como loco, pero pronto muy pronto, llegó la fuerza del orden y me llevaron preso, soportando toda clase de vituperios. Me procesaron; fui declarado culpable y condenado a veinticinco años de prisión; entre tanto, el propio criminal se encontraba disfrutando de su libertad; todavía sigue libre y cometiendo toda clase de fechorías. Así me lo imagino. Yo tengo que encontrarlo para vengar la muerte de mi predilecto amigo. De esto estoy seguro, lo vengaré, sí, lo vengaré.
Estuve de buenas; con la ayuda de un guardián cuyo nombre me reservo, logré fugarme de ese intolerable infierno, en horas bien entradas de la noche; fue una verdadera hazaña porque la cárcel estaba muy bien custodiada. Pero la noche, esa noche negra y fantasmal igual que el alma de Adrián, fue la que me protegió y me condujo por las diferentes partes de la Geografía Colombiana, pasando miles de calamidades hasta que por fin, decidí quedarme aquí. Ahora me siento sin fuerzas, enfermo y deseoso más bien, que el Dios de dioses se acuerde de mí. No puedo seguir metido aquí en esta puta cueva que huele a barro podrido, comiendo de todo aquello que la madre naturaleza me brinda y alejado por completo de la sociedad, piensa. Ya veo que me estoy convirtiendo en un animal. Recuerdo igualmente a mis padres como si los estuviera viendo y tocando; Mi madre, esa extraordinaria y bella mujer, humilde y trabajadora, entregada sólo al servicio de la familia, ¡Qué buena mujer!
Mi padre, ¡pobre viejo!, luchador infatigable hasta la saciedad, dueño de una pequeña y destartalada fábrica de velas, donde ha agotado todo su escaso potencial para satisfacer las necesidades de mi hogar. ¡Oh, mi hogar, mi dulce hogar! ¡Cómo lo voy a olvidar si fue allí donde nací y me crié como potro sin brida! Ahora, ¿Qué será de la vida buena y sana de mis dos hermanitas? ¿Ya se habrá casado la lunática esa de Alicia con el vago del Conrado? porque, eso sí, las ganas que le tenían a mi hermana, eran de pura concupiscencia, no sólo por el apetito carnal, sino por el deseo desmedido de quedarse con la parte de los bienes terrenos de mi padre; de eso estoy seguro, sí, muy seguro, porque también lo conozco como la palma de mis manos. Es ambicioso en exceso y de malas pulgas ese carajo. Y, ahora, me pregunto por Helena, mi consentida y tierna hermanita, la que me inspiraba confianza y a quien le confesaba todas mis andanzas; porque eso sí, era de muy buenos sentimientos igual que mi madre. ¡Quiera Dios que no haya cambiado mucho!, la llevo aquí encerradita dentro de mi corazón y estoy convencido que algún día la volveré a ver, o en la tierra o en el infinito cielo porque es un alma pura y noble como yo. (Se escucha música estilizada.)
(Carlos se sienta, pela una caña y comienza a masticarla.) Sé que no me encontrarán jamás, eso lo presiento; sí, eso lo presiento. (Se oye un tropel) pero escucho algo, ¡Dios mío, no me abandones! ¿Qué hago? Me protegeré con este palo, ¿sí, o no?, bueno; ¡sí! Pero… ¿dónde me meto ahora? ¡Carajo! ¡Me llevó el verdadero putas! No debo correr, ni retroceder, mucho menos esconderme. Haré frente al enemigo. (Le tiemblan las manos) debo ser como mi padre, ¡todo un corajudo! (Sigue temblando y dando muestras de miedo)

Escena II


Aparece el ánima de Julián en persona, vestida de blanco que dice:

JULIÁN: No tema Carlos, Soy su amigo entrañable, que vengo protegiéndolo desde que huyó. Usted mi querido amigo, es inocente, porque no fue el que me quitó la vida.
CARLOS: (Sorprendido) Escucho una voz conocida y parece ser la de Julián; sí, es la de él ¿Dónde diablos está escondido que no lo veo, Julián? Ven acá por favor, no me deje solo. Pero… ¿Qué me sucede? ¿Es que estoy soñando? No, no puede ser, si es la voz de Julián, de eso estoy seguro.
CORO: Nosotros los inmortales también estamos con usted, porque es bueno; sí, usted es una persona buena y merece la gloria. Le protegeremos; sí, le protegeremos. Cuente con nosotros… cuente con nosotros. No le pasará nada… no le pasará nada…
JULIÁN: Sí, usted no está equivocado, soy yo, Julián. Cuente conmigo que siempre le acompañaré en los momentos difíciles. (Desaparece. Nuevamente se escucha un tropel, esta vez con mayor intensidad)
CARLOS: Ahora estoy más tranquilo porque con la ayuda de Julián, mi vida cambiará; no me pasará nada.


Escena III

CAZADOR: (Aparece) ¡Veo huellas frescas…! Deben ser pisadas de una sola persona porque son de características muy exactas. (Sigue buscando más huellas. De pronto se tropieza con Carlos y ambos caen del violento impacto. El cazador se levanta rápido y encañona a Carlos) ¡Quieto no intente moverse porque le descargo la carabina! (Carlos trata de ponerse de pie)
CAZADOR: No se mueva, se lo dije, ¿es que no entiende? ¡O es, que se hace el pendejo!
CARLOS: Ni lo uno, ni lo otro; permítame que le explique; retira esa atrevida arma, no me haga daño. (El cazador la retira) Mira señor; le voy a contar: Soy un humilde campesino que perdí a mi familia. Teníamos una casita aquí en esta falda, (señala), pero un maldito derrumbe los sepultó a todos. Quedé desamparado desde muy pequeño, pero aquí estoy cuidando lo único que me dejaron mis padres. ¡Dios me los conserve! (se dirige al público) ¡vivo para siempre!
CAZADOR: Pero yo no veo huellas de derrumbe alguno. Todo parece perfecto. ¿Cuánto hace que sucedió?
CARLOS: Aproximadamente unos quince años; la tierra durante ese prolongado tiempo, vuelve al estado natural. Ahí está sepultada mi familia. ¡Créalo, señor! No le estoy mintiendo. (Se observa miedo en su rostro)
CAZADOR: Lo noto asustado, ¿No es verdad?
CORO: No le dé miedo que nosotros estamos con usted, Carlos; no se asuste… no se asuste… no se asuste, Carlos, nosotros le protegeremos, nosotros le protegeremos.
CAZADOR: Le repito que lo noto muy asustado, señor.
CARLOS: No, no señor, de ninguna manera.
CAZADOR: (Se sienta, saca de la bolsa queso y panela; come y reparte) ¡Umm…! Tome esto, porque usted da la impresión de estar muy hambriento.
CARLOS: Muchas gracias, señor. (Come con verdadera ansia) En mi casa nunca falta el queso, señor. Desde que conozco a mi padre, a él siempre le ha gustado tener una o dos vaquitas de leche para ayudar al sostenimiento de la familia. ¿No me observa fuerte, señor?
CAZADOR: Pero… ¿Qué dice? (se levanta) Su actitud me sorprende. ¿No acaba de manifestar que perdió a su familia en este lugar? Ahora veo que es un gran mentiroso y tengo que deshacerme de usted. ¡Cuánto antes, mejor!
CARLOS: ¡Cálmese amigo!; es que si hablo así, es porque a mis padres no los he podido olvidar y siempre acostumbro expresarme en presente. ¿Me entiende?
CAZADOR: Sí, claro. Confío en usted. Veo que es un buen hombre. Seremos los mejores amigos (se dan palmadas en las manos) Ahora, quiero descansar para luego emprender el viaje tan pronto como caiga el sol de la tarde. ¿Acompañarme?
CARLOS: Lo siento señor, pero no puedo abandonar este pedazo de tierra que tantas veces he arañado con mis propias y delicadas manos. (Las mira lentamente)
CAZADOR: Entonces salga y vigile mi caballo. Tome este pedazo de panela y le da para que recupere fuerzas ese garrapatoso animal.
CARLOS: Está bien señor; lo haré al pie de la letra (Sale)
CAZADOR: (Se recuesta, deja la carabina sobre las piernas y se queda dormido)

Escena IV

CARLOS: (Entra. Al verlo dormido, piensa; luego toma un palo por arma y trata de lanzarse sobre él, pero oye nuevamente la voz de Julián que le dice:) ¡Un momento, Carlos! Aproveche que está profundamente dormido y salga de aquí cuanto antes, y no confíe en él. Tome el arma y apere el caballo con mucho cuidado, y lléveselos, porque usted tiene que emprender un viaje muy largo. ¡Hágalo pronto, Carlos! (Julián calla y desaparece. Pensativo, Carlos suelta el palo lentamente y obedece la orden de Julián. Sale llevándose todo. Se escucha nuevamente el tropel)
CAZADOR: (Comienza a despertarse y se da cuenta que le hace falta la carabina) Esto era lo que me faltaba. ¡Maldita sea! (busca por todas partes la carabina y al no encontrarla, empieza a llamar) ¡Eh, cabrón de mierda!, ¡Qué hizo mi arma? Devuélvamela, (Piensa) Este tipo me robó. (Lleva las manos a los bolsillos) Menos mal que la plata y los documentos me los dejó. Ahora falta ver que también se haya llevado mi caballo. Iré a buscarlo y si no lo encuentro, me pondré a la pata hasta recuperar lo que me pertenece y que se tenga del trasero porque lo que soy yo, sí se lo daño para siempre. (Sale)


                                           ACTO SEGUNDO
Escena I

(Todo sucede en una pieza que da aspecto de alcoba y de cocina a la vez. Aparece una cama sencilla, una mesa y sobre ella, una cocineta y un molino, loza y ollas ahumadas en el suelo. Se encuentran dos niñas: Alma y Dagoberto, haciendo oficio y se escucha una tormenta)
ALMA: Mi señora mamá se está demorando demasiado y tengo miedo de tanto relámpago y tanto trueno. ¿Qué hacemos Daguito? ¿Vamos a buscarla? O,…mejor, esperemos. (Pela papas)
DAGOBERTO: (Pela yuca) No, querida. Recuerde siempre que mi señora mamá cada vez que sale, nos recomienda que estemos en casa porque no es conveniente dejarla sola, además, con tanto ladronzuelo y tanta inseguridad que reina por estos lados, es mejor quedarnos aquí. Es que la gente mala también ronda los campos. Almita… ¿Me oye?
ALMA: Sí, Daguito, le escucho, ¡Hable!
DAGOBERTO: Mire hermanita: Oremos para que esta tempestad pase pronto porque yo me voy a morir del susto (De rodillas, primero lo hace Dagoberto y cuando se termina un verso, empieza la niña y así sucesivamente hasta terminar el último verso)
¡Oh, Dios, no se quede en silencio!,
No nos persiga con sus tempestades.
¡Mire que estamos asustados!
¡Oh, Dios, Protector nuestro!
El cielo y la tierra son suyos
Y todo lo que en ella hay por los siglos
De los siglos, amén.
(Se santiguan y se levantan; a la vez, la tempestad va pasando lentamente)
ALMA: ¡Milagro…! ¡Milagro…! Ha cesado la tormenta. Dios nos escuchó. ¡Bendito sea por siempre Señor!
DAGOBERTO: ¡Cierto Almita! Demos gracias de nuevo al Señor (nuevamente se arrodillan y oran) Le damos gracias, Señor, porque nos ha escuchado y porque es nuestro Salvador. ¡Alabado sea el Señor! (Se santiguan. Se oyen tres goles en la puerta)
ALMA: ¿Quién podrá ser, y a esta hora? Vaya Daguito y abra la puerta.
DAGOBERTYO: (Abre la puerta y al ver al forastero, se devuelve para proteger a su hermanita Alma)


Escena II

CARLOS: (Llega agotado, la carabina le sirve de bastón) ¿Por qué se asusta niño? Yo no soy malo. Acérquese sin miedo. Si están solos yo los acompañaré. Vengan, acérquense.
DAGOBERTO: Así es Daguito. A este señor no le habíamos visto antes y mi señora mamá nos tiene prohibido que hablemos con forasteros y mucho menos que aceptemos cosas de los mayores. Así es que no insista. Es mejor que se vaya y nos deje solos, ¿No cree señor? Mi señora mamá es muy delicada y no permite que nadie entre sin su autorización. Vemos que está cansado, es cierto; y lo único que le podemos ofrecer, es un poco de agua para que calme su sed. Daguito, alcáncele agua, por favor.
DAGOBERTO: En seguida lo haré.
ALMA: Pero…no nos ha dicho cómo se llama, señor.
CARLOS: Bien. Me llamo Carlos, Carlos Altagracia. ¿Satisfecha?
ALMA: (Mueve la cabeza varias veces y luego sonríe y trata de cogerle la mano, pero se arrepiente) Su nombre es hermoso, y…
DAGOBERTO: Aquí la tiene señor. (Deja el vaso en el suelo y lo hace con mucho miedo)
CARLOS: (Toma el vaso, bebe y pide más) A ver niño, regáleme más agua, si no hay problema. ¿De acuerdo? Ahora dígame: ¿Cómo se llama, chico?
DAGOBERTO: (Va por otro vaso de agua) Con gusto, señor. Me llamo Dagoberto Posada, para servirle, señor.
CARLOS: Y la niña; ¿Cuál es su nombre?
ALMA: Mi nombre es Alma, señor.
CARLOS: Tiene un nombre muy hermoso, el más hermoso de los que he escuchado en esta comarca y en toda mi vida; y el apellido me es muy familiar. Sí, me es muy familiar. Posada… Posada… Ah, y ¿Dónde se encuentra su querida mamá señora?
ALMA: Será, señora mamá. No lo sabemos, señor. Ella nunca se digna decirnos para donde se va. Es el gran defecto que ella tiene. Seguramente piensa que la estamos espiando. ¡Pobrecita mi señora mamá! Ella tiene que trabajar muy duro para sostener este hogar, porque siempre somos un tantico pobres. Esto es lo que tenemos. ¿No es verdad, Daguito?
DAGOBERTO La purita verdad, señor. No le estamos mintiendo. Claro que mi señora mamá, no ha dicho si tiene otras cositas guardadas. Lo cierto es que ella es muy reservada. Eso pienso yo.


Escena III

ELVIRA: (Entra sorpresivamente) Pero… y, ¿Esto? ¿Quién es usted, señor? ¿Qué hace en mi casa? ¿Un intruso en mi casa? ¡Cómo se atrevió entrar! (Se dirige a los niños) ¿No les tengo prohibido que cuando estén solos, no le abran la puerta a nadie? ¿Por qué lo han hecho? Expliquen, de lo contrario, les castigaré. ¿No saben que es muy peligroso?
DAGOBERTO: Lo sabemos, señora mamá, pero el señor cuyo nombre no lo conocíamos sino hasta hace poco, tocó en la puerta con mucha delicadeza y por ello yo la abrí, creyendo que era usted, señora mamá. Perdóneme mima (se arrodilla), esto no volverá a suceder. Se lo prometo mima mía. Por favor se lo ruego que no nos pegue. El señor ha sido muy bueno con nosotros hasta ahora, y solo le hemos ofrecido un vaso de agua y eso porque lo pidió, mima mía. Él llegó muy agotado, y de una vez, se tiró al suelo. Parece viene de un viaje muy largo. Así lo creemos ¿Cierto Almita?
ALMA: Sí, señora mamá. Yo también digo que este buen señor es todo un caballero porque nos ha tratado con mucha cultura; no como otros chicos malos que andan sueltos sin ton ni son. Perdónenos mima si lo defendemos, pero es la pura, la purita verdad. (Se le acerca, la acaricia y la besa)
ELVIRA: Está bien. Ahora dígame: ¿Cómo es que se llama?
CARLOS: Me llamo Carlos Altagracia.
ELVIRA: (Se pone de pie, camina y dice:) ¿Carlos Altagracia…? Carlos Altagracia… ¡Ajá…! (Pensativa) ¡Qué bien!
CARLOS: ¿Qué le sucede, señora? La noto rara, muy rara… ¿Por qué repite mi nombre con tanta insistencia?
ELVIRA: Por favor, niños, déjenos solos por unos minutos. Ya los llamaré luego. (Salen los niños) Mi esposo alma bendita, que en paz descansa, me comentaba mucho acerca de usted.
CARLOS: ¿Quién era su esposo? Dígalo pronto, que su demora me desespera.
ELVIRA: Se llama Julián.
CARLOS: Julián Posada… (Piensa) pero… ¡Qué sorpresa me causa todo esto! Con razón que Daguito y la niña se parezcan tanto a Julián. Y cuénteme: ¿Tiene noticias del asesino?
ELVIRA: Sí, y muchas. Al principio todo el mundo creyó que el propio asesino de Julián era usted, Carlos, pero… ¡Qué equivocados estábamos quienes creíamos eso! Un año después que lo condenaron y luego pudo usted salir de la cárcel, aun corriendo toda clase de riesgos, encontraron pruebas poderosas en contra de Adrián Cortés y lo apresaron…
CARLOS: Elvira, perdone que la interrumpa, pero ¿Cómo se dieron cuenta que él había sido?
ELVIRA: Por él mismo. Como reza esta frase: “Por la boca muere el pez”. Imagínese, Carlos: Una noche, el idiota ese, se enamoró de una chica detective que se hizo pasar por prostituta y le desembuchó todo lo que sabía, en medio de los tragos.
CARLOS: Siga narrando, que esto está muy…interesante, Elvira.
ELVIRA: A la chica le contó toda la historia del asesinato de mi esposo, alma bendita, y ésta informó al juzgado; el juez, ordenó la captura de Adrián y le siguieron proceso hasta llegar a la conclusión de que el verdadero criminal había sido él. Entonces fue condenado a veinticinco años de cárcel. ¡Ojala que se pudra ese desgraciado allí! ¡Sí, que se pudra! Porque el que a hierro mata, a hierro o en cárcel ha de morir y a mí, sí que me sobra voluntad para deseárselo, ¡Sí! Me sobran ganas. ¡Se limpia las lágrimas.)
CARLOS: Bueno y ¿Qué pasó entonces con mi sentencia?
ELVIRA: Usted fue sobreseído de toda culpa. Así que no tiene por qué huir más de la justicia; es libre y ahora goza de todas las garantías ciudadanas. Así quedó escrito en el fallo a su favor. (Carlos abraza fuertemente a Elvira, la besa en la frente y luego se sienta.)
CARLOS: ¡No lo puedo creer! Es imposible que esto me haya sucedido y yo que he perdido todo mi tiempo devorando la selva y pasando tantas dificultades como usted bien lo puede ver. Pero ahora, me considero el hombre más feliz del mundo con esta fantástica noticia que me ha dado (Nuevamente la besa.)


Escena IV

CORO: Eres libre, Carlos… eres libre. Nosotros los inmortales le protegeremos. Nosotros los inmortales le felicitamos. (Carlos asustado, comienza a mirar por todas partes del escenario, luego:)
JULIÁN: (Aparece y habla) Yo también le felicito mi querido amigo, Carlos. Estaba plenamente enterado de los acontecimientos y no le había querido comunicar, mi buen amigo.
CARLOS: Gracias, Julián, he recobrado mi libertad. ¿Usted ayudó para que descubrieran pronto al verdadero asesino?
ELVIRA: Pero, su actitud me sorprende. ¿Con quién hablaba? Me pareció oírle pronunciar el nombre de mi esposo Julián, ¿No es cierto?
CARLOS: ¡No…! ¡No…! Estaba soñando. No preste atención a mis tontas palabras.
JULIÁN: Una cosa sí le aconsejo, Carlos. Debe hacer acto de presencia ante las autoridades que condenaron para que lo absuelvan de toda culpa y el sumario sea archivado definitivamente para bien suyo.
CARLOS: Hoy mismo me presentaré, Julián. Aunque me asaltan ciertas dudas, quizás por lo que estoy tensionado, pero ya verá. Iré, sí, iré.
JULIÁN: ¡Ah…! Y… no olvide visitar a Adrián.
CARLOS: ¿Cómo…? ¡Qué dice…? ¡Está loco?...¿Por qué tengo que visitar a este malvado que nos ha hecho tanto daño? ¡Eso sí que no, Julián!
ELVIRA: Pero, ¿Qué le sucede Carlos? Debe estar enfermo; ¡Por qué habla solo? Explique, Carlos. Es mejor que descanse. Recuéstese.
JULIÁN: Sí, Carlos, debe recostarse; es mejor que Elvira no se entere por ahora, que yo soy el que hablo, hágale caso.
CARLOS: Está bien, Elvira. Me recostaré un poco mientras recupero mi forma porque lo que viene me restará fuerzas.
JULIÁN: Ahora, Carlos: escuche pero en silencio lo que le voy a recomendar; ¿De acuerdo? (Carlos, en silencio, mueve la cabeza de arriba-abajo) Bien, le suplico que perdona a Adrián y olvide todo lo que nos ha sucedido con él. El pagará mi muerte ahí en la cárcel, lo mismo que mis sufrimientos, eso es más que suficiente, ¿No crees? (Carlos mueve la cabeza indicando afirmación, Julián calla y sale.)
ELVIRA: (Paseándose, dialoga consigo misma) ¡Qué corazón tan noble y generoso el de Carlos! En esta patria parece que crecieran todas las virtudes. He aquí, un buen ejemplo de virtud. ¡Debe ser grato ser amada por él! Pero…¿en qué pienso? ¡Dios mío! Soy viuda, es cierto, pero debo guardarle fidelidad a mi querido Julián, que todavía me brinda consuelo y es la luz de mi vida. Recuerdo muy bien el día que salió de nuestra casa… se despidió prometiéndome felicidad eterna, sin pensar que jamás regresaría.
CARLOS: (Despierta demostrando pereza) ¡Qué descanso tan maravilloso! (Pronuncia deletreando las palabras)
ELVIRA: ¿Sí pudo descansar? Así lo veo. ¿Durmió muy sabroso?
CARLOS: Sí, querida. Me hacía mucha falta este descanso. Ahora debo prepararme para partir. ¿Queda muy lejos el pueblo de aquí?
ELVIRA: De tres a cuatro horas, pero con la ayuda de Dios muy pronto llegará.
CARLOS: Hasta la vista, Elvira (la besa) ¡Ah…! Un abrazo y un beso muy especial para Almita, mi dulce palomita blanca que nunca olvidaré.


Escena V

ELVIRA: Adiós, Carlos. ¡Qué Dios lo proteja siempre! (Carlos sale. Dagoberto y Alma entran)
DAGOBERTO: Mi quería señora mamá. Vimos salir al señor Carlos, ¿Volverá?
ELVIRA: Pero… ¡Caramba!, niños ¿Por qué tanta demora? ¿Dónde estaban?
ALMA: Correteando las gallinas, los pollitos, los cerditos, los gaticos y las vaquitas de los vecinos, lo mismo que los cabritos y jugando con barro, señora mamá…
DAGOBERTO: Y aprendimos una hermosa poesía que nos enseñó la ve…ci…na… es cheverísima y la teníamos para dedicársela al señor Carlos, pero…mima, ¿no la quiere escuchar?
ELVIRA: Sí, niños, los oigo.
ALMA: (Cuando la niña termina de pronunciarla, ella demuestra demasiada tristeza y se lanza sobre el cuerpo de la madre) El título de la poesía es el siguiente:

“A UNOS NIÑOS DEL MUNDO”

¡Dichosos algunos niños del mundo!
Que comparten con su sana alegría,
El afecto, la caricia y los besos,
Con mamá y papá, sus tiernos amigos

Tienen un Dios un poco más benévolo
Los cuida de los males y peligros;
Les da el techo y el abrigo necesarios
Y siempre les protege de los malos.

La madre y la hija a la muñequita
Juegan, y el niño y el padre se divierten
De lo lindo, correteando el ganado,
O arreando las bestias, o apostando
Al soldado, o pidiendo un consejo.

Pero nosotros…Pobres huerfanitos
Del mundo, que mucha falta nos hacen
Nuestros dulces padres que asesinaran
O partieran con pena y con dolor.

¡Santa Virgen del Carmen!: permita
Que los hombres se comprendan y se amen.
Que el matrimonio sea una institución
Indisoluble, y los niños tengan
La gran dicha de acariciar sus sienes.


ELVIRA: ¡Qué bien lo hizo, hijita! (La abraza y la besa; lo mismo hace con Daguito, que también se arroja a su madre y la abraza)
DAGOBERTO: Señora mamá: y… ¿cuándo regresará el señor Carlos? ¿Se demorará mucho tiempo?
ELVIRA: Sí, hijo, tendrá que realizar unas cuantas diligencias, pero es posible que al regreso, lo haga pronto. Sabe qué, hijitos, dirijámonos al patio para ver qué tiempo gasta Carlos en llega a la fonda. (Ambos niños dicen): Sí, ¡Qué rico! Salgamos rápido para verlo llegar. (Salen)

                                          
                                          ACTO TERCERO
Escena I

Se realiza este acto en el mismo sitio que el segundo, con algunos pequeños cambios. Todo sucede en horas de la noche y parte del amanecer; buenos efectos de iluminación y sonido.
ELVIRA: No sé qué me pasó. Una comete muchos errores en la vida; pero nadie tiene la culpa cuando se obra ciegamente. El amor es así; y yo quise más a Julián que a Adrián; Adrián no me inspiraba confianza por su manera de actuar. Más que amarlo, lo odiaba a muerte y no lo podía aceptar mi corazón. No, no lo podía aceptar. Era despreciado por todo el mundo. Su temperamento hostil y la forma tan cruel como siempre resolvía los problemas, era su peor defecto. En cambio, Julián, era un muchacho apuesto, jovial y gozaba del aprecio de todo. Era virtuoso y de nobles aspiraciones. Por eso fue que me uní a él y de ahí, nació esa venganza de Adrián para con Julián y no lo dejó en paz un solo instante. Juró matarlo y ahí están los funestos resultados. No debí hacer esto, pero insisto; el amor es ciego, sin fronteras, y así, tenía que acontecer. El otro error que cometí, fue el de internarme en este pedazo de tierra para alejarme de mi familia. Que me hizo la vida imposible con la muerte de Julián. Mis hijos, a medida que crecían, se convertían para ellos, día tras día, en carga pesada. Estaba desesperada y una noche de total angustialismo, tomé esta loca determinación, pero ahora veo que es necesario volver a la ciudad para que mis hijos puedan estudiar y se conviertan en personitas útiles a la patria. ¡Mi patria querida! ¡La patria de todos! ¡No la martiricemos, que somos sus hijos! ¡Oh, Madre Patria, Colombia!
CORO: No tema Elvira. Usted es buena como Julián. Salga de aquí para bien de los niños. Prepárese mujer que sus días están contados. Nosotros la protegeremos; sí, nosotros la protegeremos. (Elvira se sorprende al escuchar estas voces)
JULIÁN. Mi inolvidable Elvira. Escuché toda su conversación y me ha dejado exhausto. Prefirió unirse a mí y fue leal con sus principios. Buena novia, excelente compañera y madre amantísima.
ELVIRA: Julián, amadísimo esposo, ¿Dónde está que no lo veo? Y si de verdad es Usted, deme una pista para reconocerlo.
JULIÁN: ¿No recuerda los inolvidables momentos que pasamos juntos, contemplando las hermosas playas caribeñas? Pero queridísima Elvira, esto no viene al caso.
No se haga ilusiones; yo ya no pertenezco a este mundo terreno. Vine solo para recomendarle que no es conveniente que siga en este solitario lugar, en medio de cuatro paredes, cuando los niños requieren de cuidados especiales, y necesitan acercarse a las aulas en busca de mejores horizontes. Además, le anuncio con toda sinceridad, mi inolvidable Elvira, que sus días están contados; he querido que abandone para siempre nuestra sufrida Colombia y nos reunamos en la bóveda celeste con todos los ángeles, arcángeles y querubines, para glorificar a Dios. Pronto nos volveremos a ver, ya como almas inmortales. (Calla y desaparece)
CORO: Sí, nosotros los inmortales le queremos. No deseamos que sufra más. Pronto, muy pronto, estará con nosotros para que forme parte de nuestro séquito celestial. (Elvira cae privada) (Los niños entran en ese mismo momento y se lanzan bruscamente sobre el cuerpo de su madre)


Escena II

ALMA: Daguito, ¡Mima se nos muere! ¿Qué hacemos? ¡Dios mío bendito! ¡Ayúdanos! (Los niños muestran delirios de locura y gritan, botan todo… lloran)
DAGOBERTO: Démosle agua para que vuelva en sí. Beba, señora mamá… ¡Almita, mi vida…! Ve, ya se mueve mima, está reaccionando. ¿Qué alegría! (Se abrazan)
ELVIRA: ¿Qué sucedió, hijitos? ¿Por qué me encuentro aquí tirada en el suelo?
DAGOBERTO: Entramos y la encontramos así, en el suelo ¿Recuerda si alguien le hizo daño?
ELVIRA: (Los niños le ayudan a levantar) No…no…hijitos, fe un simple desmayo, es pasajero. Ayúdenme a pasar a la cama. (Los niños con dificultad le ayudan a subir a la cama y la cubren con la colcha) Súbanse que les voy a comentar cosas muy interesantes; ya verán.
DAGOBERTO: ¡Qué bueno!, señora mamá. Le escucharé con atención.
ALMA: Yo también estoy impaciente por saber de qué se trata.
ELVIRA: Bien niños: Quiero que sepan que acabo de tomar una determinación que es muy favorable para ustedes. Venderemos esta finca y nos trasladaremos nuevamente a la ciudad.
Allí compraremos una casa puesto que es mi deseo que terminen la primaria y continúen la secundaria al menos, en forma ininterrumpida y satisfactoria. La Universidad quedaría condicionada por los altísimos costos. Además, mis fuerzas, veo que poco a poco se van agotando y lo mismo digo de mi salud… últimamente me he sentido muy decaída y si algún día por cosas de la vida, llegare a faltar, ustedes se podrían defender con lo poco o mucho que les deje.


Escena III

CARLOS: (Entra) ¡Qué sorpresa que les encuentre todavía despiertos! (Se acerca y besa a Elvira; los niños se lanzan sobre él)
ALMA: Qué bueno que llegó otra vez, señor Carlos. Se estaba demorando.
CARLOS: Les traigo dulces y otros presentes para que los disfruten; ¿Qué les parece? (Los niños contentos) ¡Qué alegría! Nos ha tomado por sorpresa, señor Carlos.
DAGOBERTO: ¡Cuánto nos alegramos! ¿Cómo le fue en el viaje?
CARLOS: Maravillosamente… (Se acerca a la mesa y sirve un tinto) No tuve contratiempos y logré concluir todas las diligencias en forma por demás satisfactoria, y… ¿Qué le sucede a su mamita? ¿Está enferma? Así lo veo. (Se acerca y le acaricia la mano y la frente) Elvira, ¿Qué tiene? La veo triste, ¿Qué le sucede?
ELVIRA:  Estoy un poco decaída, pero pronto mejoraré; ya lo verá, sí, ya lo verá.
CARLOS: (Insiste en tocarle la frente) Niños, su mamita está prendida en fiebre. Es necesario que se tome una droga. Almita, consígame agua. ¿Tome! Ahora le frotaré la espalda con aguardiente para que se le baje la fiebre. (La frota)
ELVIRA: Es usted muy gentil, Carlos. Cuánto le agradezco, hijitos, preparen algo para Carlos, pobrecito, debe tener hambre. (Los niños en coro) Sí, mima, en seguida. (Le pasan un café)
CARLOS: (Pensativo) Elvira no está bien; es necesario sacarla pronto de aquí. La observo muy demacrada y no disponemos de los medicamentos adecuados para atenderla. La llevaré al pueblo y le haré ver de un especialista, sí, le haré ver de un buen especialista si lo hay.
O, en último caso, de un médico. Ahora mismo, buscaré aquí en la vereda cargueros para trasladarla rápido porque se nos muere y eso sí que no. Elvira, dí a los niños alisten un maletín con los implementos necesarios y que en unos cuantos minutos saldremos. Espero que no me reproche mi insinuación, se lo suplico, Elvira. Ya vengo, esté preparada junto con los niños (Sale)
ELVIRA: ¡Dios mío! ¿Qué haremos? Y sin plata. ¿Con quién dejamos la finca? En fin, primero está mi salud y el bienestar de mis hijos. Lo demás sobra. Deseo vivir para mis hijos; no los quiero dejar desamparados. ¡Manos a la obra, niños! No demora en llegar Carlos. (Los niños se ponen a empacar y a dejar todo ordenado y guardado, mientras Elvira se baja de la cama y cae bruscamente. Los niños acuden rápido para auxiliarla)


Escena IV

CARLOS: (Llega con los cargueros y entran una camilla) ¡Elvira…Elvira…! Pero ¿Qué le ha pasado? ¡Dios mío! Pasémosla rápido a la camilla, (la recogen y la trasladan a la camilla) Correcto; ahora salgan cuanto antes; tengan mucho cuidado. Niños, ¿están listos? Salgan rápido que ya los alcanzo. Revisaré que todo quede en orden y seguro, (salen) los niños, Carlos demuestra angustia; aparece Julián)
JULIÁN: Carlos mi buen amigo, mi compañero inseparable. Quiero que sepa una cosa: Elvira llegará sin vida al pueblo, y antes de pasar por la fonda, ya habrá muerto. Ella viene padeciendo de una enfermedad crónica y Dios no quiere martirizarla más. Por esta razón, se lleva su alma al infinito. Ahora mi buen Carlos, le suplico que me cuida los niños, ellos le verán y le reconocerán como su verdadera madre. Trasládelos al pueblo y haga de ellos personas probas como usted. Yo nunca los abandonaré. Ahora alcáncelos y vaya con Dios.
CARLOS: Pero…¡Julián…! ¡Cómo…!
JULIÁN: Haga lo que le digo mi buen amigo.
CORO: Sí, Carlos, váyase pronto y no tema; nosotros los inmortales le damos las fuerzas necesarias para que resista este duro golpe. No desmaye; sea fuerte. (Desaparecen)
CARLOS: Juro que los conduciré por el recto camino de la vida y que Dios nos proteja a los tres.

FIN






OBRA TEATRAL
UN GRITO DE AMARGURA

Explicación de la obra

“Un grito de amargura”, Es otro drama que apasiona; es muy tierno. Aparece la pobreza como elemento principal en los primeros dos actos. Los personajes tienen que pasar por una serie de vicisitudes para sobrevivir. Esto hace que en ellos haya un cambio de comportamiento; reflexionen y corrijan su manera de actuar.
Ya en el tercer acto, la situación para los personajes es totalmente diferente; ellos, logran amasar la riqueza, gracias al gran sentido de responsabilidad y a la bondad de uno de los personajes, doña Mercedes, que los acogió como sus herederos. “No hay mal que por bien no venga”, es la frase que encaja en sentido estricto, el mensaje de este drama bien sobresaliente de la vida en general.


PERSONAJES

PATRICIO:   Padre de Damaris, de unos 35 años, amargado y poco comprensivo con su hija.
CARMENZA:    Esposa de Patricio de 38 años, cariñosa y muy buena con su única hija, Damaris.
DAMARIS:    Hija de Patricio y Carmenza, de unos 10 años de edad. Detesta la manera cómo actúa su progenitor.
DAMIÁN:    Gamín de unos 12 años, amigo inseparable de Damaris.        
MERCEDES:    Dueña de una gran fortuna.
TOMASA:    Criada de doña Mercedes.
MÉDICO:    De doña Mercedes.
ABOGADO:     De doña Mercedes.
TRANSEUNTES:     (Hombres, mujeres y niños)



                                            ACTO PRIMERO
Escena I

(El escenario consta de una pieza donde cuelgan costales y material de campo como azadones, palas, picas y machetes.
Carmenza muele maíz y Patricio se encuentra amolando una peinilla).
CARMENZA: Bueno, Patricio, la masa ya está lista para las arepas, pero falta leña para prender el fogón.
PATRICIO: No joda tanto mujer, ¿No ve que estoy afilando la peinilla?
CARMENZA: Perdone, mijo, pero es que si usted no tiene esa panza llena, antes de salir para el trabajo, comienza a maldecir y eso es lo que yo no quiero. ¡Entienda, mijo!
PATRICIO: Está bien. Ahora mismo le aprontaré leña y yo mismo me encargaré de prender el fogón. No quiero que me dañe el día.
CARMENZA: Así se hace mi querido Patricio. ¡Cuánto diera porque me comprendiera y me diera un buen trato!
PATRICIO: ¿Ve? Ya empezó con sus pendejadas. Eso es lo que me ofusca de usted que siempre me recuerda bobadas para que se me salte la piedra. ¡Déje esa boca cerrada y coma callada! Todavía la quiero ayudar y no se deja.
CARMENZA: Perdone viejo; esto no volverá a suceder.
PATRICIO: Carmenza, ¿Por qué no llama a Damaris para que venga y me acompañe a traer cosas de la huerta?
CARMENZA: Sí, en seguida (Se acerca a la puerta y llama) ¡Damaris…Damaris…, hija! Venga pronto que su papá la necesita.

Escena II

DAMARIS: Sí, mamá, ya voy.
PATRICIO: ¡Cómo que voy!, ¡mocosa indolente! Carmenza, dígale a esa caraja que se apure.
CARMENZA: ¡Mija…! ¡Mija…! Venga rápido.
DAMARIS: (Entra) Ya llegué, mamá. ¿Para qué me quiere?
PATRICIO: ¡Cómo así que para qué me quiere! (Patricio le da unos coscorrones) ¡Anda, so majadera! Toma un costal y un lazo de los pequeños, pero ¡muévase! Que ya nos cogió la tarde.
DAMARIS: Bueno, papá; (comienza a buscar) pero…yo no encuentro el lazo.
PATRICIO: ¡Carajo! ¡Maldita sea! ¿Es que está ciega? ¿No lo ve ahí colgado?
CARMENZA: Hija, aquí está. Anda y ayúdele a su papá. (Damaris sale.
Carmenza queda platicando sola:) ¡Dios mío! Esta niña se nos crece y solo presiento que no vamos a poderle dar estudio, porque somos muy pobres y, además, queda muy distante la escuela de aquí. Patricio es un hombre rudo y no comprende a Damaris. Solo piensa en las cosas materiales como si la muchacha fuera un varón de aguante; si así continúa, muchas cosas podrían suceder. ¡Dios del cielo!, deseo todo lo mejor para mi hija.

Escena III

Llega Patricio, descarga y se sienta a descansar. Carmenza le pasa una totuma de guarapo.
CARMENZA: Tenga, mijo, refrésquese y, ¿la niña?
PATRICIO: Esa mocosa se quedó; no aguantó mi paso y además es muy floja. (En esos momentos entra Damaris)

Escena IV

CARMENZA: Pero, ¡Cómo así que floja, Patricio! ¿No ve que no puede con semejante bulto que usted le dio? No sea tan desconsiderado, mijo.
PATRICIO: ¡No joda, vieja maldita! Entonces, ¡hágalo usted; al diablo con sus malestares! ¡A trabajar se dijo! Y usted Damaris, cuenta cómo es que se va a dejar influenciar por su mamá, porque yo sí sé para qué es el garrote. A mí sí me enseñó mi taita a ser un verraco en la vida ¿Entiende?
DAMARIS: Pues lo que soy yo, no vuelvo a salir con usted, papá, porque me hace pasar muchos sustos por ese camino que atraviesa el cementerio, sobre todo, cuando me refiere historias violentas y de espantos; y todavía más: quiere que trabaje como una persona grande sin tener fuerzas para ello.
PATRICIO: ¡Ah! ¡Con que se revela la condená de mi hija! Pues ha de saber que ahora mismo, se ha ganado una soberana paliza para que respete a su padre. (La coge de una mano y le da varios correazos. La niña se suelta y sale corriendo. Patricio corre tras ella, pero es inútil, la niña le ha tomado ventaja)
Carmenza: (Llora y desesperada llama a la niña) ¡Damaris, hija, no corra que es peor! Regrese a la casa que su papá no le hará daño.


Escena V

PATRICIO: (Entra) Ella tiene que regresar y entones será a otro precio. ¿Quién dijo que un hijo se burla de su padre? Pero, ¿Quién? (Le da un puñetazo a la pared o a la mesa y, luego, se siena cabizbajo)
CARMENZA: (Se acerca y acaricia a Patricio) Mijo, comprenda que la muchachita está muy pequeña y que el trabajo material es muy pesado para la mujer. Entienda a la niña; no me la castigue de esa manera. ¡Hágalo por amor a Dios! (lo sigue acariciando)
PATRICIO: Sí, Carmenza, tal vez he sido demasiado duro con Damaris y con usted. Lo reconozco. Tengo que reparar la falta. Ahora mismo iré a buscarla. Perdóneme mija, pero es que vivo muy angustiado de ver esta situación económica que tenemos.
Ya no se consigue trabajo. El suelo nada produce sino es con abonos químicos y tan caros que están. Además, cualquier cosa que brote de la tierra, se la roban. ¿Sabe qué? Debo salir en busca de la muchareja. Siento un remordimiento muy grande.
CARMENZA: Patricio, no se vaya solo; yo le acompañaré y, entre los dos, es muy posible que la encontremos rápido. Demostremos a la niña, amor, mucho amor, para que ella comprenda que de verdad le queremos, que no le castigaremos más y que le acogeremos de nuevo en nuestro hogar.
PATRICIO: De acuerdo, Carmenza. (Se cogen de la mano y salen)


ACTO SEGUNDO
Escena I

(Todo se desarrolla en una calle cualquiera de la ciudad de Santafé de Bogotá. Se encuentran unos niños representando el papel de gamines y les acompaña Damaris. Ellos caminan de un lado para otro, tratan de robar a la gente, piden limosna, venden periódico, imitan a las personas en su forma de andar, etc.)
DAMARIS: (Un rato después, Damaris se sienta en una esquina del escenario y comienza a hablar mientras para la gente): Quisiera regresar a mi casa, pero ya es tarde, no puedo, ni lo debo hacer. Mi papá es capaz de que me mata.
Esta situación que se vive sola, es aterradora. Nadie se puede imaginar cómo es, hasta que no se está una metida en ella; es como una llama que calcina y que mata. ¿Cómo zafarme? ¿Qué debo hacer? (En ese momento se le acerca Damián y le interrumpe su monólogo.)
DAMIÁN: ¿Qué le pasa Damaris, que la veo meditabunda?
DAMARIS: No, nada.
DAMIÁN: Usted me hace pensar que recuerda como algo me a mí, también me sucede; ¿No es verdad? (La calle va quedando sola y se escucha música de fondo) Mira: (Se sienta al lado de Damaris) Yo era un niño consentido y muy súper protegido por mis padres. Nada me hacía falta; pero un día de tantos por una simpleza de mi parte, me cansé de mis padres y de mis hermanos, actitud que ahora repudio; yo creí, hacer lo mejor. Robé a papá una buena cantidad de dinero y con él, viajé y me divertí mucho. Se me acabó la plata y ya llevo unos años en esta situación como usted bien lo sabe. Ahora, yo también me arrepiento y quisiera volver a mi hogar, pero no; lo haré el día que deje de ser un gamín. Debo convertirme en un muchacho serio y responsable de mis actos, reconocer la falta y ayudar más bien a mis padres. ¿No le parece?
DAMARIS: ¿y sus padres no lo han buscado?
DAMIÁN: Como al quinto mes vi mi foto que lo recuerdo tanto; salió por la tele, pero yo ya era irreconocible, me dejé crecer el pelo y mi rostro estaba totalmente transformado.
DAMARIS: Ahora Damián, yo también pienso en algo que nos puede beneficiar.
DAMIÁN: ¡Dígame!, ¿Cómo qué?
DAMARIS: Mira: No sigamos esta vida de perros; pensemos que a nuestra edad ya nos podemos desempeñar ocupándonos en otra cosa que no sea esta ridiculez.
DAMIÁN: ¿En qué nos podemos ocupar si no sabemos nada?
DAMARIS: Yo podría por ejemplo emplearme de niñera, de jovencita del servicio, de mandadera; pero hagamos otra cosa que nos de plata y que no sigamos así como gamines, cansando a la gente, aguantando las inclemencias del tiempo, abusando de nuestra salud y convirtiéndonos en carga pesada para la sociedad y nuestras familias.
DAMIÁN: ¡Qué bien, hable, Damaris! ¿Sabe? Usted me sorprende. Le cuento que voy a cambiar y propongámonos desde ahora a buscar trabajo. Estoy seguro que lo obtendremos.
DAMARIS: De acuerdo Damián, pero juremos que lo haremos y o descansaremos hasta que no se cumplan nuestros deseos.
DAMIÁN: ¡No, Damaris! No hay necesidad de poner a Dios or testigo. Eso es malo, mejor propongámonos a cambiar nuestras vidas.
DAMARIS: Bueno, usted por su lado, y yo, por el mío; y éste, será el sitio ideal de reunión para saber cuál de los dos corre primero con mejor suerte; ¿De acuerdo?
DAMIÁN: Bien, despidámonos. (Se golpean las manos en señal de felicidad. Salen brincando)



ACTO TERCERO
Escena I

(Todo sucede en una sala bien presentada. Suena el timbre, y Tomás, que se encuentra limpiando los muebles se apura para abrir la puerta).
DAMARIS: Buenos días señora. Me llamo Damaris Vega.
TOMASA: ¿Qué desea, mocosa indolente?
DAMARIS: Señora, busco trabajo.
TOMASA: ¿Usted, buscando trabajo en esta casa, donde solo entra lo más granado de la sociedad? ¡Al diablo con su impertinencia! (Tomasa trata de sacarla a empujones, pero de repente aparee Mercedes, la dueña de la casa)


Escena II 

MERCEDES: ¿Qué te pasa Tomasa con la niña? ¡Déjala entrar! Nola tengas ahí plantada.
TOMASA: Pero…señora, ¿no ve que es una muchacha de la calle? Además está muy sucia, señora Merceditas. (Sigue haciendo aseo)
MERCEDES: Ya te ordené que le permita entrar. Ven, hija, acércate y cuéntame qué deseas.
DAMARIS: Mi señora, busco trabajo. Ya me cansé de pedir limosna y de andar pululando las calles, ahora deseo cambiar y ser otra persona diferente.
MERCEDES: ¡Qué bien piensas, hija! Tomasa, trae a la niña una buena porción de leche y unos bizcochitos.
TOMASA: En seguida, señora (Pasa a la cocina).
MERCEDES: ¿Cómo fue que dijo que se llamabas?
DAMARIS: Damaris Vega, hija de Patricio Vega y Carmenza Lugo, señora. Ellos viven muy lejos de aquí, no sabría explicarle por ahora.
MERCEDES: ¡Qué hermoso nombre! (La acaricia y se queda mirándola fijamente)

Escena III

(Tomasa entra) Mire: aquí tiene su leche y bizcochitos, como dice la señora Mercedes. ¡Mmm!
MERCEDES: Bueno Tomasa. ¡Déjate de bromas y vete a trabajar; a seguir ordenando la casa. Tienes mucho que hacer.
TOMASA: Como usted diga, señora (Se retira pero haciendo gestos de mal gusto)
MERCEDES: Niña eres tan linda que me haces recordar a mi hija.
DAMARIS: ¿Qué le hago recordar a su hija? Luego, ¿dónde está ella?
MERCEDES; Espera, hija, te cuento con detalles. Mira: mi esposo Nicolás, alma bendita, era muy aficionado al fútbol, y un domingo le dio por salir acompañado de mi hija Damaris, coincidiendo con tu mismo nombre que es lo que más me llena de alegría. Como Nicolasito estaba retardado, tomó el carro le imprimió mucha velocidad y chocó violentamente contra un carro-mula acabando con su vida y la de mi hija. (Le señora llora inconsolablemente, pero Damaris la consuela)
DAMARIS: No llore, señora, se lo ruego. Cúbrase de resignación (Le sigue acariciando la mano)
MERCEDES; Eso es lo que trato de hacer, pero no puedo, cariño. ¿Sabes qué? Quiero que te midas un vestido y unos zapatos que dejó mi hija. Si te sirve la ropa, bueno; si no, saldremos de compras. ¿De acuerdo?
DAMARIS: Sí, señora; y ¿Dónde está la ropa?
MERCEDES: Ven, te enseño primero el baño para que te duches y luego iremos al cuarto de mi hija, que si te quedas conmigo, ese será también tu cuarto hasta que Dios lo disponga. ¿Me entiendes, hija?
DAMARIS: Sí, señora, comprendo. Muchas gracias por depositar en mí su confianza. ¡Qué bella es usted, señora Mercedita!
MERCEDES: Camina pues, métete al baño. Aquí te espero. (Mercedes quedó sola diciendo): Damaris es idéntica a mi hija; se parece en todo: en su forma de hablar; en sus facciones; ¡qué perfección! Si Dios permitiera que ella se quedara conmigo, lo juro que le daré toda mi fortuna.
DAMARIS: (Llama a Mercedes) Señora Mercedes, ya estoy lista.
MERCEDES: Ya voy, hija (Sale)


Escena IV

TOMASA: (Entra rápido) Pero ¡qué se ha creído esa majadera! ¿Acaso estará pensando que se va a salir con la suya?, eso sí que no lo voy a permitir. Le haré la vida imposible para que se marche y se pierda de mi vista. (Mercedes escucha con atención lo que dice Tomasa)

Escena V

MERCEDES: Tomasa, mira: ¡Cómo quedó de linda la niña ¡dime! ¿no se parece a mi hija? Ahora, hija; siéntate aquí. Bien Tomasa; escucha lo que te voy a decir: Recibes mis instrucciones al pie de la letra. De no ser así, es mejor que aprontes tus cosas y se marches de esta casa para siempre. Ni una mala palabra, ni una mala acción para Damaris. Me la atiendes muy bien como lo hacías con mi hija.
TOMASA: Sí mi señora; yo creo que ha llegado el momento de confesarle que nunca le faltaré al respeto; que cumpliré todo al pie de la letra como me lo acaba de sugerir.
DAMARIS: Muchas gracias, señora Tomasa. Trataré de comprenderla y hacerle caso en todo. (Se pone a ordenar las cosas)
TOMASA: (Se dirige al público; se frota las manos en señal de venganza) A la niñita ésta, no sabe lo que le espera conmigo; no tiene ni la menor idea. ¡Pobrecita! ¡Mmm!
MERECEDES: (Se le acerca a Damaris) No, hija, tú no harás nada en esta casa: Tomasa es la que debe responder, ¿Me oyes, Tomasa?
TOMASA: Sí, sumercé. (Al público) ¡Qué se habrá creído la recogida esa!
MERCEDES: Ahora, debo salir y no volveré pronto hasta que no cumpla con mis compromisos religiosos y de negocios. (Le da un beso a la niña y sale)
TOMASA: Bueno Damaris: Coja la escoba y se pone a barrer, pero anda, ¡muévase…, so pendeja! (le pega)
DAMARIS: Sí, señora. (Barre)
Tomasa: Ahora, trapee y limpie bien los muebles. (Tomasa se sienta; coloca los pes sobre la mesita y comienza a comer banano y mira a la niña con desprecio) Así no, ¡so mugre! (Le pega) Haga las cosas bien.
DAMARIS: (Se pone a llorar. Justo en ese momento entra Mercedes)

Escena VI

MERCEDES: ¿Qué sucede, hija? ¿Por qué lloras? ¿Por qué tienes el trapero en la mano?
TOMASA: Mi señora, es que Damaris tiene… un fuerte dolor de cabeza.
MERCEDES: Nada, Tomasa. No te creo. Dime hija, ¿Qué te sucede?
DAMARIS: Doña Mercedes, es que…
MERCEDES: Di pronto, hija.
DAMARIS: Es que desde que la señora salió, Tomasa no ha hecho más que ponerme oficio y pegarme, diga que no. (Llora)
MERCEDES: No llores, hija; (se dirige a Tomasa) Tomasa, has de saber que quedas despedida. (Saca plata de la cartera y se la pasa) Toma esto, que te pertenece y lárgate de mi casa. Quise probarte, dejándote sola con Damaris, porque hace un rato me di cuenta de tus malas intenciones para con la niña. No te permito un día más. Te doy solo unos minutos para empaque tus cosas.
DAMARIS: No, señora, no haga eso con doña Tomasa; deje que se quede. Ella cambiará.
MERCEDES: No, hija, esa es mi voluntad. De ahora en adelante, te quedarás en mi casa acompañándome ¿De acuerdo?
DAMARIS: Sí, señora, pero…
MERCEDES: (Lleva los dedos a los labios de la niña) A ti, no te faltará nada. Ya verás.
TOMASA: Señora, ya me voy. Quiera Dios que no se vaya a arrepentir.
MERCEDES: (Le abre la puerta) Adiós Tomasa (Tomasa sale llorando. Doña Mercedes se dirige a Damaris): Hija, ven acá. Yo esperaba este momento. Tomasa, últimamente se estaba manejando muy mal, pero ahora soy yo la mujer más feliz del mundo. Tú estarás a mi lado, entrarás por ahora a la escuela y te pondrás a estudiar bien juiciosa. ¿De acuerdo?
DAMARIS: Sí, mamá. (Se cubre la boca con las manos en señal e vergüenza)
MERCEDES: ¿Cómo fue que dijiste? ¿Mamá? (Doña Mercedes, la coge; la abraza, la besa y de alegría, llora; pero Damaris la consuela)
DAMARIS: No llore mamá, no recuerde cosas pasadas que a mí también me afligen. (Se consuelan. De pronto suena el timbre. Damaris abre la puerta: apareció Patricio, su padre)


Escena VII

DAMARIS: (Lo reconoce), trata de retroceder, pero su padre se lanza sobre ella y la acaricia) Y mi madre ¿cómo está? ¿Ella vino con usted?
PATRICIO: No tema, hija de mi alma. Doy gracias a Dios que por fin la encontré bien. Eso me imaginaba y de su mamá… (Mercedes interrumpe)
MERCEDES: Pero…Señor, ¿Por qué entra de esa manera a mi casa? Debe ser más respetuoso, señor.
PATRICIO: Perdone, señora, pero fue que no resistí la tentación de abrazar a mi hija.
MERCEDES: Ahora dime: ¿Cómo hiciste para dar con el paradero de Damaris? ¿Quién te informó que la niña se encontraba en esta casa?
PATRICIO: Mire, señora: Todo sucedió por un milagro de Dios. Mi esposa, alma pura, murió.
DAMARIS: ¿Cómo? ¿Qué dijo? ¿Qué mi madre murió? (La niña estalló en llanto y se desmayó. De inmediato Mercedes se lanza sobre ella se dedica a volverla en sí. Damaris se confundió mucho; en medio de esa horrible pesadilla, la niña le ordenó a su padre que siguiera contando) Continúe papá, ya estoy bien.
PATRICIO: Hija, estuvimos buscándola por todas partes. Agotamos todos nuestros recursos; tuvimos miles de vicisitudes: viajamos de un lugar a otro; pasamos comunicados por la radio, la prensa, y, nada.
Así pasó un tiempo, hasta que apareció un muchacho como de unos 12 años que dijo llamarse Damián.
DAMARIS: (Le interrumpe) ¿Damián? El cómo está. Era mi gran compañero, vivíamos en la calle, éramos gamines y dormíamos donde nos cogiera la noche. Cuidaba de mí y jamás me trató mal; lo considero siempre como un buen hermano ¡Quiero verlo, papá!, pero mejor siga su charla, no lo volveré a interrumpir.
PATRICIO: Sí, hija. El me dio la dirección dónde encontrarla y le dije que me acompañara hasta aquí y justo, afuera me espera, señora Mercedes.
MERCEDES: Hazle seguir, ¡Que entre!
PATRICIO: Sí, señora, gracias.


Escena VIII

DAMARIS: (Se levanta de la silla y abre la puerta) ¡Damián! ¡Damián…! Venga, entre. Soy yo, Damaris, ¿Me recuerda?
DAMIÁN: (Entra y al verle, la abraza; luego se dirige a la señora) Señora, mucho gusto.
MERCEDES: Hola, Joven, ¿Cómo estás? Siéntate.
DAMIÁN: Gracias, señora, muy amable.
PATRICIO: Bueno, señora. Solo deseo darle las gracias por todo lo que usted ha hecho en bien de mi hija, Damaris.
MERCEDES: Pero... Es que...
PATRICIO: No, señora. No crea que vine a llevarme a la niña. Sé que le pertenece porque le dio este techo, le brindó calor humano, y yo, en cambio, solo tengo un hogar desolado y triste, donde falta lo más sagrado que es mi pobre vieja que está en el cielo y que desde allá velará por nosotros. (Se pone a llorar)
DAMARIS: Papá, no llore; usted se quedará conmigo; ¿no es cierto mamá, Mercedes? Pero no me haga sufrir. Yo lo quiero mucho y no lo abandonaré jamás. Es lo único que me queda, igual que mamá Mercedes.
MERCEDES: Sí, hija; él se quedará en esta casa si así lo desea tu padre. El no sufrirá los rigores de la pobreza y más bien, nos va a acompañar porque hasta hace falta un varón en la casa.
PATRICIO: Señora, cuánto le agradezco su amabilidad, pero ¡cómo voy a dejar mis pertenencias por allá botadas!
DAMIÁN: Tranquilo don Patricio, Por ahora, yo creo que nos podemos ir, y allá en su finca, puede refrescar su mente y pensar entonces, qué hacer con lo que tiene.
MERCEDES: Sí, Patricio, es lo mejor que puedes hacer. Ya sabes que ésta es tu casa y yo te tengo una gran sorpresa; para cuando regrese, lo sabrás. Por ahora, te ruego que vendas o dejes arrendados. Luego te vienes. ¿De acuerdo?
PATRICIO: Asi lo haré, señora Mercedes, muchas gracias por todo. Adiós, señora. (Se dirige a hija Damaris) Damaris, hija del alma, aquí en presencia de la señora Mercedes y Damián, quiero solicitarle me perdone, porque fui un hombre muy cruel con usted. Y cuando traté de reparar la falta ya fue totalmente imposible porque no la pudimos encontrar a tiempo; solo Dios sabe, por qué sucedió todo esto. Discúlpeme, hija. (Acaricia y besa sus manos)
DAMARIS: No se afane papá que desde hace tiempo ya estaba perdonado.
Lo quiero mucho, papá. (Lo abraza y acaricia)
PATRICIO: Gracias, hija. (La besa) Adiós; ya regresaré.
DAMARIS: Adiós, papá. (Le da un beso en la frente. Salen)
MERCEDES: Tengo los días contados y debo visitar al abogado para que haga el traslado de mis bienes a Damaris, a Patricio, a Tomasa e incluso a Damián que me cayó en gracia y según Damaris, lo quiere como a un hermano. Deseo lo mejor para ellos. (Llama a Damaris) hija, ven acá.

Escena IX

DAMARIS: (Entra) Sí, mamá.
MERCEDES: Te portas bien mientras regreso, Tengo que hacer unas diligencias, para tu bien y el de los tuyos (Le da un beso y sale)
DAMARIS: (Camina y al rato dice) Me siento muy afligida con la muerte de mi madre, Carmenza. Tan buena que era ella. Jamás se me borrará su imagen. Quiera Dios que desde el cielo me vigile y aparte de mí, las malas acciones. ¡Paz en su tumba, madre! Bueno, ahora que quedé sola, debo aprovechar para entrar al cuarto de Damaris, ver qué dejó y saber qué me llama la atención. (Sale; luego entra rápido con una caja en sus manos, llena de muñecas) Pero… ¡Qué hermosura! ¡Cómo me voy a divertir con todas ellas! A cada una le haré un vestido bien bonito; mejor, varios, para estarlas cambiando. (Coge una de tantas, le arrulla, le hable y le acaricia)
Duerme mi niña, mi pedazo de cielo, pero ¡Qué ojitos tan pequeñitos, Dios mío! Debe tener hambrecita, ya le prepararé teterito para… (Entra Mercedes)


Escena X

MERCEDES: ¡Hija mía, pedazo de mi corazón! ¡Qué cuadro más hermoso el que admiro! Sigue jugando con las muñecas. Pareces toda una mamá; (se acerca y la acaricia) diviértete mi vida, que ahora te acompañaré (En ese momento doña Mercedes se lleva la mano al corazón, cierra los ojos y se queda como dormida) Damaris, hija, tú ya sabes ¿Dónde queda el consultorio del doctor Andrade, mi médico de cabecera? Sal rápido y dile que venga; ojalá, lo más pronto posible.
DAMARIS: Sí, mamá (Sale)
Mercedes: Bueno, llegó mi hora; afortunadamente pude hablar con el abogado y ya Damaris y sus familiares, son los dueños de mi fortuna. Serán ricos, muy ricos. Claro está, que a Tomasa, también le dejé una casa porque mal o bien, ella siempre me acompañó durante mucho tiempo y tenía que premiarle. (Se queja; entra el médico)


Escena XI

MÉDICO: ¿Qué te sucede Merceditas? No te preocupes que no es nada grave. Tranquilízate. Voy a examinarte. (Saca el Estetoscopio) Es cierto; estás muy delicada de salud, pero ya te mejorarás. Tengo que remitirte de urgencia a la Clínica. No puedo demorarte aquí. Es mejor prevenir, de todas maneras. A ver, Merceditas; yo, personalmente me hago cargo de todo. Niña, aquí te dejo el número telefónico y la dirección de la clínica. (Le entrega el papel) Salgamos pronto. (Salen)
DAMARIS: (Queda en casa; se pone a caminar en forma desesperada y luego dice): ¡Dios mío! Salve a mi protegida; a mi Ángel de la Guarda, la quiero mucho; que Dios no me la vaya a quitar. (De pronto, aparecen Patricio y Damián. Ten unas tulas)


Escena XII

PATRICIO: Hija, ¿Qué le sucede? La veo triste.
DAMARIS: (Nerviosa) Papá, mamá se fue con el médico a la clínica. ¿Ustedes no pueden ir a esta dirección?
DAMIÁN: (Toma el papel lee y dice): Sí, yo sé dónde queda la clínica. Vamos don Patricio (Salen)
DAMARIS: (Se pone a empacar las muñecas y arregla la sala; se nota muy abatida, de pronto, tocan en la puerta: (aparecen Patricio y Damián, se ven inmensamente tristes; siguen a la sala y se sientan; se notan muy pensativos)


Escena XIII

DAMARIS: Los noto muy raros: murió mamá? Dime papá ¿Qué sucedió?
PATRICIO: Sí, hija, lamentablemente la noticia es mala.
Damián: Cuando nosotros llegamos a la clínica, ya sacaban el cuerpo sin vida de Doña Mercedes. La llevaron a la funeraria “Los Olivos”, y esta misma tarde será el entierro. (Suena el timbre, Damaris abre la puerta. Es Tomasa)


Escena XIV

DAMARIS: ¡Hola, Tomasa! Siga y tome asiento.
TOMASA: Gracias, niña Damaris. ¿Por qué está tan deprimida? Y… ¿Doña Mercedes? (Mira por todas partes)
DAMARIS: Por lo visto usted no está enterada de lo que sucedió.
TOMASA: No, Damaris, ¡Cuenta!
DAMARIS: Cuéntele, papá. Yo no puedo hacerlo. (Sale a cambiarse de ropa para ir al entierro)
PATRICIO: Bien, hija; lo haré. Mira señora: Doña Mercedes murió de un infarto y nos ha dejado solos. Creo que usted la siente como nosotros; es un golpe muy duro: Y yo, pregunto ¿Qué vendrá para nosotros de ahora en adelante? No quiero ni pensar. Pero bueno, alistémonos para ir al entierro. Alguien debe quedarse cuidando la casa.
DAMIÁN: (Interrumpe) Tranquilo, don Patricio que yo me puedo quedar. Mejor salgan rápido, porque les puede coger la tarde.
TOMASA: Salgamos pronto, Damaris, ¡apúrese, mija!
DAMARIS: Ya voy, pueden salir que ya los alcanzo. (Damaris, sale del cuarto y se arregla el cabello; Patricio y Tomasa salen)
DAMIÁN: (Damián se le acerca a Damaris y le dice): ¡Qué hermosa se ve mi vida! pero Damaris, no estamos para aventuras amorosas, tiempo nos quedará. ¡Salga pronto que le esperan! (Le da un beso en la frente- Damaris sale.
Damián se queda comentando y recordando el pasado): Es increíble todo esto; después del pacto que hice con Damaris, todo ha cambiado para los dos. Yo también me considero afortunado porque logré salir de ese marasmo de incomprensión y de sufrimientos en que estuvimos sumidos; es que no debo recordar aquellos tristes momentos que pasamos los dos. Pero ahora, solo pienso en grande; deseo volver al lado de mis padres, ayudarlos y forjarme mi propio futuro. (Llegan Damaris, Patricio y Tomasa. Se notan muy abatidos, cansados; toman asiento. Damián les pasa un refresco)


Escena XV

DAMIÁN: ¿Cómo le fue?
TOMASA: Bien, jovencito. Muy triste, ¡Qué podemos hacer! Todo está consumado. (Suena el timbre, Damaris abre la puerta)


Escena XVI

ABOGADO: Buenas tardes. Soy el doctor Andrés Martínez, el abogado de la finada Mercedes. ¿Puedo seguir?
DAMARIS: Siga usted. Tome asiente.
ABOGADO: Gracias; ahora ¿Puedo saber quiénes son ustedes?
TOMASA: Sí, Señor. Éste es don Patricio Vega, padre de Damaris; Damián, amigo de Merceditas, y yo, Tomasa, para servirle a su merced.
ABOGADO: Bien, el objetivo de mi visita, está encaminado a enterarlos de lo siguiente: Ustedes han sido afortunados, diría yo, porque la señora Mercedes, y fue su voluntad, que todos sus bienes fueran repartidos entre ustedes los cuatro. Así que me acompañan ahora mismo a mi despacho para firmar documentos y hacer el traslado en forma rigurosa, tal como está estipulado en el testamento firmado y dejado por Merceditas, y que está bajo mi tutela. Les agradezco que me acompañen (Salen, quedando Damaris)
DAMARIS: (Asombrada) Pero, no puede ser, ¡No…! ¡Qué felicidad! Lo primero que haré, es mandarle a construir una tumba bien elegante, donde reposen en paz, los restos de mamá Mercedes, y para siempre, como también ordenaré la celebración de misas y “Cabo de años”.
Daré mercados a los pobres de solemnidad con alguna periodicidad; lo juro que así lo haré.
También en primerísimo orden trasladaré los restos de mi madre amantísima, que hoy quisiera tenerla viva y a mi lado; pero Dios lo dispuso así, en fin, ya nada se puede hacer. (Deja todo en orden y sale).




FIN



  







LIBRO DE TEATRO 2017
OBRA TEATRAL
A LA DIESTRA DE DIOS PADRE
Adaptada por: Prof. Miguel M. Bedoya C.


Explicación de la obra:

Esta obra teatral es tomada del cuento del escritor antioqueño Tomás Carrasquilla, que busca mostrar nuestra idiosincrasia a través de personajes cotidianos. Durante el espectáculo se busca constantemente integrar a los espectadores a la historia, a la fiesta, a la danza, a la música para formar parte de la coreografía. Todo dominado por un ambiente burlesco. Seremos partícipes de las aventuras de Peralta, un hombre que gracias a su bondad, recibe como obsequio “divino” cinco deseos para hacer con ellos lo que se quiera, pero en medio de la picardía del personaje estos deseos en principio un poco “salidos de los sesos locos del Peralta” serán la mejor forma para ayudar al prójimo ante todas las cosas y con la complicidad de su hermana la Peraltona, le gana al diablo y a sus trampas, engaña a la muerte, y logra su cometido; estar a la diestra de Dios Padre.
Es una obra para toda la familia, con un lenguaje que retrata nuestro folclor y que busca divertir a través de un humor picaresco y actual.


ACTO ÚNICO
Escena I
Presentadora


Presentadora:

Peralta vivía en un paraje muy grande y muy viejo, en el propio camino real muy cerca de un pueblo donde vivía el Rey. No era casado y vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida.
No había en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas Caridades:
El lavaba a los llaguientos; él asistía a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan de la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y, por eso, era que estaba en la pura inopia; y a la hermana, se la llevaba el diablo con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenía en la casa. Los invito a que disfrutemos de esta maravillosa obra.


Escena II
Limosneros – Peraltona – Peralta – Maruchenga

(Peraltona, Peralta y Maruchenga, entran y cada uno se posesione de sus actividades)
Limosneros: (Entra de uno en uno, pidiendo limosna en voz alta): Una limosnita, por amor a Dios, Peraltica. (Extienden las manos) Sí, una limosnita o si tiene comidita, mucho mejor, Don Peraltica.
Peraltona: ¿Qué te ganás hombre de Dios con trabajar como un macho, si todo lo que conseguís lo botás jartando y vistiendo, a tanto perezoso y holgazán? ¡Cásate hombre, cásate! pa que tengás hijos a quiénes mantener. Maruchenga, ¿Ya tenés todo listo? Si así es,  entonces ya podés salir.
Maruchenga: Sí, su mercé. Todo está listo. Ya salgo, su mercé. (Sale)
Peralta:(Espera que salga Maruchenga y luego dice:) ¡Cálle la boca hermanita…! y, no diga disparates. Yo no necesito de hijos, ni de mujer, ni de nadie, tengo a mi prójimo a quién servir.
Peraltona: Y ¿Qué importa si ellos no te van a mantener?
Peralta: Mi familia son los prójimos.
Peraltona: ¡Tus prójimos! Será por tanto que te lo agradecen, viejo de los demonios.
Peralta: No importa. Ellos son mi felicidad.
Peraltona: Así te veo siempre: más hilachento, zarrapastroso y más infeliz que los limosneros que socorrés, hermano caprichoso, rellena embutida de mal olor.
Peralta: Ah, no se meta en mi vida lastimera. Vieja inmunda, asquerosa y con alma de vampiresa.
Peraltona: So arrastrado, mequetrefe, gusano embutido; ¡Jálele al respetico don Peralta que yo no estoy sola! Escucha: bien podrías comprarte una muda y comprármela a yo, que harto la necesitamos; o tan siquiera traer comida alguna vez para que llenáramos nuestras panzas, ya que pasamos tantas hambres, pero vos no te afanás por lo tuyo; tenés sangre de  gusano como los del alto gobierno. (En silencio, Peralta dialoga con los limosneros y luego todos salen detrás de Peraltona).



Escena III
Presentadora

Presentadora: (Entra y dice): Esta era siempre la cantaleta de la hermana; pero como si predicara en desierto frío, Peralta seguía peor; siempre hilachento y zarrapastroso y el bolsillo lámparo, lámparo, con el fogón encendido de vez en cuando; la despensa en las puras tablas y una pobreza de amor dormido. Los Peralta siempre vivían acompañados de lisiados, limosneros y leprosos y a la hermana esto no le gustaba. De repente llegan dos desconocidos. (La Presentadora sale.)


Escena IV
Peregrinos – Peralta

Peralta: (Entra silbando y arreglando su sombrero).
Peregrinos: (Llegan sin pasar de la puerta y en coro dicen:) Nuestro amigo Peralta: venimos a pedirle una limosnita por lo que más quiera y de paso, posada, por si su Mercé tiene a bien ayudarnos.
Peralta: Con todo corazón se las doy, buenos señores (Les dijo Peralta muy atencioso) pero lo van a pasar muy mal, porque en esta casa no hay ni un grano de sal ni una tabla de cacao con qué hacerles una comidita. Pero prosigan pa dentro, que la buena voluntad es lo que vale. (Los peregrinos entran; La hermana de Peralta, llega con un candil y pudo desanimarlos  como quiso.)



 Escena V
Peraltona – Peregrinos – Peralta

Peraltona: ¿Quién los iluminó para que aparecieran por este lugar?
Peregrinos: (En coro) No, señora, nadie nos indicó.
Peraltona: Bueno se van sentando en esa banca y no crean que aquí la van a pasar de rechupete, no señores; no tenemos nada qué comer, ¡qué tal…! Y ahora sí tenemos para otros. ¡Cómo les parece…!
Peregrinos: (Se sientan y se ponen a dialogar en forma silenciosa, mientras  la mujer los insulta, ellos con disimulo, echan un aroma que ambientan  el lugar; y los Peralta, estaban
muy embelesados tratando de escuchar a los visitantes y percibiendo los agradables olores)
Peralta: (Se dirige a la hermana) Hija, dáte una asomadita por la despensa, desculca por la cocina, a ver si encontrás alguito qué darles a estos señores. Míralos, ¡qué cansados están!; se les ve la fatiga.
Peraltona: (Sale diciendo: ¿y busté sí creés, que voy a encontrar algo en ese peladero de cocina?
Peralta: ¡Tengás fe, hermana! (Peralta camina por todas partes, percibiendo los agradables olores sin dejar de mirar a los raros peregrinos.)


Escena VI
Peraltona – Peralta - Peregrinos

Peraltona: (Regresa y dice): No hallé más que media arepa tiesa y requemada por allá en el asiento de una olla de barro; tuvo que haber sido alguna gallina forastera que la dejó ahí. Sólo vi corotos y porquerías de una montonera que había en la dichosa despensa hasta pa tirar pa lo alto, pero de comida, ni… ¡hebra!
Peralta: No te desanimés mujer, volvés a la cocina y revisés bien.
Peraltona: (Sumisa, regresa a la cocina. Abre la puerta de la despensa y ¡qué sorpresa! (Dice en voz alta) ¡Sorpresa….! ¡Sorpresa…! Esto tiene que ser un milagro; Gracias Diosito Lindo que nos mandó comida hasta pa regalar y botar pa lo alto.
Peralta: Hijita, ¿Qué le sucedió? ¿Por qué tanta demora?  ¡Dios mío, ven rápido!
Peraltona: Ya voy hermanito querido de mi alma. (Entra) Encontré  muchos alimentos en la despensa, que usted no se imagina. Es un verdadero milagro. Demos gracias a Dios, hermanito.
Peralta: ¡Cómo! ¿Verdad? (Los peregrinos aplauden, se miran y sonríen).
Peraltona: Sí, esto tuvo que ser mi Dios, para premiarle sus buenas obras. Peralta: (Se arrodilla, luego dice:) No sé como pagarle, Padre Santo, por haberme escuchado. (Se levanta y se dirige a los peregrinos; los invitó  muy amablemente a dormir y les dijo): ¡Cómo les parece que  ha ocurrido un  milagróte! Ahora tenemos comida para regalarle a todos los que la necesiten. (Peralta saltó de lo contento y  todos se pusieron a bailar por  unos segundos; luego, todos  se acostaron; al rato, uno de ellos roncaba) 


Escena VII
Peralta - Peraltona

Peralta: (Al rato, se levanta bostezando y haciendo estiramiento de manos;  encuentra una mochila llena de oro, olvidada por los peregrinos y regresa a su lecho para contarle a su  hermana pero ésta ya salía muy contenta y tarareando la canción  titulada la Cucaracha:) ¡Hermanita, hermanita! Los peregrinos se fueron, dejando esta bolsa llena de  oro; ¡mira…! ¿Qué hacemos con esto?
Peraltona: ¡Muestre, pa ver que contiene!  Pero… ¡Dios mío! ¿Qué  es esto? Piensa y luego dice: No, Hermanito: Así estemos jodidos, hay que devolverla cuanto antes. (Salen)



 Escena VIII
Presentadora

Presentadora: (Camina por el escenario diciendo:) Peralta se levantó en plena oscuridad y no encontró ni rastro alguno de los huéspedes, pero sí halló una mochila repleta de onzas del Rey en la propia cabecera del peregrino más joven. Corrió muy asustado a contarle a la hermana, que al momento, se levantó de muy buen humor, tarareando la canción  “La cucaracha”. Ahora sólo esperemos para saber cómo se va desenvolviendo esta loca pasión. (La Presentadora sale, luego entran  Peralta y los  limosneros)


Escena XIV
Peralta - Limosneros – peregrinos

Peralta: (Se acerca a los limosneros y dice:) Esperen un momento que ya los atiendo. (Desde un lado del escenario, empieza a llamar a grito entero a los peregrinos:) ¡Amigos de Dios!, ¡Amigos míos!  ¡Bajen rápido porque- dejaron algo muy importante y valioso! ¿Entienden?
Peregrinos: (Le contestan en coro)  Sí, ya le escuchamos y enseguida bajamos. Tranquilo, mi buen hombre, que  ya sabemos qué es.
Peralta (Se acerca a los limosneros; les muestra algo;  los peregrinos llegan en ese momento y enseguida les dijo): “Caramba que el pobre siempre jiede”. Miren que dejaron este  oral por el afán de irse de mi casa. Cuenten y verán que no les falta ni un medio.
Peregrinos: Sentáte , amigo Peralta, en ese banco, que tenemos que hablarle (Peralta se sentó)  Nosotros, (dijo el joven con una calma y una cosa allá muy preciosa) no somos tales peregrinos; no lo creas. (Éste señaló al viejo) Es Pedro, mi discípulo el que maneja las llaves del Cielo; y yo, Jesús Nazareno. No hemos venido a la tierra más que a probarte, y en verdad te digo, Peralta, que te luciste en la prueba. Otro que no fuera tan cristiano como que  guarda las onzas y se habría quedado muy orondo. Voy a premiarte: Los dineros son tuyos: Llévatelos, y voy a darte de encima las cinco cosas que me querrás pedir. Con que  pedí  pues, por esa boca. ¡Anda, que te queremos oír!



 Escena X
Almas – El Señor - San Pedro – Peralta

Almas: (Entran con una bandeja que contiene el vestuario de los ilustres visitantes; el Señor y San Pedro se cambian mientras las almas en coro,  cantan: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que aman al Señor. (Luego dicen:) Señor Dios, que inspiras y realizas todos los buenos deseos, dirige a tus hijos por el camino de la salvación, y haz que cuantos se entregaron a Ti, abandonándolo todo, sigan a Cristo, renuncien al poder del mundo y te sirvan a Ti y a sus hermanos con espíritu de pobreza y humildad de corazón. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. (Salen)
San Pedro: Hombre Peralta, fíjate bien en lo que deseas  pedir, no vas a salir con una buena bobada.
Peralta: En eso estoy pensando, Su Mercé (Contestó sin modo de susto)
San Pedro: Es que si pedís cosa mala, va y el Maestro te lo concede y, una
vez concedida, te jodiste porque la palabra del Maestro no puede faltar.
Peralta: Déjeme pensar bien la cosa, su Mercé. (Y sigue pensando, mirando a todos lados. (San Pedro le tosía y éste no lo volteaba a ver) Bueno, su Divina Majestá: lo primero que le pido es que yo gane el juego siempre que me dé la gana.
Señor: Concedido.
Peralta: Lo segundo (siguió Peralta) es que cuando me vaya a morir me mande la muerte por delante y no a la traición.
Señor: Concedido.
Peralta: (San Pedro entre tanto, tosía y se rascaba la cabeza; no hallaba qué hacer, le señalaba el Cielo pero Peralta no se daba por enterado; luego dijo): Pues bueno, su Divina Majestá. Pues… de mucho pensar, pues… bueno. Su Divina Majestá, lo tercero que me ha de conceder es que yo pueda detener al que quiera en el puesto que yo le señale y por el tiempo  que a yo me parezca.
Señor: Rara es tu petición, amigo Peralta. (Lo mira con gran compasión) En Verdad te digo que una petición como la tuya jamás había oído; pero que sea lo que vos querás.
San Pedro: (Acercándose a Peralta le dijo al oído muy sofocado) ¡El Cielo, hombre! ¡Pide el Cielo! ¡No seas bestia!, ni an por eso. (Peralta no aflojó ni un pite y el Señor dijo:
Señor: Concedido.
Peralta: La Cuarta cosa, (dijo Peralta sumamente fresco) es que Su Divina Majestá me dé la virtud de achiquitarme a como yo me dé la gana hasta volverme tan chirringo como una hormiga.
Señor: Ja…Ja…Ja… (Muy risueño dijo): Hombre, Peralta, otro como vos, no nace, y si nace, no se cría. Todos me piden grandor y vos con ser un recorte de hombre, me pide pequeñez. Pues bueno, será…. Hombre de Dios.
San Pedro: (Le arrebató la palabra al Señor y dijo en tono muy bravo:) ¿Pero no ve que este hombre está loco?
Peralta: Pues no me arrepiento de lo que he pedido (muy resuelto) Lo dicho, dicho y a lo pecho, pecho, Su Mercé.
Señor: Concedido.
San Pedro: (Muy ofuscado e inquieto) Mira, hombre, no has pedido lo principal y no te faltó sino una sola cosa.
Peralta: Por eso lo estoy pensando; no se apure su Mercé. (Se volvió a quedar callado otro rato; por allá a las mil quinientas, salió Peralta con esto): Bueno Su Divina Majestá, antes de pedirle lo último, le quiero preguntar una cosa, y usted me despense, Su Divina Majestá, por si fuera mal preguntado; pero eso sí me va a dar una constesta bien clara y bien patente.
San Pedro: ¡Loco de amarra! ...¡Bendito Dios! (Juntando las manos y mirando al Cielo gritó): Va a salir con un disparate bien gordo. ¡Padre mío, ilumínalo!
Señor: (Muy sereno dijo): Pregunta hijo, lo que quieras, que todo te lo responderé a tu gusto.
Peralta: Dios se lo pague, Su Divina Majestá… Yo quería saber si el Patas es el que manda en el alma de todos los condenados. O es Usted, o es el Padre Eterno.
Señor: Yo, y mi Padre y el Espíritu Santo, juntos y por separado, mandamos en todas partes; pero al Diablo le hemos largado el mando del infierno: El es el amo de los condenados y manda en sus almas como vos en las onzas de oro que te he dado.
Peralta: Pues bueno, Su Divina Majestá muy contento si asina es, voy a hacerle el último pido: Yo quiero ultimadamente que Su Divina Majestá me conceda la gracia de que el Patas no me haga trampa en el juego.
Señor: Concedido.
(Los dos hombrecitos con mucho disimulo, abandonan el lugar y se cree que se volvieron humo en la región. Peralta se queda sentado; encendió su tabaco y pensativo, se metió las onzas  de oro debajo del brazo; se acerca a la mesa, la organiza, toma asiento y procede a lanzar la bolsa sobre la mesa) 



Escena XI
Limosneros – Tullida - Peralta – Hijo del Rey – Peraltona – Maruchenga

(Empieza a llegar la gente; Maruchenga se pone sus atuendos, barre, arregla todo y les coloca  música suave. Los demás, rodean a Peralta y alguien observa el bolso y luego dice:)
Limosnero: ¿Ónde te sacaste ese entierro, hombre Peralta?
Tullida: Este se robó el correo. Así creo. (Peralta se quedó muy desentendido)
Peralta: ¿Quién dijo miedo? Vamos a jugar lo que quieran que yo siempre les ganaré. (Todos empezaron y Peralta era el que recogía el dinero de las apuestas.)
Hijo del rey: Con esta no nos quedamos. A nosotros no nos come este embutido hombre. Desgraciado vejestorio del carajo, ladrón del pueblo. Voy a idear unas suertes y mañana no le quedará ni una liendra a ese sinvergüenza. (Salió renegando y con él la gente. Sólo quedan Peralta, Peraltona y Maruchenga)



Escena XII
Peralta – Peraltona – Maruchenga

Peraltona: (Grita, baila al son de la música, da vueltas en rededor de la mesa donde está Peralta y luego llama a Maruchenga:)  ¡Tréme el pañuelón de tripilla, que voy a visitar a la reina….! Maruchenga, ¡tréme los frascos del perfume pa ruciar por aquí que está joliendo mucho! (Si veía pasar alguna señora, decía): No pueden ver a uno de peinetón ni uso nuevo, porque al momento, la imitan estas ñapangas asomadas. Maruchenga, ¡saca la sombrilla que hace sol!; Maruchenga, ¡sácame la Crizneja!; Maruchenga, ¡compóneme el esponje que se me tuerce!; Maruchenga, Sácame... (No deja en paz a la pobre Maruchenga con tanto orgullo y tanta jullería. Sale)
Maruchenga: ¡Vieja inmunda y sin oficio! Siquiera alzó vuelo la muy infeliz. ¡Ja…ja…ja…! (Maruchenga pone el disco de “Nadie es eterno en el mundo” y pasa a la mesa de Peralta una botella de aguardiente con sus copitas)



Escena XIII
Cura – Peralta - Maruchenga

Cura: (Llega) Buenas le dé Dios a su Mercé.
Peralta: A sus pies mi curita lindo. ¡Qué milagro verlo por aquí onde los verdaderos pobres! Maruchenga: Póngase cómodo su reverencia y recíbeme con gusto, esta copa.
Cura: (Se sienta, recibe la copa y toma el aguardiente de una; luego dice:) Le agradezco, niña. (Se dirige a Peralta) Hombre de Dios. Las malas lenguas o mejor las buenas lenguas, me dijeron que usted, Peralta, ahora era un hombre de bien y apoyaba en todo a la comunidad. Bienvenido con una buena ayuda para componer la casa que se está viniendo a pique por culpa de las goteras y con los ratones y animales que  allí pernotan.
Peralta: ¡Pa qué, señor! La plata que he de gastar en eso, la gasto mejor en los pobres: Yo no soy el Rey pa tener palacio.
Cura: Bueno, de todos modos, ahí te dejo esa inquietud, hombre de Dios. (Lo abraza y sale cogiendo  de la mano a Maruchenga)



Escena XIV
La muerte – Peralta

La muerte: (Aparece. Peralta estaba solo por casa, contando y haciendo montoncitos de plata para repartir cuando:) ¡Tun, tun!
Peralta: (Abre la puerta) ¡Mi amo de mi vida! Pero… ¡Qué escarramán tan horrible, Dios mío! (Se pone muy nervioso)
La muerte: Vengo por ti, Peralta.
Peralta: Bueno, está bien. Pero tenés que darme un placito pa confesarme y hacer el testamento. (Lo dice con muestras de mucho miedo)
La muerte: Con tal que no sea mucho (lo dice de mal humor) porque ando de afán.
Peralta: Dáte por ahí una gueltecita mientras yo me arreglo; o si te parece, entreténete Aquí viendo el pueblo que tiene muy bonita divisa. Mira aquel aguacatillo tan alto; trépate a él para que divisés a tu gusto.
La muerte: (Que es muy ágil salió en estampida) Ya estoy trepada. ¡Qué le parece, amigo Peralta!
Peralta: Dáte descanso, viejita, hasta que a yo me de la bendita gana que ni Cristo con toda su pionada de ángeles te baja de esa horqueta. Porque yo sé que ahí estará atrapada hasta que yo la baje.
Peralta: (De rodillas, mira al cielo e implora al Señor:) Maestro, toda la vida le he servido con mucho gusto; pero ahí  le entrego el destino: Esto sí no lo aguanto yo. Póngame algotro oficio qué hacer o saque algún recurso… (El Señor y San Pedro hacen su aparición. Peralta sigue de rodillas sin percatarse  de la llegada del Señor)



Escena XV
Peralta – El Señor - San Pedro – Almas

(El Señor y San Pedro, se retiran a un rincón a dialogar; luego regresan)

Señor: Pues, eso tiene que ser. No hay otra causa. Quédate  vos  y tratá a ese hombre con harta mañita pa ver si no, nos embroma más.
San Pedro: Lo que Usted mande, Maestro. (Se vistió de peregrino)
El Señor: Yo veré, Pedro. (Sale acompañado de su séquito)
Peregrino: (viendo que Peralta no se levanta, se acerca a él y le dice:) Hombre de Dios, levantáte y descansá.
Peralta: (Se levantó y dijo:) ¿Otra vez usted molestando a esta hora sólo por robarme unos cuantos minutos de sueño?
Peregrino: Hombre, no vengo a que me dés posada tan solamente; Yo soy San Pedro, mandado por el Maestro a que nos largués la Muerte por unos días, porque vos la tenés de pata y mano en algún encierro.
Peralta: Lo que menos su Mercé. La tengo muy bien asegurada, pero no encerrada y se la presto con mucho gusto, con la condición que a yo no me haga nada. (Salen)
San Pedro: Contá conmigo. Ya lo alcanzo, su mercé. (Sale)




Escena XVI
Diablo – Peralta – San Pedro

Diablo: (Entra  a su celda sin que Peralta lo vea)
Peralta: (Entra y escucha a San Pedro)
San Pedro: Amigo Peralta, no hace falta que Usted venga. Ya tengo a la muerte asegurada.
Peralta: ¡Qué bien!, Buen viaje y trátense con amor. Ahora buscaré al Diablo pa desafiarlo a jugar; yo sé onde hallarlo. (Lo busca por todos lados y de repente se chocan y el diablo dijo a Peralta en tono brabucón:)
Diablo: ¿Qué venis a hacer aquí, culi chupao? Vos no sos de aquí; ¡rúmbale al momento!
Peralta: (Con temblor) Pes, como nadie me ataja, yo quería invitarlo pa jugar lo que vos quiera y da la casualidad de que me lo topo en mi propia vivienda. Pero bienvenido, mi señor.
Diablo: No sabe usted, ¿que yo soy el dueño de todo el Universo? ¿Quién sos vos?
Peralta: Yo soy un pobrecito del mundo que ando poaquí ayudando al necesitao. Me dijeron que estaba en mi carrera de salvación, pero a yo no me han recibido indagatoria ni nadie se ha metido con yo. ¿Su mercé está como enfermoso?
Diablo: (Le cayó en gracia este hombre y le dijo): Sí, camarada (contestó como muy aplacado) Se me han alborotado en estos días los achaques; y lo pior es que nadie me hace compañía porque el Mayordomo, los agregaos y toda la pionada no tienen tiempo ni de comer, con todo el trabajo que nos ha caído en estos días.
Peralta: Pues, si yo le puedo servir de algo, su Mercé (haciéndose el lambón) mándeme lo que quiera que el gusto mío, es servirle a las personas.
Diablo: Yo lo pensaré. Por ahora, estoy es muy aburrido y quiero ocuparme en algo o entretenerme en cosas mucho más. ¿No te parece?
Peralta: Pues si su Mercé quiere que juguemos alguna cosita, (muy desanimado) yo sé jugar toda clase de juegos y en prueba de ello, es que mantengamos útiles en el bolsico (saca la baraja y los dados).
Diablo: Lo malo es que vos tenés que ganar porque yo no juego vicio.
Peralta: ¡Cómo no he de tener, si yo tengo un alma como la de todos! Yo la juego con su Mercé pues, también soy muy vicioso. La juego con cualquier alma de la gente de su Mercé.
Diablo: Bueno mi querido Peralta. Vamos a jugar.
Peralta: De acuerdo, juguemos tute, usted reparte.
Diablo: Está bien, yo reparto.
Peralta: (Tiende sus cartas y dice:) Cuarenta, as y tres, no la perdés por mal que la jugués.
Diablo: Así será. (Dijo bastante picado) Pero sigamos a ver qué resulta. (Con un tonito muy maluco) ¡Vos sos una culebra echada o qué demonios!
Peralta: Tanto como culebra, no. Lo que menos, su Mercé. Antes en el mundo decían dizque yo era un gusano de puro arrastrao y miserable. Pero sigamos, su Mercé, que se disgusta. (A la otra mano salió Peralta con tute de reyes).
Diablo: ¡Diablos! (Gritó Lucifer) Sigamos jugando.
Peralta: Doblemos.
Diablo: Ganó, Peralta. ¡Diablos! (Siguieron jugando y doblando hasta l7 partidas) ¡Ya no más! (El diablo a gritos o bramidos espantosos, hizo que toda la gente del infierno llegara a ver que sucedía. El Diablo desapareció)



Escena XVII
Diablito – Peralta - Gente

Diablito: (La gente y el diablito aparecieron murmurando y éste  dijo con un tonito llorón): ¡Nunca me imaginé que a mi señor le diera tanta y tan grave pataleta!
Peralta: Pero ¿Por qué no seguimos jugando su Mercé? (Como suplicando) Es cierto que le he ganado más de treinta y tres mil millones de almas; pero yo veo que el infierno está sin tocar. Lo invito a jugar en lugar de su Jefe.
Diablito: Cierto (Haciendo pucheros) pero esas almas no las arriesgo yo: Son mis almas queridas. Son mi familia, porque son la que más se parecen a yo. (Llama a uno de los consentidos y le dice): Andá hombre, sácale, a este bolsón miserable, su gente, su ganancia, y que se largue de aquí. (Peralta dejó el infierno junto con la gente hasta llegar al cielo)



Escena XVIII
El Señor - San Pedro - Peralta – Gente – Monja

Peralta: (Llega con la gente)
San Pedro: (Tan pronto  vio a Peralta, se le acercó furioso y le dijo:) ¡Quita de aquí so vagabundo!  ¿Te parece que te has portado muy bien y que nos tenés muy contentos? Si allá en la tierra, no te amasé, fue porque no pude; pero aquí si chupás. ¡So pendejo de mal gusto!
Peralta: No Se fije en yo, viejito; fíjese en lo que viene por aquel lao. Vaya a ver cómo acomoda esa gentecita, y déje de enojarse. (Entró y le hizo una señita al Señor)
Señor: (Bajó de su Trono y conversó en secreto con San Pedro:) En buena nos ha metido ese Peralta. Pero no puede de ninguna manera; condenados, condenados se tienen que quedar por toda la eternidad. Andáte a tu puesto que yo iré a ver cómo arreglamos esto. No abras la puerta; los que vayan llegando los entrás por el postigo chiquito. (El Señor regresó a su trono) Toquen bando y que entre Peralta. Éste se sentó en un rinconcito y el Señor dijo): Pongan harto cuidado para que vean que la Gloria Celestial no es cualquier cosa (Luego le dijo a la Monjita) Lee vos el escrito, hijita, que tenés tan linda pronunciación.
Monja: En seguida su Majestad. (Tomó el escrito y empezó a leer) “Nos, Tomás de Aquino y Teresa de Jesús, mayores de edad y del vecindario del Cielo, por mandato de Nuestro Señor, hemos venido a resolver un punto muy trabajoso…” tan trabajoso, tan sumamente trabajoso, que ni an siquiera se puede contar bien patente las retajilas tan lindas y tan bien empatadas escritas en la dichosa gaceta. ¡Hasta ahí mecha la que tenían esos escribanos!
Señor: ¿Y qué conclusión sacaron de ese escrito?
Monja: Pues mira su Majestad: Como Peralta le ganó todas las apuestas a Lucifer jugando las almas del infierno y como éstas ya estaban condenadas en vida, no podían entrar al Cielo y es que no deben entrar a él; entonces, era preferible dejarlos por fuera del Cielo, que regresaran al infierno a que se quedaran vagando en redondo del mismo por sécula, seculorum, amén.
San Pedro: Por todo esto es que hay en este mundo especialmente en la tierra, gente de malas pulgas que gozan con el mal de los cristianos porque ya son gente del Patas; y por eso es que se  mantienen tan enjurecidos y padeciendo tantísimos tormentos sin candela. Estos dizque son los envidiosos. Y por eso  fue que el diablo no quiso arriesgar las almas aquellas del infierno porque, esas también eran envidiosas como me imagino que las almas de Peralta que fueron  devueltas al infierno, sin ton ni son.
Peralta: Ahora sí comprendo por qué debemos ser hombres de bien. Mire lo que me pasó con estas almas que me las rechazaron en el cielo.
San Pedro: En verdad te digo, Viejo Peralta, que usted fue un gran hombre. Honesto, que ayudó a todo el mundo y por eso Dios le tiene un sitio preferido en el Cielo.
Peralta: Gracias, su Mercé. Espero nos podamos comprender muy bien.
Señor: (Que en todas las bullas de Peralta no había hablado palabra, se paró y dijo de este modo): Peralta, escogé el puesto que querás. Ninguno lo ha ganado tan alto como vos, porque vos sos la humildad; porque vos sos la caridad; allá abajo fuiste un gusano arrastrado por el suelo; aquí sos el alma gloriosa que más ha ganado. Escogé el puesto. No te humilles más, que ya estás ensalzado. (Se escucharán coros celestiales)



Escena XIX
Presentadora

Presentadora: De este modo y pasando por varios estadios, Peralta fue elegido por Dios como un alma gloriosa por su infinita humildad y caridad y Peralta que no había usado la virtud de achiquitarse lo fue haciendo hasta quedar un Peraltica de tres pulgadas, y derechito, con la agilidad que tienen los bienaventurados, se brincó al mundo que tiene el Padre en su diestra, se acomodó muy bien y se abrazó con la Cruz. Allí está por toda la eternidad en la Diestra de Dios Padre.




R e p a r t o:
Presentadora…Maruchenga
Cura…Peralta
La muerte…Peraltona
Diablo…Diablito
San Pedro…El Señor (Peregrino)
Limosneros (Dos)…Tullida
Hijo del Rey…Gente (Seis)
Monja
Miguel María Bedoya Carvajal
Autor


                                                      FIN








OBRA TEATRAL EN DOS ACTOS
EVENTOS DEL 20 DE JULIO 1810
Por: Miguel María Bedoya Carvajal
ACTO PRIMERO



Escena I
Presentadora

Presentadora: Día de mercado en la Plaza Mayor de Bogotá. La historia nos dice que todo comenzó con un florero. Era viernes 20 de Julio cuando un criollo fue a pedir prestado un florero. En este acto de apariencia efímera, se desató un enfrentamiento entre criollos que eran indios, blancos, patricios, plebeyos, ricos y pobres y por supuesto, los españoles; tanto el Virrey, como las autoridades militares, contemplaban atónitos ese súbito y violento despertar de un pueblo que culminó en la Independencia de Colombia.



Escena II
Antonio Morales, José Miguel Pey, Luis de Rubio, Junta y Militares

(Era día de mercado. Los militares españoles muy atentos a cualquier movimiento irregular de las personas. La gente estaba gritando vivas en contra del mal gobierno; se improvisa una reunión de Notables en un sitio visible de la plaza, y entre ellos estaban: Camilo Torres, José Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales, Luis Rubio, Francisco José de Caldas y José Miguel Pey) y, Antonio Morales, dijo:)
Antonio Morales: Distinguidos compañeros: Espero que me escuchen en estos propicios momentos, para llevar a cabo nuestros buenos propósitos. Yo opino con todo respeto, que se podría provocar a Llorente y me ofrezco para dialogar con él.
José Miguel Pey: También podemos encargar de esta importante misión a Don Luis de Rubio. ¿Ustedes están de acuerdo?
Junta: (En coro) Sí, amigo, estamos de acuerdo y esperamos que Don Luis acepte.
Luis de Rubio: Sí, gustoso acepto, apreciados compañeros.




Escena III
Miembros de la Junta, Pueblo y Militares

Pueblo: ¡Qué viva la Junta!... ¡Abajo el mal gobierno!... ¡Abajo los traidores!... ¡Queremos ser libres!... ¡No más, tanta opresión…!
Junta: ¡Vivan nuestros hombres, criollos por excelencia!



Escena IV
Don Luis de rubio, Llorente, Morales, Francisco José de Caldas y Militares

Don Luis de Rubio: (Se dirige a la tienda de Llorente) Buenos días Llorente.
Llorente: Buenos días tenga Usted.
Don Luis de Rubio: Amigo, como queremos ofrecer un banquete a Villavicencio, vengo a solicitarle un florero o cualquier clase de adorno para tal fin.
Llorente: (Llorente piensa y luego dice:) He prestado la pieza varias veces, y ésta, se está maltratando; y por lo tanto, está perdiendo su valor.
Francisco José de Caldas: (Pasa por el frente de su almacén y saluda:) Hola Llorente, Buenos días- ¿Cómo estás?
Llorente: Mi buen amigo, muy bien…, muy bien…;  y tú?
Antonio Morales: (Quien se encontraba en su tienda, al escuchar este saludo, con ironía dice:) ¡Cómo se atreve usted a saludar a este chapetón de mierda, mentiroso, mafioso y vulgar y que tanto daño nos han causado estos malditos españoles! (En ese mismo momento, levantan el florero y lo dejan caer con fuerza, volando en pedazos la pieza)
Llorente: No, nosotros sólo hemos traído progreso y bienestar a todos ustedes y ahora, me han dañado el florero más costoso y valioso que yo guardaba y que para mí era una reliquia.
Antonio Morales: (Levanta una mano y le propina a Llorente soberano tiestazo que alcanza a volarle un diente) y le dijo: Esto, recíbelo con gusto, por mi gente y por Colombia.



Escena V
Morales, Llorente, Junta, Pueblo, mujer y Militares

Antonio Morales (Comienza a gritar dirigiéndose al pueblo:) Compañeros: El comerciante español dijo a Rubio malas palabras contra Villavicencio y los americanos.
Llorente: No, no… falso. Yo no he dicho nada contra nadie.
Pueblo: (Unas personas exclaman:) ¡Que viva el señor Morales! (Otras decían:) ¡Abajo el señor González.
Mujer: En medio de la gente, dice:) “¡Mueran todos!… ¡viva mijo, que es el dueño del florero!”
Pueblo: (Al escuchar esto, le dieron a la mujer, soberana paliza y gritan:) ¡Que mueran los chapetones! ¡Abajo el mal gobierno!



Escena VI
José Acevedo Gómez, Pueblo y Militares

José Acevedo Gómez: (Reúne a varios del Cabildo y dice:) Desde este momento me declaro investido del carácter de “Tribuno del Pueblo” y nombro una Junta de Gobierno en la cual se sustituye al Virreinato.
Pueblo: Queremos que hable Acevedo, el Tribuno del Pueblo. ¡Abajo el mal gobierno!... ¡Fuera Virrey y Virreina!... ¡Que viva la Independencia de Colombia!
Acevedo y Gómez: (Muy contento dijo:) Compatriotas: “No pierdan estos momentos de efervescencia y calor…”
Pueblo: (Interrumpe) ¡Viva el Tribuno… ¡Viva la independencia!
Acevedo y Gómez: ¡Qué bueno que celebráramos!
Morales: ¡Es una excelente idea, amigo; celebremos!
Pueblo: (Ponen música de la época y celebran) ¡Viva la fiesta! ¡Viva el Tribuno! ¡Vivan los hermanos Morales! (Todos alegres bailan, gritan y toman sus bebidas que van sacando de las mochilas; se acaba el disco y todos salen.)



ACTO SEGUNDO
Escena I
Virrey y Virreina

(Entra el Virrey a su oficina; se sienta y comienza a buscar documentos para leer y firmar; toma unos, los arroja con furia al piso y luego dice:)
Virrey: ¡Ya me siento derrotado por estos imbéciles criollos de mala muerte!... Ya mis días en estas tierras, están contados. Todo esto me apesta. Mejor, desearía regresar a mi España querida.
Virreina: (Entra furiosa) ¿Es que vuestra Merced no tenéis bien puestos los pantalones para que aplaquéis los ánimos a estas personas indolentes?
Virrey: ¡Qué decís que no te escucho, amada mía?
Virreina: ¿No veis… que vuestra Merced, hasta sordo sois? Parad muy bien las orejas… que ya me estáis aburriendo.
Virrey: ¿Que… qué?... ¿Qué yo estoy barriendo? ¡Por qué me insultáis amada Francisca!... ¡Jálale al respetico, que soy vuestro rey!
Virreina: ¡Perdonad si yo os he ofendido!
Virrey: Estáis perdonada. Pero, ¿Qué decís, por favor?
Virreina: (Le da un beso y luego dice al oído:) Que pongáis freno a estos criollos. Llevadlos a prisión.
Virrey: Dejad, Señora, que estos alaridos de la gente… algún día habrán de pasar. ¡Ya veréis… amada mía!
Virreina: No me siento derrotado todavía y si estas refriegas continúan, entonces buscaré ayuda del Rey.
Virreina: No, Antonio José, lo mejor es salir de este país, cuanto antes.
Virrey: (Toma a la Virreina de la mano, van saliendo y luego manifiesta:) ¡No, amada mía… ¡Eso no lo podemos hacer!



Escena II
Presentadora

Presentadora: (Entra y dice:) El virrey, ese mismo día constituye la Junta Suprema de Gobierno debido a la perturbación del Orden, y ésta, es presidida por el Señor Amar e integrada por los Regidores de Santafé. Meses después y como Presidente de la Junta Suprema, José Manuel Pey, muy a su pesar, decretó la prisión del Virrey Antonio Amar y Borbón, así como de su esposa y un día después de su captura se les facilitó salir sigilosamente de la capital de donde partieron a Cartagena y luego a Cuba y de allí pasaron a España con su carrera arruinada.



Escena III
Niña

(Entra una hermosa niña bien vestida y lleva una canastilla llena de flores que al final de su intervención, las lanza al público.)
Niña: (La niña declama el poema “Retiro forzoso”:)


RETIRO FORZOSO
“De Colombia salen temblando
El Rey y la Virreina;
Hacen escala en la gran Cuba
Donde pernoctan un tiempo;
Luego se van presurosos
Dejando malos recuerdos
Y al escapar el Virrey,
Hay calma en las ciudades;
Una junta hace otra ley
Y empieza la Libertad.
Después de muchas contiendas,
Fue libre el país entero,
Colombia ganó la lucha,
Y España pagó el Florero.”





Reparto:
Presentadora…Antonio Morales
José Miguel Pey…Luis de Rubio
Junta (9 personas)…Militares (Varios)
Llorente…Francisco José de Caldas
José Acevedo Gómez…Mujer
Virrey…Virreina
Niña




                                             FIN